Por su sonoro nombre (cómo nos evoca el célebre “bogotazo” sudamericano), “gasolinazo” es una súbita e inconsulta alza en el precio de las gasolinas y sus similares (diesel, diesel marino, turbosina, petróleo diáfano, gas licuado de petróleo y hasta líquido para encendedores). 

Pero sea repentino paulatino, de golpe o poco a poco, el alza de las gasolinas es un hecho cierto en los días actuales. Obviamente en contra de la promesa presidencial en torno de los combustibles: no aumentarán por encima de la inflación. 

Hoy la gasolina ha aumentado su precio ocho o nueve veces por encima de la inflación promedio de los últimos dos años.

Dice el portal Eclipse: “…en el mes de abril de 2016, o sea hace exactamente dos años, teníamos litros de Magna en la CDMX 13.16 pesos, mientras que la Premium y el Diésel, respectivamente, costaban 13.97 y 13.77”.

Ayer todo pasaba de 20 aunque hagan maromas con las cifras y las comparaciones absurdas.

Pero son tantas las promesas rotas como la cantidad de corazones desencantados, y ésta ni siquiera la deberíamos tomar en cuenta. A pagar y a callar, como sucede con el leonino recibo de la luz. 

En todo caso bien sería recordarle al Señor presidente ante este incumplimiento cómo es riesgoso hacer promesas imposibles, porque cuando alguien promete pasar por el cargo sin alzas de precios, es porque se engaña a si mismo nos quiere engañar a los demás. Eso es imposible.

Es como si alguien nos dijera, no voy a envejecer en los siguientes seis años, no me voy a enfermar, no voy a sumar ni una cana a mi cabellera. Son cosas fuera de nuestro control y voluntad aunque el discurso político, en especial cuando se señalan los errores de los adversarios neoliberales y demás, finjan ignorar la verdadera raíz de los problemas o disimularlos con el maquillaje verbal de la engañifa cotidiana. 

Las cosas siempre terminan demostrando un axioma de la vida: el asiento de la realidad, es la realidad.

Y esta última línea ni siquiera es mía.

Pero el error de cálculo no es lo más grave. Lo grave es no tomar en serio (o al menos n o públicamente), la naturaleza del asunto. 

El precio de los combustibles no está determinado exclusivamente por los precios internacionales en un mercado de importación como el nuestro. La mala estructura fiscal del gobierno (este y los anteriores), hace de la exacción, la única política eficaz de recaudación y el gravamen impuesto a la gasolina la encarece, por un lado, pero le permite un respiro a la magra hacienda en un país en donde hace falta una reforma no solamente recaudatoria.

Si el presidente quisiera bajar los precios e impedir los “gasolinazos” involuntarios, como éste, lo podría hacer: de un plumazo –aunque fuera con pluma de ganso–, le quitaría el impuesto y la abarataría hasta el extremo del aplauso. Pero entonces no tendría tanto dinero para regalar a los pobres o comprar sus votos, pues ese es el efecto de las políticas populistas y dadivosas.

Así pues, por mucho como se abata el “estímulo fiscal”, y se termine subsidiando al mercado (como lo hicieron siempre los neoliberales con casi todo en este país), la gasolina. Será cara y su costo inflacionario también. A veces más, a veces menos. 

GALINDO

Por fin se abrieron las puertas del Senado para Heriberto Galindo quien con este cargo de representación popular engrandece su de por si notable currículo. Embajador, funcionario, administrador público, legislador y –cosa importante— notable promotor editorial.

Su compendio de discursos políticos y ensayos de Jesús Reyes Heroles es una obra de importancia para quien quiera saber algo de política, lo mismo su selección de textos sobre Antonio Rodríguez uno de los más brillantes periodistas culturales de México o su enciclopédico trabajo sobre los gobernadores sinaloenses.  

Galindo tuvo un desempeño singular en Cuba, debido a dos golpes de audacia inicial: cuando lo designaron buscó a Fernando Gutiérrez Barrios y obtuvo una carta suya para Fidel Castro. Lo mismo hizo con Luis Echeverría.

Cuando llegó a La Habana con las cartas y presentó sus otras 

credenciales –las oficiales–, Fidel le dijo:

“Además viene usted muy bien recomendado.” 

GATINFLAS

Muchos se preguntan por la prolongada ausencia del doctor Hugo López, cuya estrategia de control de la epidemia no le impidió caer al “hule” desde hace ya muchos días

–¿Cuándo vuelva nos dirá de nuevo, el cubrebocas sirve para lo que sirve, pero no para lo que no sirve?

–0–

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

Deja una respuesta