Nadie sabe si es verdad. Un día se lo pregunté a mi único amigo domador de elefantes, Johnny Schoch, y me confesó nunca haber visto el caso, pero (dicen muchos) los enormes paquidermos les tienen miedo a los inocentes e inofensivos ratoncitos.

Cuando supe de cómo los diputados del PRI estaban dispuestos a meter en su caja de cartón al ratoncito con el cual querían espantar al elefante gubernamental, me imaginé la escena como una más de las caricaturas sobre el Nuevo PRI.

Como todos sabemos antes de meter al roedor en su estuchito (precisamente el día cuando se designó al entrenador de los otros ratones; los verdes), los diputados del PRI vivían todavía del aliento generado en su reunión de Ixtapan de la Sal. Ufanos, pendencieros y bravucones.

–“Le vamos a bajar los impuestos a Calderón”, me dijo uno en cuyos ojos ardían brasas como Godofredo en la reconquista de Jerusalén.

Y en esa actitud se entendían hasta frases no dichas pero sugeridas por la por tan digna actitud. Con nosotros no se juega, quién se cree, ya estuvo suave.

Por aquellos días la teoría se despachaba con la cuchara grande. Por ejemplo, recuerde usted toda la lista de apretones con los cuales iban a meter en cintura al Ejecutivo. Todo fue agua de borrajas. Por ejemplo:

“…Elaborar una ley que regule y transparente la propaganda gubernamental de los tres niveles de gobierno, con el propósito de evitar la utilización de recursos públicos en la promoción de metas partidistas con fines electorales… acelerar el dictamen de la iniciativa para regular el formato del Informe Presidencial, reglamentar las comparecencias ante el Congreso de los servidores públicos de la Administración Pública Federal y promover una nueva Ley de Rendición de Cuentas de los Organismos Constitucionales Autónomos…

“…establecer con precisión los requisitos que deban cumplir los servidores públicos que sean nombrados para ocupar cargos de alta responsabilidad, a fin de que reúnan el perfil adecuado en cuanto a formación y experiencia de trabajo y con ello contribuir a garantizarle a la sociedad un desempeño apropiado de la función pública.

“… regular con mayor precisión el alcance y sustentabilidad de los procesos a seguir cuando una autoridad realiza violaciones graves a la ley, como es el caso de los juicios políticos y l de procedencia, incluyendo el del Presidente de la República…

“…reformar la Ley Federal de Radio y Televisión, para precisar y regular el procedimiento de renovación de concesiones de radio y televisión” y tantas otras cosas entre las cuales sobresalía la baja de los impuestos en un miserable pero significativo punto de rebeldía.

Y a la hora de la hora, cuando el elefante barritó con la trompa en alto, el orejoncito estridente huyó por una coladera, como en la inolvidable película inglesa “Rugido de ratón”.

Permítaseme una digresión de orden cinematográfico, ilustrativa para estos propósitos. Como todos sabemos en la época de la “Guerra Fría”, Leonard Wibberley escribió una novela llamada “Rugido de ratón”, con cuya base Jack Arnold dirigió una hilarante comedia cuyo éxito produjo la fama inmediata de Peter Sellers quien en el filme, por cierto, trabaja con la excepcionalmente bella Jean Seberg, George Gaynes y, si no recuerdo mal, la genial Margaret Rutheford.

En la película el Gran Ducado de Fenwick es una pieza olvidada en la relojería territorial y nobiliaria de Europa. No sirve para nada y es diminuto. Solo produce un vino raro cuyo nombre ha sido estafado por unos vinicultores de California. Con ese pretexto el Gran Ducado (de hecho una mirruña) le declara la guerra a los Estados Unidos con la esperanza de perder y vivir eternamente por el rescate con una especie de mini-plan Marshall.

En este caso el ratoncito rugió y cuando Felipe Calderón les dijo sobre el veto presupuestal, el Plan Marshall se vino abajo.

La pregunta entonces fue ¿cómo hacemos para disminuir el ridículo de haber fracasado con el rugido? Y la respuesta bajó del cielo en forma de lluvia.

Pues decimos, mejor dejamos todo como está para atender las emergencias causadas por la lluvia.

–¡Sale, güey!, ta’chido.

Y entonces llamaron a los redactores de la solemnidad y escribieron esto, entre otras cosas:

“El Paquete Económico para el ejercicio fiscal de 2011 será aprobado en tiempo y forma, y contendrá los recursos necesarios para el Fondo de Reconstrucción que requieran los 12 estados que se vieron dañados por fenómenos naturales… estamos negociando de manera prudente con el gobierno federal para que existan recursos y esos millones de mexicanos damnificados tengan remedio a sus problemas…”

O sea, esos problemas son nuevos, nuevecitos. No hubo lluvias ni problemas en septiembre. Apenas ahora se vienen dando cuenta.

La verdad es más simple, los gobernadores chillaron, sobre todo los entrantes. Nos quitan dinero y además nos dejan unas deudas monstruosas.

Y entonces fueron a la tienda y compraron el “Camay” para lavarse la cara. Entonaron el himno a la responsabilidad y cantaron en coro la oda de la oposición constructiva; las causas nacionales y la mano del muerto. Todos los estribillos por cuya aplicación perdieron el poder.

–Si se debe pagar un precio por la responsabilidad –dijo Francisco Rojas–, lo pagaremos. No será ese el obstáculo para cumplir con el deber.”

Cierto, lo van a pagar. Y caro.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona