La historia no es la narración de hechos pasados. O no es sólo eso, dicen algunos.

No es el historiador, de ninguna manera, el excéntrico anticuario de las ciencias sociales. El registro de los hechos pasados, no es aspiración política de nadie, para eso están los doctores y las doctoras en Historia (con H). 

La verdadera ambición , la corona en la testa del megalómano, es hacer historia; trascender, no comprender. 

Para saber sobre los viejos textos y las narraciones de los hombre están los eruditos. Para construir enormes torres cuya sombra marque los tiempos venir, están los políticos, quienes siempre dicen sembrar para el futuro y hallan en el porvenir su seguro de vida y la justificación de sus acciones. 

Invocar al futuro, es decir, lo inexistente, lo incierto, lo apenas insinuado, sirve para justificar las maniobras del presente y valorar las acciones en favor de ese dibujo de humo, de esa raya en el agua, llamados porvenir. 

En esa línea se piensa,  si el pasado no es recuperable, ni transformable, al menos es abominable. Si no vuelve la vida tras sus pasos y no remediamos los errores del tiempo ido, al menos se debe condenarlos y en el nombre del anatema ir veloces en sentido contrario. 

Ni con una tina en la ribera nos volveríamos a bañar en las mismas aguas ni mucho menos en el mismo río, dijo el licenciado Heráclito Pérez interrogado por Herodoto González. 

Por eso la construcción del futuro se hizo sobre los cimientos de los destruidos templos conquistados, dice la historia colonial. 

Y en ese sentido se inscribe, al menos filosóficamente, la proclama de este gobierno cuya finalidad no es la justicia, ni el progreso, ni la riqueza, ni la cultura, sino (con esos elementos) la “Cuarta Transformación” del país, en cuyo inevitable advenimiento, todo lo demás llegará por añadidura. 

Pero mientras llega, los ejércitos judiciales –con el Fiscal General de la República AGM, al frente de todas las legiones– son oportunidad para varias cosas, como el caso ERLA demuestra.

Confirmar, primero la metástasis de la corrupción como forma perversa de la pasada vida política. Y quizá de la pasada vida en general. La de ahora ya no, conste.

En todos los campos la codicia se hizo presente y degradó a su paso los pastos  como un Atila montado en su caballo “Glifosato”. No volvió a crecer ni un elote.

 Todo se manchó. El fraudulento escenario electoral, la vida parlamentaria,  la concesión de la obra pública,  las labores policiacas,  las alianzas perversas con criminales de toda laya y en la construcción de un “narcogobierno”, primero y un “caco-gobierno”, después. La pudrición, pues.

Y digo Caco-gobierno, en memoria de aquella recuperación de José Emilio Pacheco, quien como Juvenal se preguntaba: 

“…Con todo su saber y su gran estilo 
“¿Ganó Horacio en su vida entera 
“Lo que gana en media hora el procónsul Caco Nepote?”

Por eso ahora es importante ver cómo las intenciones no se limitan a castigar las conductas desviadas sino para juzgar a una idea, un pasado apenas definido por una fórmula, una frase, una marca o un fetiche, como sea,   y al cual se denomina “periodo neoliberal”.

“…Ya ustedes conocen mi postura acerca de juicios a ex presidentes, nos lo dijo ayer la voz del Palacio Nacional:

“Lo he externado, lo dije desde la campaña y en el discurso de toma de posesión hablé también sobre el tema. 

“He dicho que, en el caso de los ex presidentes que sean juzgados, debe de consultarse a los ciudadanos y que se tienen que tomar en cuenta cuando menos los del periodo neoliberal, esto es Salinas, Zedillo, Fox, Calderón, Peña Nieto y que la gente decida, porque no fue un sexenio nada más, es un periodo de saqueo, de destrucción del país.

“Entonces, tendría que recurrirse a una consulta y yo sostengo que había que pensar hacia adelante lo que estamos haciendo, que ya no haya corrupción, porque es el principal problema de México…”

Si ese diagnóstico fuera enteramente cierto, sin componentes teológicos, la “Cuarta Transformación” (en sentido negativo) fue el “neoliberalismo”.

 Nos transformó de una república en un narco Estado y con la ubicua corrupción, lastimó la bondad esencial del bondadoso pueblo hasta volverlo una masa informe y equivocada.

El abatimiento total de esas herencias y sus vestigios nos llevará a la “Quinta Transformación”, cuyo nombre y fecha aún no conocemos. 

Mientras tanto comienza la fiesta de las delaciones.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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