La situación de las prisiones en México es además de una aberración jurídica, una vergüenza nacional y una muestra de podredumbre política. Cosa invariable.

Si la prisión  es (o debería ser)  el eslabón final de una cadena de justicia –el castigo es parte del derecho–, aquí se muestra cómo el problema de la pudrición de la legalidad en México va de la cabeza a los pies, de principio a fin.

Fallan las policías, fallan los oficios del Ministerio Público, los médicos legistas no tienen conocimientos sino habilidades técnicas en el mejor de los casos, los juzgados no se mejoran ni con los intentos acusatorios y oralidades escenográficas, cuya finalidad es descongestionar las prisiones y mejorar la mercadotecnia de los privilegios; no establecer la verdadera reparación  social generada por el delito.

La clasificación de las prisiones en este país es una verdadera burla. Hay reos en cárceles de adobe con candados de plástico y en todas partes se cuecen fugas. Lo mismo ahí o en las intermedias, estatales, municipales o de “alta” seguridad. Suena a chunga.

Salir de la cárcel es sencillo: se necesita un abogado habilidoso o un par de zapatos tenis.

los reos ni siquiera se toman la molestia de apagar las cámaras de “seguridad” y marchan saludando al público como si fueran a una eliminatoria para los cien metros libres como ha sucedido en Zacatecas, Tamaulipas o Sinaloa.

Pero no son las fugas el peor síntoma de la pudrición del sistema. No son los reos evadidos el problema, son quienes viven dentro de las murallas de papel quienes forman parte de una industria en cuyos departamentos se alimentan otras actividades mafiosamente controladas.

La venta de drogas, el, tráfico de teléfonos, las extorsiones, los arreglos para salir a robar y volver a la mañana siguen con el debido reparto para alcaides y custodios; la venta de protección , la prostitución interna y de visitantes,  el negocio de la visita íntima, lo poco íntimo de la efímera cama conyugal, el mercadeo de todo haber necesario para la vida, los jabones de 200 pesos, los cigarrillos de 100 cada uno, el clima de terror, las golpizas, los cacicazgos, las violaciones, la servidumbre, los patronos de crujías y pabellones, el equilibrio de la furia y la fuerza,  la sociedad indestructible entre una autoridad delegada y una institucionalidad inexistente; la subasta del dolor y la pena, el alma rota de quienes nunca sabrán siquiera los motivos de su ingreso y su larga permanencia.

Y junto a eso la más pastosa de las peroratas, la de los expertos en prisiones o “derechos humanos” (como si la cárcel no fuera la limitación de algunos derechos sociales y políticos), los filósofos de la “reinserción  social” o la “readaptación”; los mentirosos de siempre, los leguleyos de la baratura filosófica cuyo concurso no solo mantiene condiciones de ergástula, sino también lujosas ínsulas de privilegio y autogobierno, lo cual es una forma disimulada de llamar la falta de un orden reconocido para dejarlo todo en la autoridad espuria.

Lutero oficia en la iglesia y los fieles hacen como si nada estuviera ocurriendo.

Sólo así se explican estos párrafos sombríos, hilarantes en el fondo, porque la irresponsabilidad y el cinismo a veces, hasta causan risa. Sobre todo si junto a esto escucha uno los discursos de la autoridad federal. Todos son de carcajada.

“(SDP).- Lamentablemente, no es novedad que en las cárceles del país algunos reos gocen de privilegios, pero en el penal de Puente Grande, en Jalisco, de plano, los integrantes del crimen organizado arman mega pachangas con todo el descaro.

“Por cierto, ese penal es conocido como “Puerta Grande”, desde que la noche del 19 de enero de 2001 se fugó Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”, líder del cártel de Sinaloa, escondido en un carro de lavandería.

“De acuerdo con lo conocido  con base en información de Milenio, el “Cártel de Jalisco Nueva Generación” organizó un «narcorreventón» en Puente Grande (diciembre del año pasado) , donde se disfrutó de bebidas alcohólicas y de grupos musicales, entre ellos “Los Buchones de Culiacán”.

“En un video, de alrededor de dos horas de duración, se muestra a José Luis Gutiérrez Valencia, «El 77» o «El Ojo de Vidrio», mejor conocido como «Don Chelo», quien presuntamente organiza la fiesta y es identificado por controlar el penal…

“Él es padre de la pareja sentimental de Rubén Oseguera, «El Menchito», hijo de «El Mencho», líder de esa organización criminal.

“Dicho festejo se habría llevado a cabo entre diciembre de 2015 y marzo de 2016.

“En la fiesta, los hombres presentes que portan cangureras, están en todo momento atentos de lo que el jefe pueda necesitar.

“Como el festejo se dio en día de visita familiar, al evento asisten mujeres y niños.

“De acuerdo con lo detallado, el video lo mandó a hacer el propio «Don Chelo», y lo grabó en cd’s, que luego distribuyó entre sus invitados”.

Y ahora a revisar las “investigaciones” de las Comisiones de Derechos Humanos y escuchar los discursos, muchos discursos, muchas promesas…

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

Deja una respuesta