Ya podrán algunos sociólogos de tupidas cejas o sicólogos de masas especialistas en el análisis del complejo componente mental y emocional de los mexicanos, explicarnos cómo nos abruma a los aquí nacidos la opinión de los extranjeros sobre nuestras humildes personas, pero casi se podría decir, hay un momento en el cual impotentes ante la realidad nacional y sus tarahumaras miserias, salvar al orbe una vez probada la incapacidad para salvar a la patria injusta, sangrienta y dolorida.

No importa si la ciudad de México es el paraíso de los hoyancos el agua escasa y el transporte del caos, lo importante es disfrutar el orgullo de sabernos representados por el Mejor Alcalde del Mundo quien se apresta a buscar por el orbe –ancho y ajeno–, los fondos suficientes para lograr el salvamento planetario ante el complejo problema del cambio climático global.

Pero no es cosa de estos día recientes. Es un asunto histórico, quizá desde el nombramiento de don Benito Juárez por un congreso extranjero, Benemérito de las Américas, como tal ocurrió en 1865 por iniciativa de los legisladores colombianos de Cauca.

Hoy no podríamos quedarnos atrás y llenos de orgullo legítimo nos sentimos felices por la designación de nuestro bien amado líder, Don Felipe Calderón quien ha sido declarado por los organizadores del Foro Económico de Davos, como estadista global, lo cual, es una verdadera maravilla.

Esta distinción fue respaldada quizá por el certero diagnóstico de la bazuca y la pólvora, cuyos planteamientos económicos de aplicación internacional, esta columna se permite reproducir así sea parcialmente, pues ha sido de alta calidad y notable impacto su pronunciación en el ya dicho foro de los Alpes Suizos:

“El liderazgo demostrado por el Presidente Clinton (relata nuestro presidente en su análisis del origen de todas estas circunstancias) fue un factor determinante. Él asumió, y hay que reconocerlo, un gran riesgo político enfrentándose a gran oposición nacional para apoyar a México y evitar que la situación se saliera de control.

“A final de cuentas, ¿qué pasó? “

–México ajustó sus finanzas, recuperó su crecimiento y los Estados Unidos recuperaron todo su dinero con intereses, con buena rentabilidad, además (aquí obviamente se refiere al “Rescate clintoniano de nuestra economía).

“Ahora, aprendiendo de esas experiencias, diría yo que es importante; necesario, importar la credibilidad, por decirlo de alguna manera. Y para hacer esto es donde las economías grandes del G-20 y las instituciones financieras internacionales tienen un papel que desempeñar (obviamente esta prosa un poco empedrada es debido a la traducción, pues el señor Calderón habló en inglés).

“Además de ajustes audaces y creíbles es importantísimo crear una pared de seguridad (firewall, le llaman los angloparlantes”; muro de fuego, cortafuegos, le llamarían otros) para evitar que se esparza el pánico y proteger a los países que son solventes, pero que carecen de liquidez, como las economías de cuarto nivel del mundo, Italia y España, por ejemplo. En otras palabras necesitamos sacar la bazuca de manera inmediata, antes de que la pólvora se empape. Ese es el riesgo al que nos enfrentamos (aquí el asunto de la bazuca y la pólvora mojada es una simple licencia poético-artillera).

“Esta pared de seguridad, de protección, más que una fuente de dinero en sí, es una fuente de confianza que necesitamos.

“Y aquí existe una paradoja y es ésta. Entre más dinero uno le invierte a esta pared de protección, más confianza se crea, y entre más confianza se crea, menos dinero necesita uno utilizar. Por lo tanto, la conclusión es que entre más dinero se compromete, se invierte, menos dinero se va a gastar.

“Y lo opuesto, también, aplica. Entre menos dinero se tiene que invertir en esta pared de protección y entre más uno titubea, más dinero costará a una economía grande. Y esto, ciertamente, no es una tarea que aplica solamente a los europeos. Es una tarea que nos aplica a todos en el G-20, también. No se les olvide que todos nos encontramos en el mismo barco”.

Esa náutica alusión presidencial resulta de lo más oportuno cuando por el mundo se esparce el llamado síndrome de Francesco Schettino, capitán del Costa Concordia cuyo cinismo irresponsable se parece al de muchos políticos diestros en eludir las consecuencias de sus actos o sus omisiones.

Pero volvamos al texto presidencial:

“La falla de una estrategia de contención significará no sólo una implosión potencial del euro, pero una crisis económica con consecuencias devastadoras para el resto del mundo.

“Ya que la “importación de la credibilidad” es tan necesario en estos momentos para ser un imperativo, para fortalecer las instituciones financieras internacionales, como el Fondo Monetario Internacional y las agencias de apoyo financiero europeo.”

El recetario económico planteado por el Presidente en seis notables puntos, de los cuales ya ha dado noticia la prensa en estos día y no tiene caso insistir en ellos pues van desde la atención a la pobreza y la disciplina fiscal y una adecuada política cambiaria y todo cuando nuestro Banco Central y nuestra Secretaria de Hacienda hacen con rigor y tino desde hace años, resulta de lo más adecuado.

Y en ello hallamos eco de otros esfuerzos nacionales de redención planetaria. Nadie podría, teóricamente estar en contra por ejemplo de aquella célebre iniciativa de Luis Echeverría para instaurar en las Naciones Unidas las responsabilidades y los derechos de los países miembros, en una carta llamada así, precisamente de Deberes y Derechos Económicos de los Estados.

No podemos olvidar tampoco los profundos planteamientos de don José López Portillo para balancear las disparidades del Norte industrializado y rico y el Sur miserable y caluroso, en aquella bonita y lucidora conferencia de Cancún donde la opulencia y la miseria se dieron un chapuzón en las aguas de turquesa.

Intenso es en cada sexenio el interés mexicano por el mundo. Ernesto Zedillo promovió e inauguró en las Naciones Unidas (quien lo diría ahora, 50 mil muertos y dos gobiernos después) una Conferencia Internacional contra las Drogas cuya utilidad quién sabe dónde haya quedado, pues hoy en el mundo se consumen más y se maneja más dinero sucio.

NASSAR

Por años su nombre fue pronunciado con la reverencia del miedo. Miguel Nassar Haro fue por décadas símbolo del poder negro del Estado al servicio del gobierno contra agitadores, revoltosos, comunistas y apátridas de diversa catadura.

Quizá no haya habido felonía imaginable de la cual no se le acusara. Persecusión, espionaje, narcotráfico, tortura, desaparición forzosa, impunidad absoluta ya para delitos encubiertos bajo la sombrilla de la siempre invocada seguridad nacional o para otros tan vulgares como el robo de automóviles.

Nassar conoció todos los excesos imaginables y algunos más de los cuales nadie vive para dar testimonio, pero nunca pagó por nada pues en la lógica del poder era inocente. Inocente y necesario.

Sin embargo, como Edgar Hoover el omnipotente espía interior del gobierno de Estados Unidos a quien Nassar conoció en la contemporaneidad el viejo policía vio menguar su poder mientras se alzaban nuevas modas y nuevos modos de investigar y prevenir en una sociedad a pesar de todo más democrática y abierta.

Murió repudiado, abandonado y execrado por los mexicanos quienes ya no hallaban motivos para temerle, cuando más para despreciarlo como un pícaro ladrón de coches usados, arraigado en su casa bajo el denigrante pretexto de la demencia senil, sin un miligramo para el arrepentimiento.

JOSEFINA

Veo a Josefina Vásquez Mota. Elegante y compuesta pero extremadamente delgada.

–Te veo cansada, Josefina.

–Ha sido mucho trabajo, me comenta con una sonrisa.

“Pero ya faltan nada más unos días”.

Pues aunque no sea cosa de fortuna, te deseo suerte, Josefina.

Gracias, la suerte cuenta, me dice sabedora de mis viejas aficiones taurinas. Como en los toros, suerte, que salga bueno el toro, que no haya vientos contrarios.

–Ojalá, Josefina, le digo.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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