De manera nunca antes vista, como si se tratara de aplicar las teorías de Gamow o Hawkins sobre el tiempo y el espacio, el futuro presidente, don Andrés Manuel, ha logrado el primer milagro de su gobierno: extender, expandir el tiempo. Así, su sexenio va a durar no los dos meses menos de lo previsto en el ajuste de los calendarios electorales, sino aproximadamente un año y medio más.

¿Cómo?

Pues simplemente ajustando empeños, horarios y disponibilidad. Como decía Renato, sabia virtud de conocer el tiempo, lejos de la dicha inicua de perderlo… pues ya se sabe cuando éste se malgasta, hasta los santos lloran. Y el tiempo es como el amor: si se deja ir, no vuelve.

No importa si Proust ha perseguido el tiempo perdido en un denso paginario interminable. Antes de extraviarse en los mares del ocio o la incuria —dice el consejo—, mejor aprovecharlo. Y así hasta un sexenio se convierte en mucho más. Carpe Diem.

Veamos cómo ha logrado AMLO expandir su tiempo.

Primero, a las 48 horas de la avalancha electoral con la cual subió al poder, entró al Palacio Nacional y comenzó a proponer actos de gobierno. No importa si los iba a ejecutar el saliente. Son obra del entrante, lo cual ya implica capacidad y determinación de tomar las riendas para después quedarse con el caballo.

Y así ha sido también en el Senado y la Cámara de Diputados. Anuncios de iniciativas y arranque de los procesos legislativos, como en el caso de la reducción de las prerrogativas de los partidos políticos a quienes de paso confina en su pigmea condición de enanos sin competitividad.

Bueno.

De esa manera, por el camino de los hechos, los cuales superan en peso y densidad a las palabras, el gobierno ha ganado 150 días. Si a eso se le agrega un anuncio al parecer inadvertido en su real dimensión, este sexenio habrá aumentado su ejercicio casi en un año y medio.

¿Cómo?

Pues ampliando la semana laboral al sábado.

Son 52 semanas en cada año y eso, en seis años, ofrece una disponibilidad de ejercicio real del poder y la administración de 312 días hábiles.

Se necesita habilidad para habilitar lo inhábil, pues.

Y si a esos se les suman los 150 días de la “transición activa”, como se le podría llamar a este periodo en el cual Enrique Peña se convirtió voluntariamente en gestor de los empeños del futuro presidente y no tuvo empacho en ayudarle en todo y por todo, hasta con instrucciones a sus aún empleados para no disturbar la tersa calma de la entrega del poder, tenemos un gobierno extendido con 452 días más de laboriosidad.

Un año y ochenta y siete días más.

Y además con una ventaja: estos 150 días no cuentan en sentido negativo.

Si las cosas en el país empeoran en este lapso, mayor será la confirmación de un cambio necesario. Si mejoran en algún sentido, cosa poco probable, no serían suficientes para opacar el fulgor de los foros, los proyectos, los anuncios; los funcionarios en desfile de presentación y la catarata de promesas, planes, ideas, ocurrencias, inventos y ensoñaciones.

Todo vale porque nada causa (como dicen los abogados) ejecutoria. Todo cabe en el espacio del futuro. Así pues, con una pierna en el presente y otra en el cercano porvenir, este gobierno actúa y hasta decide.

Y como una prueba de lo inocuo de un trastorno, están los sucesos de Michoacán en los cuales un foro de pacificación termina de manera violenta, con personajes expulsados de la tribuna y denuestos a la existencia misma de los foros por parte de los denominados líderes sociales incrustados en ese engendro peligroso llamado “autodefensas.”

El foro de Michoacán terminó como el rosario de Amozoc (más o menos) y no sucede nada porque todo ocurre en un espacio de virtualidad sin consecuencias. Los errores se corrigen, las palabras de maquillan, los problemas se anotan y ya vendrá el tiempo para corregirlo todo. O para dejarlo como está, pero en medio de una gran puesta en escena.

Tiempo, todo es cosa de tiempo, según ha dicho con serio optimismo Alfonso Durazo:

“…Durante el tercer foro de la Ruta para la Pacificación y la Reconciliación Nacional de México que se lleva a cabo en la Universidad Michoacana en esta capital, advirtió que el próximo gobierno federal recibirá un país con graves problemas de inseguridad, ‘y eso habla de la dimensión del reto que tendremos que enfrentar’… la inseguridad que priva en el país no se resolverá de un día para otro.

“En ese sentido, dejó claro que ‘no les vamos a prometer el paraíso, sería irresponsable, la situación de violencia que vive el país no se generó de un día para otro y no la vamos a resolver de un día para otro’.

“Aunque subrayó: ‘Pero sí les puedo decir que, de un día para otro, este gobierno se va a comprometer a regresarles la paz y la tranquilidad, de tal manera que en los primeros tres años la gente empezará a sentir la mejoría en la seguridad y entregaremos, sin duda, el 2024, un país de paz y tranquilidad para los mexicanos’”.

Y en 2024 haremos otro foro…

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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