Mal anda un país cuyos maestros o estudiantes se encapuchan, asaltan, bloquean y siembran temor; cierran caminos y apedrean oficinas; se asocian con fuerzas de oposición radical y fingen “movimientos sociales” para la sola y única conservación del escaso privilegio de hacer de la educación el botín de su molicie.

Hace unos meses el gobierno de Nuevo León publicó cien historias (un poco más, en verdad) de personas centenarias. Lo hizo como parte de las conmemoraciones del siglo de la Revolución Mexicana y en ese tomo abundan los testimonios memoriosos de los ancianos cuyos ojos aun miran colgados, muertos; soldados de uno y otro bando en la comisión de tropelías infinitas al amparo dizque del nuevo orden nacional. Tomo estos recuerdos:

“…Y como se esperaba que entraran los revolucionarios en la noche, mi mamá nos llevaba con mi abuelita, y brincábamos las cercas y así nos íbamos con mi abuelita y nomás me acuerdo de un señor que mayaron cerca de la otra abuelita, es lo que me acuerdo y nomás decían, ahí vienen los revolucionarios y corríamos todos y no hallábamos qué hacer (María Guadalupe Villalón)”.

“…Y fue cuando nosotros de profesores; yo no estaba recibida y me recibía hasta cuarto año y ya la gente pobrecita querían que estuvieran los niños, que no se quedaran así, sin estudiar… (María Guadalupe Gamero Tejada)”

“La bola”, pues.

Esa anárquica condición de pendencias entre grupos rivales cuyo fin no llegó sino cuando todos sus caudillos fueron asesinados (Carranza, Villa, Zapata, Obregón) y las tendencias políticas agrupadas en un partido político poderoso y capaz (PNR), ahora parece rebrotar ( de manera mínima, es cierto) en la proliferación de corrientes magisteriales y estudiantiles (Michoacán, Distrito Federal; México, Guerrero y Oaxaca) cuyos procedimientos se alejan diametralmente de la actitud atribuible a quienes viven en el ámbito cultural y educativo.

La mejor tradición de las izquierdas mexicanas es la violación constante de la ley en pos de la supuestamente genuina exigencia para su cumplimiento por parte del gobierno. Es el ritornelo frente al cual se han postrado tradicionalmente los poderes públicos en una actitud de claudicación definitiva. Las convocatorias revoltosas, las pequeñas “bolas”, pues, han sido historias de sabotaje, pedrea y bloqueo.

Un ejemplo de esto es la ocupación de la Autopista del Sol. La tarde del viernes cuando en un acertado despliegue de fuerza controlada las fuerzas federales formaron una muralla y empujaron a los rijosos manifestantes del magisterio guerrerense a la vera del camino (ya se siente la mano sabia y firme de Manuel Mondragón), los líderes del magisterio sacaron de nuevo su eterna pancarta: nos estamos manifestando pacíficamente, la Constitución nos ampara. Y en ambos casos mentían abiertamente.

No existe la paz cuando por la contundencia del número o la pura presencia multitudinaria se afecta el orden público. La Constitución no ampara los bloqueos ni las tomas de caminos.

La constitución, en todo caso, contiene legalmente las reformas objeto de su ira interesada, contra las cuales ellos se manifiestan de manera violenta, arbitraria y lesiva para el interés general. No se puede en todo caso, atacar a la Constitución, modificada de acuerdo con los procedimientos legales, y pedir al mismo tiempo su protección.

Pero las conexiones tentaculares de los movimientos magisteriales y anarco-estudiantiles y otras fuerzas políticas cuyas tendencias son meramente subversivas, como los residuos guerrilleros del EPR y otras organizaciones, son asunto sabido y recontra sabido. Los anaqueles (bueno, los archivos digitales) del CISEN están llenos de evidencias, datos, pistas, conexiones. El Estado sabe todo cuanto debe saber para cumplir con sus funciones.

Si no lo hace o no lo ha hecho, es por razones de conveniencia política, pero su desmantelamiento e inanición, su debilidad crónica, ya comienzan a ser una inconveniencia no solo para el gobierno, sino para los ciudadanos quienes miran inermes el desfile de los intereses de uno y otro bandos, con ellos en medio.

En ese sentido otra de las banderas permanentes de la izquierda ha sido su condena a la actuación de los órganos de seguridad del Estado. Años y años de empujar la pared contra la Federal de Seguridad y sus afines, hasta lograr su abatimiento culposo.

Sin embargo el centro de Investigaciones en Seguridad Nacional no desapareció ni siquiera con la abulia de los doce años panistas. El viernes dio pruebas de su vitalidad: con sus datos le salvaron la vida a uno de los principales líderes de la izquierda asociada con los movimiento magisteriales y estudiantiles (el “Morena”) y su hermano incomodo.

Como todos sabemos Ricardo y David Monreal suelen transitar por los caminos del escándalo con una relativa frecuencia. Sus cargos políticos les han brindado todo tipo de protección y hasta fuero. Ahora, cuando un empresario chilero de Zacatecas ha sido mencionado como sospechoso en el abortado intento de doble asesinato contra los “monreales”, quizá sea tiempo de recuperar información añeja:

En el año 2009, en mayo, una bodega propiedad del hermano Cándido (también incómodo), fue allanada y en su interior se encontraron muchos paquetes de droga ahí almacenados, Ricardo Monreal anunció su separación del cargo (en ese tiempo era senador) y “renunció” a su fuero parlamentario hasta en tanto no se investigaran los hechos, de cuya paternidad culpó a la su adversaria Amalia García quien habría “sembrado” los enervantes en el abandonado local del candoroso Cándido. Total, agua de borrajas.

Pero en estos casos recurrentes de sainetes monrealistas, siempre aparece un personaje misterioso y por lo visto zacatecanamente peligroso: el chile.

La bodega ya dicha formaba parte de una planta deshidratadora de chiles y el sospechoso ahora de querer la muerte de David y Ricardo (a pesar de ser persona cercana a ellos) es el señor Arturo Guardado quien se dedica al chile o al menos a comercializarlo; es decir, introducirlo al mercado (sin albur).

En esas condiciones Ricardo Monreal; experto en recursos histriónicos (podría ser el primer zacatecano ganador de un “Oscar”) ha realizado un montaje digno de Nicolás Maduro, pero sin “pajarito” encarnado (otra vez si albur).

Le ha agradecido el auxilio en el descubrimiento del complot para asesinarlo, al Niño de Atocha (ahora empleado del CISEN); santito muy venerado en el santuario zacatecano de Plateros y cuya devoción se remonta al siglo XVII cuando el pueblo de Plateros fue fundado por los mineros españoles cuya codicia explotó las minas durante muchos años (de ahí es oriundo el aguerrido legislador RM).

En ese lugar se hizo una iglesia en honor del Cristo de los Plateros y se colocó la imagen del Niño de Atocha (palabra derivada de Antiochia, Antioquia), la cual sigue siendo (como diría José Alfredo) “consuelo de los que sufren; adoración de la gente”.

Y Monreal se muestra todo comprensión, gratitud y generosidad (hasta al Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, le han tocado los reconocimientos del empedernido opositor). Sin saber quien o quienes lo iban a matar, ya los ha perdonado, lo cual es casi, casi, Juan Pablo II con Agka. Ha manifestado su simplicidad en la vida, su costumbre de viajar si seguridad excesiva, sin blindajes, pues como dice el eterno lugar común de los políticos, él no tiene enemigos sino adversarios. ¡Lindo, Ché!, diría el porteño.

Pero como sea el gobierno ha dejado algo muy en claro con esta investigación de exitoso resultado: lo sabe todo. Tanto como para impedir un asesinato. Y eso sólo se hace mediante el manejo adecuado, sistemático, cotidiano, de la información y la vigilancia. La vigilia, los ojos abiertos, los oídos atentos.

Y –ese es el verdadero mensaje–, para una cosa o para la otra.

Quizá por eso, en medio de la rabieta, el líder de todos los desposeídos de la tierra, don Andrés Manuel, le atribuye a todo eso la condición de una cortina de humo, una mascarada del gobierno y todo lo acostumbrado en estos casos.

Pero si se trata de una farsa, ¿cómo podrían haberse prestado a ella el San Niño de Atocha, los empresarios del chile y el propio señor legislador lleno de gratitud y generoso perdón?

Vaya con la izquierda, de la ilegalidad tumultuaria al ridículo religioso.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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