Cuando acuciosos historiadores quieran escribir o dibujar con palabras el enorme retrato en el tiempo de este sexenio, al cual por piedad llamaremos experimental (el experimento del “humanismo mexicano”), deberán guardar la necesaria compostura para no producir un documento historiográfico como si fuera –como hoy se aprecia— el libreto de una ópera bufa.
Cuando un jefe de Estado –estadito chiquito–, sugiere o pregona (lo mismo da), los poderes mágicos de las estampas religiosas en contra de una pandemia, no puede ser tomado en serio. Pero sus acciones son tan serias como para equivocar plenamente la atención científica de las circunstancias, lo cual produce la nada humorística muerte de medio millón de personas enterradas o incineradas como si nada hubiera ocurrido.
Y eso porque la pasividad social y el colectivo alzamiento de hombros en medio del velorio nacional, también es una circunstancia propia del subdesarrollo intelectual –no sólo político–, del país en su conjunto.
También eso causa risa; risa nerviosa, risa de miedo, como sucede también cuando en medio de un charco de sangre sobre el territorio nacional, el presidente abraza su papel patriarcal de abuelo comprensivo, y les dice a los criminales dispersos por todo el país, pórtense bien, porque si no los voy a acusar con sus mamacitas.
Y la chusma ríe, tanto como el día cuando una de las ministras del Gobierno, Josefa González Blanco, hoy inexplicablemente embajadora en Londres, desde su secretaría de Ecología, confirmó la existencia de los chaneques, o sea, diosecillos mayas parte de una mitología medioeval, en el mejor de los casos:
“…González Blanco (Expansión) confirmó ser creyente de los aluxes, duendes de la cultura maya que, se cree, habitaron la Tierra antes que los humanos.
“Sí existen ¿eh?, no es leyenda popular; sí nos asustan…como buenos duendes, no son ni buenos ni malos, son lo que tienen que ser y lo que quieren ser”.
En este sentido la hoy embajadora se puso a la altura no sólo de su jefe, sino del doctor López Gatell, subsecretario de Salud y (i) responsable de la pésima operación de la pandemia con amuletos y un presidente con fuerza moral, lejos de la fuerza de contagio, quien dijo de los cubrebocas, sirven para lo que sirvem, pero no sirven para lo que no sirven, precisión científica, fue conocido, a partir de entonces, como “López Gatinflas”. Un verdadero imbécil, parte excelente de un gobierno de chisguete. Cómo estará el resto. Pero mejor leamos la profundidad del pensamiento presidencial:
“… Bueno, pues hoy –viernes 9 de diciembre–, vamos a informar sobre la reforma electoral. No sé si esté el compañero que tenía razón en lo que planteó ayer…
“Sí hicieron cambios a la iniciativa que enviamos y ahora Adán va a explicar en qué consistieron esos cambios y cómo ya –los mismos legisladores– se han comprometido a quitar esos añadidos. Como le llaman en el periodismo, el duende, el duende que hizo sus travesuras, pero bueno, se va a corregir…”
Y si eso es una forma hilarante de encubrir una metida de pezuña de los redactores de sus iniciativas, la explicación de Adán es desternillante. Pobre hombre, cada y cuando habla hunde la canilla hasta la rodilla.
Lea usted tratando de no reír:
“…Efectivamente, tal y como se planteó el día de ayer, sí hubo modificaciones en el dictamen que emitió la Cámara de Diputados, modificaciones a la iniciativa original, básicamente son tres puntos:
“El artículo 15 de la Ley General de Procesos Electorales, se le hizo un agregado.
“La fracción 4ª dice o decía la ley que para conservar el registro a un partido político nacional debía de obtener cuando menos el tres por ciento de la votación total emitida.
“Le agregaron un párrafo que me comentaron ayer, el coordinador, el presidente de la Junta de Coordinación Política, que formaba parte de un documento de trabajo, una propuesta que sí habían presentado partidos políticos, y por un error se les fue en dictamen final, así fue aprobado…”
Por un error se les fue. O como decía el Chavo, se les chispoteó… Nadie se los va a creer.
A este gobierno los herederos de Gómez Bolaños le deberían cobrar derechos de autor. Aquel era simpático en sus errores; estos son trágicos hasta en sus aciertos.