Aun cuando la mayor anécdota no sangrienta del grupo armado colombiano, “M-19”, al cual pertenecía Gustavo Petro (hay cosas peores), fue robarse la espada de Bolívar, su ideología era vecina de otros grupos cuya violenta persistencia los acercó irremediablemente al narco guerrillerismo.
Tanto como para conocer hoy, de primera mano (un hijo de Petro), sobre el financiamiento de la campaña presidencial del ex guerrillero con capitales provenientes de ese maridaje todavía vigente.
Los guerrilleros colombianos y sus socios narcos ayudaron al actual gobierno a tomar el poder. Y ya vemos ahora con cuáles consecuencias.
Por eso, aun cuando uno quisiera tomar en serio la reciente conferencia sobre drogas en Latinoamérica y el Caribe, nada más dan risa la bobera y el cinismo. Quien sabe cuál de las dos.
Bobada no son los dichos del emotivo parloteo conjunto de Petro y el presidente de México, Don Andrés Manuel. Estupidez es imaginar que alguien los va a tomar en serio.
México ahora, –así como Cuba exportaba su revolución en los años sesenta–, ha sacado al mundo su recetario del fracaso: abrazos; no balazos y siembra de arbolitos.
Por cierto, valga una digresión: el ahuehuete de Reforma, el segundo, exhibe una preocupante lasitud. En la 4-T es posible conquistar una candidatura presidencial pero no sembrar un ahuehuete sin verlo languidecer al poco tiempo.
Pero volvamos a Colombia donde su gobierno enlaza al Mono Jojoy (Víctor Julio Suárez Rojas) con el Libertador Bolívar.
Por si usted no conoce a don Jojoy, le cuento brevemente.
Era el más sanguinario de los terroristas colombianos cobijados bajo la bandera de la lucha libertaria en las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia- Ejército del Pueblo (FARC-EP).
Frente a este y sus compañeros, el grupo donde militaba Petro, se explicaba de otra forma:
«–Esta era una concepción completamente diferente a la del ELN, las FARC, el Partido Comunista o los diversos grupos de izquierda universitaria, que entablaban un diálogo con modelos como el soviético, el cubano o el chino, mientras que nosotros pensábamos en un proyecto propio nacionalista y democrático».
Pero estos demócratas nacionalistas un día asaltaron y le prendieron fuego al Palacio de Justicia (1985). El saldo fue de más de 100 muertos y desaparecidos, incluida una docena de los magistrados de la Corte Suprema.
A pesar de una manipulada investigación de la Comisión de la Verdad (dichas comisiones siempre producen verdades sospechosas), nunca se aclaró la otra versión: la toma fue ideada y financiada por el cartel de Medellín para proteger judicialmente a los narcotraficantes complicados con militares, paramilitares y guerrilleros.
Por todos estos antecedentes dan risa estas lindas palabras de Petro:
“…Hay un dicho popular en Colombia, que es ser papistas que el papa, es decir, repetir el discurso oficial de la lucha o de la guerra contras las drogas durante 50 años, repetirlo y repetirlo, porque creemos que, si nos separamos una coma, que si decimos: Oiga, esperen, ustedes no tienen razón, señores de la unión norte o señores de Naciones Unidas, o señores del gobierno de los Estados Unidos, o señores del gobierno ruso, no tienen razón, entonces nosotros mismos no lo decimos, nos auto censuramos porque le tenemos temor a que nos digan que estamos aliados con el narcotráfico…”
Y esto no tiene desperdicio:
“¿Qué es lo que nos saca siempre adelante?
la ventaja que tenemos de que nuestras familias son muy fraternas, muy unidas. Y esto viene de lejos, no es de que como en otros pueblos, lo digo con todo respeto, los jóvenes llegan a la adolescencia y ya se tienen que ir de la casa; aquí no es así, por eso hasta abusan y se quedan más de la cuenta, pero son nuestras costumbres, nuestras tradiciones.
¿Qué hacen los jóvenes solos? ¿Qué, no es importante el amor en la familia, el apapacho?
“…De modo que tenemos que fortalecer todos estos valores…” Una monada.