La dirigencia del Partido Acción Nacional le ha hecho la competencia a David Copperfield y busca de manera desesperada cómo sacar de la manera más aseada posible, un conejo de la chistera del mago a quien ya todo mundo le miró el truco.
Como se ha dicho desde los albores del año ahora iniciado, la selección final del candidato se hará después de un camelo de nombre jocoso: “consulta indicativa”, como si el proceso iniciado no persiguierra esa finalidad: indicar quién.
Pero si en la vida no se tiene otra posibilidad remedio, y se pone en boca de doña Cecilia Romero la explicación de cualquier cosa, hasta el misterio de la cigüeña y los niños traídos de París, un partido político se espone a estos ridículos farragosos ante los cuales Mario Moreno volvería a nacer:
«Ellos tienen todo el derecho de contender, respondieron a una convocatoria del partido, cumplieron con los requisitos, tienen todo el derecho de contender o de buscar el voto de los panistas. No hay absolutamente ninguna presión (…) no tienen que recibir ninguna presión para que declinen… no vamos a esperarnos a la reunión ordinaria del comité porque es una decisión (la consulta indicativa no vinculatoria; o sea ¿para nada?) que tenemos que tomar a la brevedad».
Este caso recuerda la vieja canción mexicana del Corrido de Laredo: “no puedes jugar con una, mi bien y quieres jugar con dos”. En este caso sería con tres. Y ya se hicieron pelotas.
Pero más allá de lo jocundo y absurdo de todo esto en el esquema dentro de un imaginario “juego democrático” interno cuyo desenlace en verdad no le debería importar sino a ellos mismos, pues se trata de un asunto interno al cual le han querido dar trascendencia nacional, el caso se podría describir como el engrudo hecho pelotas.
Si bien los otros partidos tienen candidatos definidos, la prolongación del método para seleccionar a su abanderado final le permite al PAN triplicar su presencia y como ventaja, diluir los ataques. Como hoy se les pega a los tres, no se le pega a ninguno.
Pero lo peor de todo esto es la naturaleza “reactiva” de la medida. No se toma por ser necesaria ni conveniente, ni siquiera oportuna. Se hace todo este arguende como consecuencia de la habilidad de Andrés Manuel para lograr una “autorización” por la cual se abre totalmente la campaña sin violar la ley con presencia física en plazas, auditorios, salones y demás, con la sola pudicia de no pedir en el mitin el voto directamente, como hacen él y Peña Nieto.
Eso les ha movido el piso a los panistas quienes se sienten desplazados.
Pero Doña Galimatías quiere aparentar una sencillez ajena a las cosas reales.
Hay tres precandidatos. De entre ellos se deberá tomar una decisión entre panistas y adherentes. ¿Cuál es el caso de anticipar esa consulta? ¿No es adelantar en un simulacro dañino para la institucionalidad un proceso finalmente de consulta (o elección, esencialmente lo mismo) sin respeto a lo planteado en una convocatoria formal?
En este sentido los interesados deberían ser tomados en cuenta, cosa hasta ahora falsa de toda falsedad. Al menos en el caso de Creel quien se ha encendido tanto como para no denunciar al autor de toda esta faramalla.
«Esta es una actividad propia del partido que, estrictamente hablando, no requiere del consenso de los tres, pero por supuesto que para nosotros es muy importante que los tres estén de acuerdo», dijo la secretaria general Cecilia Romero. Si consenso significa acuerdo colectivo, cómo puede haberlo si no están todos de acuerdo.
Si lo estuvieran nada de esto habría dicho Santiago Creel:
“Si las cosas van bien, si estamos recorriendo el país, si el partido está avanzando en las encuestas, ¿qué necesidad hay de cambiar las cosas y de discutir las reglas del procedimiento en lugar de nuestras propuestas y que se ponga en riesgo la unidad del partido?”
Quienes vemos la vida de Acción Nacional desde fuera y a veces escuchamos apenas los rumores y los ayes lastimeros detrás de los muros de Avenida Coyoacán, no podemos sino entender las cosa de la manera más sencilla: alguien ya se hartó de Santiago y dio órdenes de eliminarlo a toda costa.