Por muy poco como parezca, la expresión de hacer el oso, proviene, aunque quienes la usamos con frecuencia no lo sepamos, de la alta literatura.
En Madame Bovary, Gustave Flaubert, la atribuye a los afanes humanos de perfección y trascendencia y dice, quisiéramos que nuestras palabras conmovieran a las estrellas y nada más nos comportamos como el oso torpe que baila al compás de un cucharón y una cazuela.
Yo ignoro si Marcelo Ebrard conoce esta novela inmortal, lo supongo. Su educación lo sugiere posible. Pero su baile de oso torpe hace un par de días, es antológico.
–¿Por qué?
Por varias razones. La primera, su abierta transgresión de promover la organización de un gobierno al cual en este momento (formalmente), no persigue. Se trata, dicen, de coordinar los afanes comunes de defensa de la cuarta Transformación.
Pero de ahí a inventar un ministerio de la Cuarta Transformación, con una subsecretaría de la Independencia y otra de la Reforma y una más de las Revolución (esos son añadidos míos) ya viene resultando grotesco, además de lambiscón en extremo.
Pero anunciar como titular de ese esperpento administrativo (la 4T es cuando mucho un lema de campaña), al hijo del señor presidente, el señor Andrés López Beltrán, quien ni tardo ni perezoso lo manda por el cucharón y la cazuela, para proseguir la danza plantígrada, ya hay una distancia.
Por eso el presidente dio ayer:
“… ya voy a terminar el gobierno y también ya me retiro, no me quedo como dirigente, no voy a quedarme, lo he dicho varias veces, como líder moral, mucho menos como jefe máximo, caudillo, cacique; yo termino en septiembre el año próximo y me jubilo.
Entonces, la transformación va a continuar y requiere de dirección, requiere de quien le dé continuidad, a quien voy a entregar la estafeta del movimiento de transformación, pero no quiero opinar sobre el proceso.
Además, ya lo he dicho muchas veces, estamos iniciando una etapa nueva sin tapados, sin destapes, sin dedazo, sin acarreos, sin ¿cómo le llaman?, cargada, y no tenemos favoritos, todos los que están participando merecen nuestro respeto, y no va a ser el presidente el que va a decidir, va a decidir el pueblo, la gente, porque esa es la auténtica, la verdadera democracia.
Entonces, mi familia cercana, mis hijos, mi esposa Beatriz, no nos metemos en nada en este proceso.
Ese descolón, del padre y del hijo (nomás faltó el espíritu santo de Macuspana), contrasta mucho con estas palabras presidenciales del lunes:
“…lo más conveniente sería que yo no hablara, pero como ya se dio a conocer aquí y sí pienso que perjudica a Marcelo Ebrard, tengo que defender a Marcelo.
“No conocía de este expediente, pero ¿pero por qué lo defiendo? No es por estar tomando partido, yo nada más voy a esperar lo que opine la gente. ¿Para dónde va Vicente? Para donde va la gente. Voy a ir hacia lo que la gente diga.
“No hay, no ha habido tapado, destapado, dedazo, cargada. El presidente no va a imponer a su sucesor como era antes, no somos iguales, y tengo que buscar que haya equidad.
“No sabía esto, pero sí sabía que Marcelo fue objeto de una persecución en ese tiempo. Por eso es extraño que se haya cancelado un proceso en su contra, porque Marcelo era mal visto por el gobierno anterior, me consta.
“Tuvo incluso que irse a una especie de exilio voluntario, porque había una lanzada en contra de él, se le acosó, porque le echaban la culpa de que él había entregado los documentos del Registro Público de la Propiedad sobre la famosa casa blanca y a partir de ahí lo empezaron a hostigar.
“Entonces, hay que tener estos elementos. Lo mismo, no puede haber texto sin contexto, no puede haber una denuncia sin tener todos estos alimentos…”