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Cuando llegué al consultorio del dentista, una señora acababa de dejar sobre la mesa de la sala de espera una revista ¡Hola!, cuyo contenido aumenta de manera notable el bagaje cultural de la clase media mexicana con aspiraciones de proximidad con los famosos, los nobles y los ricos. “Ricos y famosos”, es su oferta editorial.

Y lo hacen bien, viven de la incontenible cantidad de quienes en ocasiones pagan por aparecer en esas páginas. No todos. A otros les pagan. Y venden ejemplares por cientos de miles.

De reojo y sin lentes, medio vi un grupo en la portada.

“Otra vez El Pirru, pensé. Pero ya con las gafas en su sitio, me di cuenta de mi prejuicio: no era tal celebridad, se trataba del presidente Felipe Calderón en el festejo de su cuadragésimo octavo cumpleaños.

Los atractivos titulares de la tapa de la edición mexicana de tan importante publicación, dicen:

“Fotografiados en la intimidad en la residencia oficial de Los Pinos”.

“El presidente Felipe Calderón y la primera dama celebran junto a sus hijos sus cumpleaños”.

“Ana Bárbara y Elías Sacal la pareja más sorprendente del verano: ‘Estoy muy ilusionada y con mucha paz en mi corazón’”.

Bueno, al menos si no acerté con lo de El Pirru, sí tuve a la señora Ana Bárbara.

Pero como el estomatólogo tardaba más de lo conveniente, seguí leyendo las cosas dispersas en la sala de espera. Me encontré medio ajado El Universal. Leí con asombro:

“El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) confirmó que el presidente Felipe Calderón Hinojosa violó la Constitución al transmitir en cadena nacional un mensaje en materia de seguridad el pasado 15 de junio en pleno proceso electoral, el cual calificó como propaganda electoral.

“En el proyecto que presentó la magistrada presidenta del Tribunal Electoral, María del Carmen Alanís, se resolvió que igualmente otros dos mensajes difundidos en medios electrónicos, con cifras de empleo y simplificación tributaria, también constituyeron una violación a la ley.

“Lo anterior fue determinado por unanimidad por el pleno del Tribunal, ya que de acuerdo con los magistrados, dichas faltas a la carta magna no pueden ser sancionadas porque no hay un catálogo de sanciones específicos contra el Ejecutivo federal…”.

Vaya, pensé, una violación constitucional, como si eso tuviera importancia.

Seguí leyendo:

“Los 72 indocumentados asesinados en San Fernando, Tamaulipas, iban en un camión rumbo a Estados Unidos cuando, entre el sábado y el domingo pasado, fueron interceptados por un convoy de zetas.

“Varias camionetas, según el relato del único sobreviviente de lo que es —hasta ahora— la peor masacre en la ola de violencia por parte del crimen organizado, le cerraron el paso al vehículo en el que viajaban las víctimas y los hicieron bajar de él. Les advirtieron que eran Los Zetas”.

¿Setenta y dos muertos nada más? Pero si eso es poco frente a los 28 mil en lo que va del sexenio. Sin embargo, me quedó una duda: ¿a esos extranjeros, para acabarla, los contamos del lado de los del Cisen o del lado de la PGR en el célebre marcador ofrecido durante los diálogos por la seguridad?

Quién sabe.

Todavía medio adormecido por el trabajo del “tiradientes”, subí a mi auto. Me llegó un mensaje a la BB: esta matazón ya parece un holocausto, me decía un amigo.

No, parece un “holacausto”, le respondí.

MARCELO

Todo iba bien. Edgar Elías Azar, cuidadoso del procedimiento, había dado entrada desde el Tribunal Superior de Justicia a la demanda de Marcelo Ebrard, jefe del GDF, radicada en el juzgado segundo de lo civil.

Ebrard había releído todo el pergamino de sus motivaciones tanto morales (le han causado daño moral) como jurídico y político en contra de Sandoval y Valdemar.

Pero como suele ocurrir, sin necesidad o razón, se le alborota el temperamento al señor jefe de gobierno y exultante por sus triunfos parciales avienta una declaración con la cual echa abajo toda la seriedad del asunto: le muestra una caja de huevos a los fotógrafos y les dice: “para que los vea Sandoval”.

¿Hizo Marcelo esa patochada deliberadamente para prepararse ante un posible revés en su causa, o simplemente se le fueron las cabras?

Como sean las cosas, no venía al caso la alburera puntada. O como le podrían responder los demandados en paráfrasis del desaparecido Gallito Armando Jiménez: si no tienes dónde yo te los guardo.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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