Con una alarmante frecuencia la puesta en escena del gobierno matutino, conocida popularmente como “la mañanera”, ha ido derivando en un tribunal cotidiano, un ejercicio impune para denostar y acusar tanto como advertir, estimulado por el éxito presidencial, pero al mismo tiempo compelido en su intransigencia por el lógico desgaste del tiempo.

Seamos claros: el presidente López Obrador no ha sentido desgaste en su poder. Pero tampoco es indiferente a la erosión del tiempo, por eso en ocasión se advierte ansioso, ávido de gobernar más allá del gobierno, más allá del tiempo.

No se le está acabando el poder; se le está acabando el tiempo para ejercer el poder. Por eso lo usa para prolongar el tiempo. Cosa imposible. Sueño de todo caudillo y semilla del totalitarismo.

Pero simultáneamente ha fomentado en sus colaboradores una competencia imitativa sumamente peligrosa, porque cualquier incapaz se siente investido, él también, del poder presidencial, y la emprende a golpe de mandoble contra todo y contra todos, únicamente por quedar bien con el monarca de la Cuarta Transformación.


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Veamos nada más tres ejemplos de estas sesiones de lucimiento. Son de vergüenza, porque los lambiscones se visten, ora de bufón; ora de verdugo.

“…Esta que no nos dejó terminar, nos corrieron de la gasolinera en cuanto encontramos que tenían rastrillos en sus bombas, estos aparatejos para robar al consumidor. Ahí tenemos las testimoniales fotográficas. No nos preocupamos, ya los estaremos visitando, pero que sepan en Cholula que esa gasolinera, sin duda, los está robando, porque los diablillos no sirven esos diablos más que para robar…”.

Pero los diablillos a veces son “angelitos” o pasados de “rosca”:

“Es el precio más alto con 25 pesos 88 centavos en Monterrey, Nuevo León, un margen, estos angelitos, de tres pesos con 55 centavos, comparado con los 18 centavos de margen de franquicia Pemex en Lázaro Cárdenas, Michoacán, 22 pesos con 88 centavos el precio al público…”.

No, si deveras, comadre, cómo es simpático el señor Ricardo Shefield, procurador de los consumidores, en serio.

Pero nada comparado con López Gatinflas y su cruzada contra los consultorios de farmacia:

“…La Secretaría de Salud se ‘lanzó’ contra los consultorios adyacentes a las farmacias al advertir que representan un riesgo para la salud y la vida de las personas, sin embargo, estas unidades de salud están reguladas y obtienen permisos de esta misma dependencia…”.

Como suele suceder en este gobierno, primero aprueba y después condena.

Los consultorios funcionan registrados por la Secretaría de Salud, de la misma forma como trabajan los “pocitos” de carbón de Coahuila. Y cuando se reconocen sus fallas, es legítimo preguntar cómo entonces se registran, concesionan o aprueban si sus operaciones son deficientes, peligrosas o fraudulentas, según el caso.

Pero quien se lleva las palmas hebdomadarias de los miércoles es la dislálica señorita Vilchis; Anita, para los amigos, quien entre la incapacidad para leer de corrido, tropieza con pasmosa y sudorosa condición, cada y cuando su patrón la pone a manejar las clavijas del potro de la denuncia, como hizo con la información relacionada con el caso Iguala, del cual el presidente abundó:

“…Un periodismo vergonzoso.

“Por eso, no importa que sigan los ataques, las calumnias, porque están mostrando el cobre, está saliendo a flote, está emergiendo lo abominable, en este caso y en otros. Sin duda, esto es lo que mejor demuestra el estado decadente en que estaba el sistema político mexicano.

Por eso hay que continuar con el debate, es bueno que salga todo.

Y por tu pregunta, los jueces van a escuchar la opinión de todos, y ojalá hablen, que todos hablen.

Si dicen que no es nada más Murillo Karam, pues que Murillo Karam diga quién le dio la orden…

Y alguien, con apoyo a la presunción de inocencia preguntaría a ese tribunal, ¿cuál orden?; ¿investigar un múltiple homicidio y resolverlo?


Rafael Cardona | El Cristalazo

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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