Esta semana, salvo un cambio médico de última hora, tendremos de regreso –repuesto, descansado, pleno de reflexiones y meditaciones diversas, confiado en el porvenir–, al Señor Presidente de la República en su habitual ejercicio de propaganda y reafirmación, conocido como “La mañanera”.
Focas, morsas y demás pinnípedos de la “fuente” ya se aprestan al concurso de edulcorantes auditivos para darle la bienvenida.
El espectáculo político publicitario, más grande de nuestros tiempos, en cuyo interminable programa hemos visto desfilar a los funcionarios del gobierno –cada uno con sus habilidades; cada quien con sus miserias— y a los personajes tutelares de la IV-T, de Benito Juárez a Benito Bodoque, se reanuda con su elenco y temario habitual: los precios de la gasolina (pésimo momento para hablar del combustible), la estatura de la epidemia, el avance de las obras en el Valle del Nilo o la selva maya, lo mismo da, mientras algiuien se pregunta por los sucesos ocurridos durante la ausencia presidencial.
Pues no pasó nada o pasó todo, porque lo más importante, los cambios en el Sector Eléctrico para echar abajo la maligna Reforma Energética de los conservadores, fue obra del propio presidente a quien la clausura no le impidió enviar su iniciativa preferente para la rápida aprobación de la Secretaria de Asuntos Legislativos ubicada en San Lázaro, cuyo titular Ignacio Mier, apenas tiene tiempo para disimular cuando le decía, si, señor gobernador a todo capricho del ahora preso Mario Marín quien era su jefecito santo él, tan indito, tan chaparrito, tan preciosito, tan repudiadito.
A ver ahora cómo hacen los conscriptos de la Candelaria de los Patos (será de los gansos) para ajustar la ley a las líneas jurídicas expuestas por la Suprema Corte de Justicia en el abatimiento del decreto Nahle, cuya modesta aspiración era dotar al sector eléctrico de confiabilidad, seguridad, continuidad y calidad… le faltó aportar “legalidad”. ¡Qué barbaridad!
Pero volvamos a la ausencia. Ausencia relativa la del habitante del Palacio, es cierto, porque el Señor Presidente no puede estar ausente del todo y su atención se mantiene constante en una vigilia perpetua en beneficio de los grandes intereses de nuestro pueblo, al cual se debe y en cuya difusa materia invisible y colectiva está inmerso como el alma en el cuerpo, y si la reencarnación existe, en una vida futura volverá a vivir en el pueblo; el eterno pueblo merecedor de todo.
Porque él es como ese ojo trinitario colocado a veces en las bóvedas de las iglesias, las logias o los billetes de un dólar: omnipresente, ubicuo, cuya mirada precisa lo abarca todo, lo observa todo, lo conoce todo.
“No me dejen solo, porque sin ustedes no valgo nada o casi nada (…) Yo ya no me pertenezco, yo soy de ustedes”, nos dijo en el relativamente lejano primero de diciembre del 2018, cuando todo era una luz intensa en el horizonte de la patria; cuando el Zócalo era ágora, morada y recuerdo de luchas interminables, cuando el porvenir abría sus alas como una pacífica paloma; cuando no imaginábamos ni la epidemia, ni los derrumbes económicos (bueno, esos sí eran previsibles), ni el desempleo, ni los hospitales atestados, ni las vacunas invisibles; ni los doscientos mil muertos por una enfermedad entonces inexistente, cuando la lucha de clases ya se había resuelto en favor de los siempre derrotados, cuando vivir era confiar, cuando confiar era sentir el orgullo de construir una patria limpia, justa, sana, rica, común, sin recámaras de injusticia, sin machismo, sin fanatismo, en la cual no habría espacio para los crímenes masivos ni las masacres, una patria respetuosa de los Derechos Humanos; de los emigrantes, de los pobres, los necesitados… Cuando nos prometieron la felicidad, pues, en pocas palabras.
Esa patria siempre ubicada en el indefinible terreno del futuro, cuya imprecisión hace imposible reclamar su incumplimiento. Hoy no fío mañana sí, decía el letrero burlón en las misceláneas y estanquillos del remoto tiempo de Santa María la Ribera.
Nada de repetir con íntima nostalgia reaccionaria, todo tiempo pasado fue mejor: no, mejor será siempre el porvenir aunque nunca venga, aunque nunca llegue como nos lo han dibujado. Porque no puede una promesa rebajarse al momento de su realidad. Deja de ser promesa, como la vida eterna, cuyo disfrute nadie se ha presentado a reclamar.
El futuro no falla, como no se equivocan los habitantes de la maqueta, porque llevamos siglos y siglos con la misma canción: estamos construyendo el futuro, como si no fuera mucho mejor y más inmediato y urgente edificar el presente. Ese presente en el cual no se ven las oscuras golondrinas cuyo retorno a los balcones no ha ocurrido.
Hoy, hoy, hoy, deberían hacerse las cosas, como decía aquel otro abusivo de la lengua, así como sin anunciarse ni comprometerse para mañana sale el dorado sol de hoy, todos los días sin prometer nada para dentro de otro tiempo.
Pero bueno, ya todo esta dicho y en las palabras presidenciales de hace unos días, previos a su reaparición tan esperada, volvemos a escuchar los ecos de la misma letanía:
“…Me da mucho gusto comunicarles que me hicieron la prueba de antígeno hoy por la mañana y ya salí negativo. Desde luego todavía tengo que esperar unos días más, pero ya estoy bien de salud, me estoy recuperando del Covid… no voy a dejar de agradecer a todos, a todas ustedes, mexicanos y también extranjeros, que se preocuparon por mi salud…
“…A los que me desearon que saliera adelante, a los que oraron, que me enviaron bendiciones, buenas “vibras” (“vibra” no existe, existe vibración), a todas, a todos, así que un abrazo, muchas gracias de todo corazón y ya vamos hacia adelante, porque, como decía Vicente Guerrero: ‘La patria es primero…”
Don Vicente Guerrero, como se sabe, fue un notable epidemiólogo del siglo XIX; quien junto con Charcot y Pasteur; Liceaga y algunos más, trajo a México vacunas llamadas Tovarich.
“…Ya ven, ya estoy mejor (insistió el SP) . Vamos a seguir trabajando, luchando, ayudando al pueblo. Repito: estoy optimista, no tengo desánimo, estoy pensando en que vamos a sacar adelante a nuestro querido México”.
Pero eso no fue todo. El aperitivo del regreso, también guardaba estas reflexiones sobre cómo nos ha cambiado la epidemia:
“…Hay más fraternidad, más solidaridad, estamos haciendo a un lado el egoísmo, el individualismo, el racismo, el clasismo, la discriminación, el odio, el rencor y nos estamos abrazando. La tragedia nos está volviendo más fraternos, más generosos, más amorosos…”
Solo falto recitar al chiapaneco… los amorosos callan…
Y lo demás, pues lo de siempre.
Promesas, proyectos, anuncios ubicados todos en el (nuevamente) impreciso tiempo del futuro cuyo inicio es este instante y cuyo término es inalcanzable porque todo porvenir es futuro, como dijo Pero Grullo. Y todo futuro no es nada porque para ser necesita la extinción del presente. El presente se acaba y el futuro se insinúa (OP).
“…El presidente López Obrador (El universal), aseguró que la próxima semana comenzarán a llegar vacunas contra el Covid-19 y con ello, a partir de este mes y hasta abril, (se) iniciará la vacunación masiva de los adultos mayores en toda la República y luego, el resto de la población, para que ya no sigan falleciendo personas…
“…Expresó que ya se tienen los contratos para el biológico gracias al apoyo de farmacéuticas y gobiernos extranjeros.
“…La semana próxima empiezan a llegar ya vacunas de buena calidad, dosis suficientes para que inicie la campaña nacional de vacunación. Esto nos va a proteger, nos va a dar mucha seguridad ante la terrible pandemia, vamos a salir adelante…
“…Hay que tener fe, que ya no nos vamos a enfermar, y lo más importante: que vamos a salvar vidas, que ya no sigan falleciendo personas, seres humanos, gente que se nos adelantó y a quienes siempre vamos a recordar… y vamos a salir bien, yo tengo mucha fe… la esperanza “es una fuerza muy poderosa”.
Ándele pues, Doña Esperanza, pásele usted a esta su humilde casa.
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