Ignoro si en algún sitio del mundo la cárcel sea algo menor al infierno en la tierra, pero dos noticias sobrecogedoras nos han sacudido en los días recientes y ha demostrado la percepción general de incuria e inhumanidad: el incendio hondureño en el cual más de 400 presos murieron calcinados (tras la invención de un loco con un cerrillo en el colchón) y ahora más de treinta muertos en un motín con escapatoria en Apodaca, Nuevo León.
Por lo visto en la alguna vez ejemplar ciudad de Monterrey y su opulenta zona conurbada, la muerte cosecha en racimo.
En el no tan lejano año de 12008 la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Nuevo León, emitió una serie de recomendaciones cuyo cumplimiento habría evitado las lágrimas de hoy, las simulaciones de mañana y las justificaciones de toda la vida.
Se recomienda, dice, “se dé celeridad y agilidad a los trámites relativos a la concesión de beneficios de libertad de los internos; Segunda.- Se adecuen horarios y espacios para que los procesados no tengan ningún contacto con el resto de la población penitenciaria…
“…Se incremente la plantilla de Personal de Seguridad y Custodia, así como de Profesional Técnico en todas las áreas; Sexta.- Que hagan las gestiones y negociaciones que en términos de la Ley procedan para fomentar más fuentes de trabajo; Séptima.- Que el personal de Seguridad y Custodia no les coarten el derecho a los internos de solicitar audiencia con autoridades distintas a las del Centro Penitenciario; Octava.- En el caso de internos que se encuentran cumpliendo una corrección disciplinaria se les permita recibir su visita familiar y conyugal o intima…
“…Decima Primera.- Se lleve a cabo la reforma del artículo 66 en su fracción IV del Reglamento Interior de los Centros de Readaptación Social y Centros Preventivos de Reclusión del Estado de Nuevo León; Decima Segunda.- Se capacite y se proporcione un ejemplar del Reglamento Interior de los Centros de Readaptación Social y Centros Preventivos de Reclusión del Estado de Nuevo León al personal del Centro Penitenciario”.
Y en cuanto a la cárcel de Topo Chico, se recomendaban cosas similares (en el mismo año) y además, “la construcción de un nuevo Centro de Reinserción Social que cumpla con las normatividades internacionales, nacionales y locales en vigor” y la “separación total de internos procesados y sentenciados”.
Pero como es costumbre nadie hace nada. Todos se tiran la pelota de un lado a otro y no se halla solución a un tema cuyos graves elementos se hallan en cualquier presidio de este país.
No se salva nadie.
CHIMALAPAS
Se trata de dos gobiernos “aliancistas” cuyo origen común o al menos similar, no los libra de las habituales contradicciones cuando se trata de corregir las terquedades.
Ayer el gobierno de Chiapas, harto de los embustes de Gabino Cué, quien acusó a Juan Sabines de estimular un conflicto de límites entre Oaxaca y Chiapas, emitió la siguiente comunicación:
“Es completamente falsa y temeraria la afirmación del Gobierno del Oaxaca de que la presencia del Gobernador Juan Sabines Guerrero en el nuevo municipio “Belisario Domínguez” se haya dado dentro del territorio de los chimalapas, en tanto que el ejido “Rodulfo Figueroa”, cabecera municipal, en donde estuvo el Gobernador del Estado de Chiapas es territorio indiscutiblemente chiapaneco y ningún cuestionamiento tiene con las comunidades de San Miguel y Santa María Chimalapas…
“…el Ejido “Rodulfo Figueroa” fue creado por resolución presidencial de 28 de agosto de 1963, mientras que las resoluciones que reconocieron y titularon tierras a las comunidades de San Miguel y Santa Maria Chimalapa fueron emitidas con fecha 10 de marzo de 1967, esto es 4 años después de que se dictó la resolución que dotó de tierras al ejido que ahora es cabecera municipal del nuevo municipio “Belisario Domínguez”… cuya pertenencia al Estado de Chiapas es indiscutible, pues su territorio, como el propio territorio del Estado de Chiapas son los que históricamente les ha correspondido y que son los que tenían desde el inicio de vigencia de la Constitución Federal de 1917”.
El problema limítrofe de Los Chimalapas bien podría ser uno de esos conflictos cuya trabazón de años y generaciones hunde a sus pobladores en interminables guerras fratricidas.
No se trata de Capuletos y Montescos, se trata de un conflicto de límites al cual en muchas ocasiones se ha estimulado para vanagloria de mandatarios locales.
Y ahora Noé Castañón quiere enmendar el camino torcido de tantos años. Pues le va a costar trabajo.