Con relativa frecuencia los medios de información, especialmente los concesionados, son motivo de revelaciones escandalosas.
Si Vicente Fox tuvo en su haber el cerro del Chiquihuite con todo y el abordaje de bucaneros de todos conocido y también la quiebra de José Gutiérrez Vivó para favorecer (según el quejoso) a Francisco Aguirre en la disputa empresarial resuelta de la peor manera, Felipe Calderón se lleva en la talega de sus memorias el pleitazo con MVS Comunicaciones.
En la historia de Gutiérrez, quien según dicen aguarda en Texas el regreso del PRI para ver si con el cambio de colores en el pabellón presidencial también cambia su suerte, se habló de amenazas cumplidas como consecuencia de su actitud editorial en favor del fracasadamente desaforado jefe de gobierno de entonces.
Y si son ciertas las denuncias y quejas expresadas hace un par de días por Joaquín Vargas, la historia se estaría repitiendo, con los matices propios de cada caso, en el final del sexenio de Calderón.
Total, diría alguien, cada panista lleva a su sala de trofeos la cabeza de un concesionario.
En el caso de Vargas las cosas no son definitivamente ruinosas (tampoco lo fueron en lo personal para Gutiérrez). Si Joaquín V. y su familia han perdido (amplísimas) posibilidades de (jugosísimo) negocio; no han quedado ni quedarán (si nos atenemos a los cuantiosos recursos de su hacienda) desprotegidos ni mucho menos.
Sus diversos negocios florecen tan lejos como lo permite la habilidad empresarial de su conducción. Saber hasta dónde el actual estado de cosas es consecuencia de esa habilidad (poca o mucha, según se vea) ya es harina para otro saco.
Pero si en el caso de Gutiérrez la amenaza de Los Pinos era la demostración previa de un comportamiento incómodo, en especial por cuanto hacía a su acercamiento progresivo hacia el eterno inconforme de la izquierda (ese en quien usted está pensando con harta perspicacia), en el caso actual las cosas tienen una cierta semejanza.
Si las cosas son como dice Vargas –repito el condicionante– entonces estaríamos frente a un señor incapaz de experimentar en cabeza ajena, lo cual es harto frecuente en este mundo.
Quienes estuvimos en la presentación de la nueva etapa del programa informativo de Carmen Aristegui, rescatada con actitud desafiante por MVS después de su despido de Prisa (no quiere decir esto con premura; es la firma española socia de Radiópolis, propietaria de XEW) podemos recordar el tono de beligerancia con el cual Vargas mostraba orgulloso en el restaurante Meridien del Bosque de Chapultepec, a la nueva estrella de sus frecuencias. Y las inclinaciones político radiofónicas de Carmen no son un secreto para nadie.
Esa noche MVS le declaró la guerra a Televisa y al gobierno.
–Buen discurso, Joaquín, pero ¿no es un poco arriesgado abrir dos frentes de ese tamaño?, le dije.
–No; así son las cosas. Necesitamos más competencia en el mercado.
Después vinieron los desplantes de Gerardo Fernández Noroña en la Cámara de Diputados con aquella famosa manta grosera donde se exhibía una mala foto de Felipe Calderón con los ojos gachos y la mirada extraviada y las acusaciones de extremos alcohólicos en su conducta. El resto ya todos lo sabemos.
Carmen Aristegui hizo una amplia divulgación del tema. La verdadera intención de un comunicador es suya y siempre encuentra el disfraz (o la presentación) correcta en el momento necesario. ¿Era una forma de golpear políticamente al Presidente para favorecer a otro o era una genuina intención de elucidar un tema de interés general? Eso no lo sabe nadie.
Salió del aire con una acusación de haber actuado en contra de un (baladí) código de ética y tras la escandalera de los políticamente correctos, dobló a la empresa y se reintegró en condiciones inamovibles a su cabina desde donde conduce las emisiones cotidianas con el color y tendencias de todos conocidos.
Pero la única explicación para el rescate de las concesiones hasta hace unos días en su poder y en espera de refrendo (se lo irá a pedir sin esperanza a Enrique Peña) son los dichos de Joaquín Vargas en su conferencia de prensa, la cual no fue sino la ocasión final para apostar su resto en una mesa de póquer donde ha perdido (sin remedio) todas las fichas. Al menos las relacionadas con el asunto 2.5
«…El domingo 13 de febrero de 2011 –ha dicho– me amenazaron a las 19:30 horas, y el pasado jueves 8 de agosto (de 2012), a las 12:00 horas, cumplieron su amenaza.
«El Secretario (de Comunicaciones y Transportes, Dionisio Pérez Jácome) me advirtió textualmente lo siguiente:
“Tengo instrucciones del señor Presidente de no gestionar asunto alguno de MVS, y en especial el de la 2.5, hasta en tanto la señora Aristegui no ofrezca una disculpa pública por el comentario que hizo en relación al supuesto alcoholismo del Presidente…”
Pero eso no fue todo. Hubo otra conversación:
«A lo largo de la plática, el licenciado Javier Lozano mencionó textualmente: ‘Hemos encontrado que tu proyecto de la 2.5 GHz tiene méritos propios, pero, si recontratas a la periodista (obviamente Carmen Aristegui), tu proyecto se lo lleva la chingada y te olvidas de este Gobierno hasta su último día”.
Hoy las cosas ya no se van a resolver bajo esta administración. Y si uno escucha atentamente la radio, tampoco en el siguiente.
En este tipo de cuestiones, cuando algo no se resuelve, se empeora, especialmente en esta industria gratuita para el público y costosa para el anunciante.
–¿Y quién es el anunciante mayor en este país?
–El Gobierno