Varias cosas marcaron para siempre la vida en la ciudad de México en la segunda mitad del siglo pasado. Fueron de tanta y tan profunda intensidad, como para asentar sobre ellas la vida contemporánea.

El movimiento estudiantil de 1968 es una de ellas, obviamente y la inauguración del Sistema de Transporte Colectivo (Metro), otra. También años más tarde la sacudida terribles del terremoto mayor de 1985; pues el segundo ya no tuvo efectos mayores, pero eso queda para otras reflexiones.

El Metro de la ciudad de México fue la obra cumbre del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz opacada y borrada de la historia, casi, por los hechos de sangre y el fin de una época, pero fue también una ocasión para hacer política (y dinero, obviamente).

El jefe del Departamento del Distrito Federal, el general Alfonso Corona del Rosal, quien modestamente se mandó hacer una glorieta en el cruce de Insurgentes y Chapultepec, buscaba la presidencia desde su doble condición de militar y licenciado. El verde olivo y el tricolor. Corona había sido, entre otras cosas, el más duradero de todos los presidentes del PRI (cuando era PRI) en la historia. Pero ni así pudo. Los conflictos entre varias facciones el Ejército generaron la cruel desembocadura del movimiento del 68; según se ha documentado hasta la fatiga (Montemayor dixit).

El Metro de la ciudad de México fue, como otras muchas cosas, una falsa apariencia para la modernidad nacional. La primera línea, inaugurada en 1969, tenía 19 kilómetros y ya nos hacía sentir dueños del mundo. Nueva York, en una telaraña de túneles y puentes y vías subterráneas, tenía casi 500 kilómetros. Para ellos la modernidad había comenzado un siglo atrás, como en Londres o París (¡Ay! Siempre tendremos París).

Alguna vez he relatado aquí el desencanto y la historia de la pelirroja.

En un arranque de influyentismo, llevé a una joven estudiante de literatura venida de Chicago a conocer el novísimo Metro cuya inauguración estaba cercana (septiembre de 69).

Caminamos por la plaza de Insurgentes, con sus andadores y su cúpula (semejante a la del Museo de Arte Moderno, con pasos resonantes por el eco); de muros cubiertos con falsos glifos prehispánicos y vimos los andenes (¿podrá algo superar en tristeza a la estación de San Cosme por donde se aleja una mujer para siempre?) y nos admiramos con la esbelta perfección las columnas y nervaduras de Félix Candela en la estación Candelaria y ella guardaba un comedido silencio, recatada ante la presunción de los “nuevos ricos” de la tecnología y el transporte.

Por esos días (20 de julio) nos reunimos en la casa de un amigo y en una pantalla de blanco y negro (tampoco habíamos inventado la televisión ni los cohetes espaciales, ni la penicilina, ni el café instantáneo, ni la música de rock), vimos bajar a Neil Armstrong a la Luna con su frase del pequeño pasado para el hombre el enorme salto para la humanidad, y entonces entendí de golpe y porrazo las verdaderas dimensiones del atraso de mi país; lo enorme de la brecha y la histórica imposibilidad de convertirnos en una nación tecnológica y avanzada.

Habíamos inaugurado un trenecito hecho en Francia, mientras los gringos se apoderaban de la Luna, después de haberse apoderado a la Tierra.

Hoy el Metro tiene doce línea en las mismas condiciones de dependencia tecnológica del principio. Y el servicio no puede ser cubierto por los usuarios. Al menos no por todos los usuarios. Entonces el gobierno debe subsidiarlo; es decir, asimilar la diferencia entre el costo y el cobro y apechugar con la sangría, lo cual se traduce en un servicio deficiente y a la postre más caro, con cientos de trenes detenidos, vagones descascarados y estaciones medio en ruinas. .

Y en las mejores condiciones se aumenta la tarifa, después de simulaciones de consulta y con tacto de cirujano, con excepciones para los más desvalidos, para los ancianos, para los enfermos o disminuidos y si el costo es de diez se aumenta a cinco con lo cual el modelo sigue igual, pero algo es algo, cualquier ingreso adicional sirve para disminuir la grieta cuya dimensión debe llenarse con la argamasa del subsidio.

Poner el Metro a quince pesos el boleto por ejemplo sería una convocatoria a la revuelta. Y el horno no está, ni ha estado, ni estará, para bollos.

Pero ahora tenemos nueva tarifa. Paliará, pero no resolverá el problema, pues ya se sabe. En esta ciudad ningún problema tiene solución. El asunto no son los problemas de la ciudad –así arribemos a la Reforma Política del DF–, sino la ciudad misma, nacida de la imposición, asentada en el peor lugar, maltratada históricamente, vejada y sobrepoblada en un abierto desafío a la lógica, a cualquier lógica, excepto a la surgida de esa extraña condición de ser mexicano y convivir con el águila, la serpiente y el nopal, todos los días, en medio del tezontle y el asfalto; la mercadería robada y la interminable agonía de la laguna.

COAHUILA

Aplicada por el INEGI por tercer año consecutivo, la Encuesta Nacional
Sobre Victimización y Percepción sobre Inseguridad muestra a Coahuila como uno de los estados con mayor disminución tanto en delitos como en víctimas, informó Adrián Franco Barrios.

El Director General de Estadísticas de Gobierno, Seguridad Pública y Justicia del INGI, expone estas cifras: mientras nacionalmente hubo un aumento en las víctimas del 12 por ciento; en Coahuila este índice se redujo en 14 por ciento.

«A nivel nacional, mientras que hubo un aumento en los delitos, del 20 por ciento; Coahuila lo pudo reducir al 32 por ciento. Coahuila es de los cinco, seis estados con reducción importante en términos, tanto de delitos, como de víctimas».

La encuesta fue aplicada de forma presencial entre los meses marzo a abril de este 2013 en 95 mil hogares en la República, en más de tres mil viviendas en Coahuila y es una de las más grandes del mundo, además de las más confiables por realizarse de forma directa, dijo Franco Barrios.
«Coahuila tiene una reducción importante, considerando, digamos, sobre todo el tema de cómo se encuentra el estado de la seguridad pública a nivel nacional. Los delitos, por ejemplo, por cada 100 mil habitantes, para Coahuila, pasaron de 26 mil 558, por cada 100 mil habitantes, en el año 2011; a 17 mil 870 por cada 100 mil habitantes.

Eso es una disminución del 32 por ciento. Eso es un dato importante para Coahuila». Las víctimas de delitos pasaron de 22 mil 944, a 19 mil 540 por cada 100 mil habitantes, es decir, una reducción del 14.8 por ciento por cada 100 mil habitantes. «Ambos son datos importantes para el estado”.

MANLIO

El coordinador del grupo parlamentario del PRI en la Cámara de Diputados, Manlio Fabio Beltrones pronosticó la aprobación de la Reforma Política con un amplio margen.

La enmienda –considera el sonorense–, contiene elementos de avanzada, para proseguir en la transición democrática y consolidar el régimen político a partir de un nuevo diseño institucional, con reglas y órganos electorales, con mayor respeto al voto y una competencia justa en lo federal y lo local.

PAPAL Y EVANGÉLICO

Como no puede ser de otra manera, el PRD se dice y se contradice.

¿Si ya sus dirigentes (las dirigencias, como dicen los ignaros) se salieron del Pacto, cómo entonces van a reuniones del mecanismo de concurrencia política, como hizo recientemente Jesús Ortega para hablar sobre la reforma del DF? ¿Somos o no somos?

Pues somos cuando conviene y dejamos de serlo cuando así se debe. ¿Está claro?

Pero en otras expresiones de ese amasijo incomprensible llamado “las izquierdas”, también se cuecen las habas.

Mientras Andrés Manuel López Obrador murmuraba, este es mi hijo muy amado en quien tengo puestas todas mis complacencias, supuestamente para evitar rebatiñas en el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), Martí Batres, presidente del larvario partido, se “arrempujaba” con el “Hijo del hombre”, en la conducción de las proclamas en el cerco al Senado de la República, con lo cual se quiere defender la “joya de la corona”, mientras al líder se le abolla la coronaria.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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