No Hace falta ahora describir las órbitas de los cuerpos celestes, incluido la Tierra. Todo mundo lo sabe y quizá por 4eso nuestro comportamiento es un tanto cíclico: las cosas van y vienen casi siempre iguales. Vivimos el retorno, cosas ya vistas, hechos ya sabidos.
Y ni aun así aprendemos nada.
Lourdes Márquez Morfín y América Molina del Villar han descrito con enorme rigor cientìfico estas datos antes inconexos. Por ejemplo:
“A mediados de 1917 el país padecía las consecuencias de la guerra civil: destrucción de campos, ciudades, vías férreas, interrupción del comercio, de las comunicaciones, fuga de capitales, epidemias y escasez de alimentos (Ulloa, 2000: 809)”.
Hoy no libramos ninguna giuerra civil pero vivmos en un ambiente de división social y política social acentuado por una prédica divisionista y obsesiva, cuyo ardor separa a la nación en bloques: los conservadores contra los transformadores. O el transformador contra. todo aquello ajeno a su credo.
“En ese año –agregan las investigadoras–, se inició la presidencia constitucionalista de Venustiano Carranza, que enfrentó graves problemas políticos, militares, económicos, internacionales y sociales. Después de 30 años de Porfiriato y de siete años de lucha armada, debía institucionalizarse la elección de las autoridades, y la clase militar debía sujetarse a la autoridad civil, así como respetar las garantías individuales”.
Hoy tambien se tata de someter a los “rebeldess” y se inaugura una nueva etapa de consitucionalismo sin constitución. El reformiosmo legislatiovo nos ofrece una ley myopr para cada año del sexenio. La clase militar no se ha sometido a la autoridad civil: se ha convertio en su guadrdaespaldas y su socio en los proyectos nacionales o al menos proyectos personales presentados como urgentes y necesarios. Caperichos, pues.
“..La tarea no fue fácil –dicen– y Carranza continuó su labor de pacificación y sometimiento de los villistas y zapatistas, así como de otros grupos rebeldes y contrarrevolucionarios. Las campañas militares agravaron el problema económico del país, debido a la destrucción de las riquezas nacionales y a que gran parte del presupuesto gubernamental se destinó al gasto militar.
“Una parte importante de la fuerza laboral había muerto o quedó inutilizada por la lucha armada, y otra había emigrado, como hacendados, empresarios y profesionales. Además, la Primera Guerra Mundial impidió que fluyeran a México el comercio y la inversión extranjera, lo que imposibilitó la reactivación económica (Garcíadiego, 2004: 248-252)”.
Hoy los capitales no vienen porque se les cambian las reglas del juego y no se cumplen ni siquiera las firmas en el Tratado Comercial TEMEC, con americanos y canadienses.
Estas son otras similitudes entre la epidemia de influenza de 1918, cuya letalidad fue mayúscula, y la actual pandemia cuya terquedad nos mantiene todo el tiempo con el Jesús en la boca o por lo menos en el cubre bocas y cuya contabilidad mortuoria no es evidencia de nada sino recurso reaccionario para oponerse al gobierno transformador.
Los trescientos mil y más muertos simplemente son cómplices de la reacción. De seguro se murieron por pura maldad.
“La pandemia de influenza mejor conocida ocurrió en 1918, cuando recorrió el mundo con enorme rapidez, en sólo cuatro meses (Barnes, 2005; Crosby, 1976; Fuji- yama, 2003; Johnson, 2006). Los primeros cálculos so- bre la morbilidad indicaban 20 millones de contagiados, actualmente se piensa que fueron entre 40 y 50 millo- nes a nivel global. Se estima que la letalidad osciló entre 2.5 y 5% de la población mundial (Potter, 1998: 1-22; Taubenberger y Morens, 2006: 1-22). El efecto de la pandemia fue desigual, el área más afectada fue las islas del Pacífico, en Asia. La epidemia arrasó con varias comunidades y desapareció tan rápido como llegó. Los reportes coinciden en lo desastroso del evento.
“Los médicos, los servicios de salud, los de la comunidad y los funerarios se vieron rebasados. Se acondicionaron escuelas, galerones o cualquier edificación útil para alojar al enorme número de enfermos en camastros, totalmente hacinados.
El número de doctores y enfermeras fue insuficiente…”
Y en cuanto a la deficiencia estadística, en aquellos tiempos, con una población muchísmo menor a la actual, había entre 200 y 600 contagios diarios, y murieron –según datos oficiales y sólo en la ciudad de México-, dos mil muertes directas o asociadas con la enfermedad.
A pesar de lo exhaustivo de la búsqueda no se sabe si don Venustiano Carranza atyribuyó las defunciones y su conocimiento, como parte de una maniobra para “golpear” a su gobierno constitucionalista.
Pwero si hubo medidas de excepcionales:
“ Suspensión del tráfico en las calles de las 11 p.m. a las 4 a.m. Se castigaría a los infractores con una multa de 5.00 pesos. En esas horas se llevará a cabo el aseo de las calles “precedido del riego”.
Ahora el riego es a todas horas. A todas horas “la riegan”.
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