Llega septiembre y con él los carritos llenos de banderas por algunas calles. El año pasado fuimos Centenarios y Bicentenarios. Ahora no y las cosas son iguales. La única diferencia son nueve o diez mil muertos más.

Diez meses faltan para las elecciones (el teclado insistía en escribir “las peores elecciones”) de los tiempos cercanos. Hoy se espera al proceso electoral con el ansia de antaño para ver la Copa del Mundo.

Si el 2006 fue un problemón por cuyas consecuencias no hemos hallado pausa (una de ellas es la desordenada guerra contra el delito), el 2012 podría convertirse en todo cuanto en el 2006 se evitó gracias a la operación política postelectoral de algunos actores no precisamente dentro del gobierno.

En diez meses puede un infante nacer y abrir los ojos. En ese mismo lapso este país deberá vivir con las pupilas dilatadas, a ver si entra la luz.

Ayer el señor Francisco Blake Mora cumplió una de las más inferiores tarea de un secretario de Gobernación: ponerse un overol de mensajero /tameme o paunani) o un gafete de secretario particular. Si la Constitución (pobrecita de ella) obliga al presidente a entregar un informe al Congreso (art. 69), nunca precisa si lo debe enviar con un propio (así eso sea ajeno a sus funciones) o lo debe mandar por estafeta.

–Aquí hay un señor con un paquete.

–Díganle que pase. Y se abren las puertas de San Lázaro. Qué pena.

Ya vendrá hoy mismo en el patio del Museo Nacional de Antropología, bajo la sombrilla más grande del mundo, con un estanque de juncos y caracolas, el verdadero mensaje de la Presidencia con aplausos, confetis y serpentinas. Quienes se rehusaron a seguir con el ritual en el Congreso, dizque por servil, consagratorio, imperial, lambiscón y demás, hoy realizan un festejo de idénticas características pero sin el Congreso al cual podemos acusar de todo y por todo. Lenidad, demora y freno a las reformas.

En el más mexicano de los estilos, ¿sabe usted? suponemos la solución en reformas inexistentes cuya utilidad desaparecerá en cuanto se consagren jurídicamente y le dejen el espacio a nuevas e innecesarias reformas. No se sabe si las leyes son norma o talismanes. Magia pura.

–¿Tenemos un problema? Hagamos una ley para prohibirlo.

Pero mientras eso sucede o no, el señor Armando Ríos Pitter se encuentra con la piedra filosofal de la actividad parlamentaria: designar a los consejeros faltantes del Instituto Federal Electoral cuya designación debió darse hace ya más de un año.

Ha comenzado bajo esos auspicios de clarividencia el periodo de sesiones y el pastel ahora se reparte entre tres, cuando antes no se hacía tal. Rebanadas de cuatro meses para la directiva. Pronto jugarán a las sillitas.

Pero de vuelta un poco al papal del señor secretario de Gobernación en funciones de empleado postal, mandadero o mensajero. Dice la ley de la secretaría del interior (entre treinta de ellas descritas con toda precisión) acerca de sus responsabilidades:

“…VI. Tramitar lo relativo a la aplicación del artículo 33 de la Constitución (no vayan a correr a Garzón) ;

“VII. Tramitar lo relativo al ejercicio de las facultades que otorgan al Ejecutivo Federal los artículos 96, 98 y 100 de la Constitución, sobre nombramientos, renuncias y licencias de los Ministros de la Suprema Corte de Justicia y de los Consejeros de la Judicatura Federal;

“VIII. Tramitar lo relacionado con los nombramientos, remociones, renuncias y licencias de los Secretarios de Estado, Jefes de Departamento Administrativo del Ejecutivo Federal y del Procurador General de la República;

“IX. Intervenir en los nombramientos, aprobaciones, designaciones, destituciones, renuncias y jubilaciones de servidores públicos que no se atribuyan expresamente por la ley a otras dependencias del Ejecutivo;

“X. Llevar el registro de autógrafos de los funcionarios federales y de los Gobernadores de los Estados y legalizar las firmas de los mismos…

“XVI. Conducir, en el ámbito de su competencia, las relaciones políticas del Poder Ejecutivo con los partidos y agrupaciones políticos nacionales, con las organizaciones sociales, con las asociaciones religiosas y demás instituciones sociales;

“XVII. Fomentar el desarrollo político, contribuir al fortalecimiento de las instituciones democráticas; promover la activa participación ciudadana y favorecer las condiciones que permitan la construcción de acuerdos políticos y consensos sociales para que, en los términos de la Constitución y de las leyes, se mantengan las condiciones de gobernabilidad democrática…”

–¿Fomentará la mensajería las condiciones de gobernabilidad democrática?, ¿Es la construcción de acuerdos políticos y el fortalecimiento de las instituciones cosa propia de un repartidor exprés?

Seguramente sí, pero los periodistas (ya ve usted cómo somos) no lo sabemos.

¡Ay!, ¿dónde anda el secretario particular?

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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