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No importa cuánto haga César Nava para disminuir la contundencia del golpe. De poco valen sus alegatos en torno de la perdurabilidad del PAN y la fugacidad “de todos nosotros los militantes”. Son inocuas sus explicaciones sobreactuadas en el horario nocturno de los noticiarios de radio en torno de cuánto estima, reconoce y respeta a Fernando.

Nada; el señor Gómez Mont le metió un hachazo en el sitio preciso al árbol genealógico del Partido Acción Nacional. Y de paso demostró la peligrosa soledad del presidente Calderón, a quien ha dejado con las manos atadas e imposibilitado para exigirle su salida del gabinete.

La lógica es muy simple: Gómez Mont no está ni política ni éticamente de acuerdo (y lo dijo en varias ocasiones) con la creación, así sea efímera, coyuntural, del PERREAN, ordenada por su jefe en el gabinete.

Como a éste no le puede renunciar sin contaminar y dañar gravemente al gobierno del cual forma parte, pues entonces puede renunciar al partido donde no tiene jefe más allá de su conciencia y su dignidad personal, y esas –es de suponerse con base lógica– no le permiten hacer alianzas con quienes han denostado, insultado y desconocido a un presidente surgido de sus filas, a quien acusan, lo menos, de haberse robado la presidencia de la república.

“Por medio de la presente le informo que debido a razones que me veo obligado a no revelar por discreción profesional, en este acto le presento mi renuncia al Partido Acción Nacional que usted encabeza.

“Le reitero mi compromiso de tratar los asuntos que a dicho instituto político le interesen, y que correspondan al ámbito de atribuciones del cargo que ahora desempeño, con absoluta imparcialidad y apego a la ley, en los mismos términos que frente a todos los institutos políticos que forman el sistema electoral mexicano”.

La helada cortesía y el notorio desdén de esas 87 palabras son un balde de agua helada en la cabeza de cualquiera, así hayan saltado de inmediato algunos incondicionales del felipismo, como Marco Adame, gobernador de Morelos, a decir “aquí no ha pasado nada”.

“Lamento mucho esta noticia. Fernando Gómez Mont es un gran mexicano, es un servidor público excepcional y un hombre que lucha por las mejores causas de México… (pero) el PAN es un partido de demócratas, de hombres y mujeres libres; debate intensamente en el interior y discute los temas de la vida política de México de cara a su misión como un partido de ciudadanos al servicio del bien común y en estos debates se respeta siempre la libertad y la posición individual de cada uno de los militantes”, y bla, bla, bla.

Pero por si poco fuera, Adame agrega: “No lo veo como un golpe, lo veo como una decisión individual, de un militante que como todos los militantes del PAN somos libres tanto como en el ingreso y el egreso; el partido como tal vive una vida interior intensa y respeta la decisión individual de cada uno de sus miembros”.

Obviamente, a Marco se le olvidó la frase inmortal de Germán Martínez cuando lo echaron y su mejor recurso para disimular el cese fue apelar a la recientemente creada (por él) “cultura panista de la renuencia”.

Pero en el caso del secretario de Gobernación no ha sido esta una renuncia por incompetencia, como en el caso de Martínez, sino de revaluación personal y congruencia política y hasta familiar. Además, una estocada maravillosa, digna de cualquier mosquetero.

En su doble condición de funcionario del gabinete presidencial y militante del panismo, no podía insistir en sus desacuerdos partidarios sin poner en riesgo su posición política –con innecesarias consecuencias para FCH–, en la delicada función de interlocutor del gabinete y las corrientes nacionales.

Entonces optó por el territorio donde Calderón no lo puede tocar: su derecho a decir no.

Hoy se queda en el gabinete absolutamente blindado por su renuncia al partido; con el respeto de sus interlocutores a quienes les demuestra cuál cosa en su vida puede ir primero y cuál después, y se separa en definitiva de la anfibia condición de “tótem” panista y de subordinado felipista.

Todo eso sin contra con la siempre tranquilizadora satisfacción de su conciencia.

El tiempo cercano nos va a decir si es posible la convivencia en la cima del poder entre un secretario de Gobernación cuya noción de la dignidad ha quedado probada con el rechazo del siempre humillante “sí, señor” y el presidente de la república cada vez más necesitado de apoyos incondicionales.

Fernando Gómez Mont ha presentado su renuncia al PAN un día después de la conmemoración nacional del “Día de la Lealtad” en cuyos fastos el Ejército lo sustituyó en la elegía de una reforma política alejada y ajena de los cuarteles y la vida castrense.

La lealtad, diría Rochefoucault, comienza en la conciencia.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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