Muy serio, con el rostro pleno de inocultable satisfacción, flanqueado por su progenie, o parte de ella, Andrés Manuel López Obrador, al fin, después de tanto y tanto, pudo mostrar su victoriosa condición de presidente electo de México.

Ya solo falta la liturgia de la banda de seda y oro, bordada con los colores nacionales y el águila y la serpiente y los nopales y la memoria del lago y el islote. Aquí está ya, de plenos poderes investido, EL PRESIDENTE DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS.

Cuando eso ocurra ya nada será igual. El cambio habrá llegado formalmente, institucionalmente.

Muy lejos están los días cuando el Zócalo de la Ciudad de México, fue escenario para una puesta teatral escenificada por este mismo hombre y de cuya realización ya nadie parece acordarse.

Quizá aquella pantomima no sea ahora elemento justo para analizar la historia del movimiento de masas cuyo desenlace fue el asalto tumultuario a las urnas como no se había visto jamás en la historia de la dolida patria.

Hoy resulta oportuno (o al menos anecdótico) traer esas páginas al vasto campo del recuerdo. Tomo la reseña de la revista Proceso.

En ese tiempo, su fundador Julio Scherer, aun vivía. Su hijo, Julio; se dedicaba a otras cosas, y hoy es el coordinador jurídico de López Obrador. El primer Scherer murió en 2015.

“…(20.11.06) Justo diez minutos antes de las cinco de la tarde, Andrés Manuel López Obrador arribó al escenario púrpura que, al centro, exhibía el águila juarista, símbolo del escudo nacional en oposición al “águila mocha” que institucionalizó Vicente Fox.

“Mientras en el país se celebraba el 96 aniversario de la Revolución Mexicana, el tabasqueño tenía un motivo más de festejo, pues fue proclamado “presidente legítimo” de México en presencia de decenas de miles de personas que abarrotaron el Zócalo capitalino

“Tenemos a nuestro presidente legítimo”, gritó la cantante Regina Orozco, maestra de ceremonias, para ­luego entonar el himno nacional e iniciar así la ceremonia de toma de posesión, a la que se invitó a representantes de los sectores sindical, intelectual, ­económico, obrero, campesino y étnico

“Acudieron senadores, diputados federales y locales perredistas y el jefe del gobierno electo Marcelo Ebrard; de su lado, los mandatarios estatales surgidos de las filas del sol azteca enviaron una carta al tabasqueño para manifestarle su respaldo, según acotó la gobernadora de Zacatecas, Amalia García.

“La ceremonia estuvo enmarcada por el tronar de los ­cohetones que, a veces, se confundían con el ruido de los helicópteros de la policía que dieron decenas de vueltas por la zona Sin embargo, todo fue acallado por los gritos de la gente en cuanto vio entrar a López Obrador a la ­explanada del Centro Histórico, ya adornado para las fiestas navideñas.

“A las cinco de la tarde inició la ceremonia con el himno nacional entonado con el puño en alto.

Luego se presentó al gabinete alterno: José Agustín Ortiz Pinchetti, secretario de Organización Política; Gustavo Iruegas, titular de Relaciones Internacionales; Bernardo Bátiz, en Justicia y Seguridad, y Octavio Romero Oropeza, de Honestidad y Austeridad Republicana (ahora va a Pemex).

“A Mario Alberto DiConstanzo le tocó hacerse cargo de Hacienda Pública; Luis Linares Zapata estará al frente de Desarrollo Económico y Ecología; Claudia Sheinbaum rendirá cuentas en Patrimonio Nacional (ahora es jefa de gobierno de la CDMX); Bertha Luján será la secretaria del Trabajo (en el gabinete real lo será su hija Luisa); Martha Elvia Pérez Bejarano ocupará la Secretaría de Estado de Bienestar; Raquel Sosa ocupará Ciencia y Cultura; Asa Cristina Laurell estará en Salud y, finalmente, Laura Itzel Castillo atenderá funciones en Asentamientos ­Humanos y Vivienda

“La escritora Elena Poniatowska y la actriz Jesusa Rodríguez, comisionadas de la Convención Nacional Democrática (CND), fueron las encargadas de entregar a López Obrador su constancia como “presidente legítimo”…”

Elena, Elenita… la Jesusa, las Chulas. Ahora le tocó la señora magistrada Janine Otálora entregar el documento de presidente electo. Ya no hay más. En la toma de posesión no expiden certificados. Todo se simboliza en la banda tricolor en sesión de Congreso General. Y eso será en el cercano diciembre.

En aquella ocasión Andrés Manuel llegó al templete acompañado del fulgor de su lucha social. Nada más. Ahora fue al Tribunal Electoral con sus dos hijos nada más, en un gesto interpretado por algunos como el desplante ­monárquico de una dinastía política en ascenso: como sucedió con los Cárdenas, con los Alemán y con otros.

Pero si líneas arriba se habló de la inminencia del cambio y su irrupción, conviene reflexionar en algo tan obvio como inadvertido: no todo cambio mejora. No son metamorfosis infalibles los cambios sociales. Muchas veces después de Guatemala está Guatepeor, como dicen algunos.

Pero toda actividad humana es un cambio. A veces se cambia la postura pero no se interrumpe el sueño. A veces el cambio es de la pesadilla a la vigilia sudorosa; otras de la placidez dormilona al cubetazo de agua helada, pero lo esencial permanece.

¿Cuánto puede un hombre cambiar? La verdad poco, pues la figura y el genio recorren nuestro camino hasta la ­sepultura.

Muchas cosas se pueden moderar, otras disimular. ­Pero aquello por lo cual alguien es quien es, será y seguirá siendo.

Muchos se han admirado por los rasgos de “civilidad” de estos días de aterciopelada transición. Algunos se preguntan cuando comenzó esta tersura. Obviamente con la declaración de derrota de José Antonio Meade, dos horas y diez minutos de haberse cerrado la última casilla electoral y con la velocidad de una certeza visible desde las horas tempranas del proceso. Quizá desde antes de comenzar.

Ha sido tan evidente la dulzura —nacional e internacional—, como para conmover el corazón de Donald Trump quien se deshace en elogios para la “caballerosidad” de alguien a quien ni siquiera conoce personalmente , excepto por un telefonema y aquella malhadada carta en la cual Andrés Manuel se compara con él y comparte en pluma propia los elogios políticos de la perseverancia y la capacidad de cumplir las promesas de campaña, lo cual implicaría hasta un reconocimiento tácito a la construcción y financiamiento del muro de la ­frontera sur y de paso los motivos para hacerlo.

“Recibí llamada de Donald Trump y conversamos durante media hora. Le propuse explorar un acuerdo integral; de proyectos de desarrollo que generen empleos en México, y con ello, reducir la migración y mejorar la seguridad. Hubo trato respetuoso y dialogarán nuestros representantes”, escribió en Twitter López Obrador.

“El acuerdo con México está saliendo muy bien. Tenemos que cuidar a nuestros trabajadores automotrices y agricultores, de lo contrario no habrá acuerdo. El ­nuevo presidente de México ha sido un absoluto caballero”, afirmó en Twitter…

El tratado trilateral agoniza. Trump cumple otra promesa.

Pero mientras todo eso sucede, revisemos otra clase de noticias porque los descendientes de Mario Moreno ­Cantinflas se han quejado de la profanación de la cripta familiar. No se sabe si algo han sustraído de tan respetable sitio, pero esta columna encuentra una posible responsabilidad del futuro secretario de Seguridad Pública, ­Alfonso Durazo, quien se ha apropiado del estilo del cómico en el incomprensible discurso de la pacificación nacional.

“Andrés Manuel planteó su visión ‘no olvido, perdón sí’, y un grupo de víctimas tiene una visión distinta” (quien les manda ser víctimas).

“Andrés Manuel expresó su respeto por esa posición de este grupo; sin embargo, yo en lo personal estimo que si no tenemos capacidad para perdonar, va a ser muy difícil que construyamos una ruta consistente, permanente de pacificación nacional…

“…El perdón es un proceso personalísimo que tiene que ver con la paz interior de las personas ( ¿y esa paz es materia de política pública?, lo dudo); de las víctimas, para poder sacar y seguir adelante con sus vidas, pero sin olvidar lo ocurrido (¿y amnistiar no es olvidar?), y sobre todo con la certeza de que ese eventual perdón no se va a ­traducir, jamás, en un acto de impunidad por parte del Estado mexicano (¡Ah!, bueno) ”.

¡Ay!, Durazo, además de no saber nada de seguridad, le has plagiado su verborrea a Mario Moreno, quien ya no puede ni siquiera quejarse.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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