Durante su larguísima marcha hasta conquistar el irrenunciable poder casi absoluto, con todo y sus fracasos electorales, el actual presidente de México –ahí queda su historia para futuros cronistas e historiadores–, alimentó los motores de su poderoso mensaje redentor con un rencor inocultable, un resentimiento universal contra quienes lo combatieron y hasta contra quienes ni se ocupaban de él.

Por eso su administración es a un tiempo proyecto y memoria. 

Por eso es un profeta con los ojos en la nuca. 

Por eso no titubea en golpear a quien se cruce en el camino de sus proyectos, de sus ambiciones públicas y personales, se trate de personas, instituciones, sectores nacionales; mexicanos o extranjeros. Hasta los muertos hace 500 años le deben algo.

Lo penoso, arduo y disciplinado de su “larga marcha” (con todo y sus momentos épicos, es cierto), le impide hasta disfrutar el lugar a donde ha llegado. 

No hay placer en el destino; hay miedo del retorno.

Del tamaño esfuerzo –supone–, es el mérito de no cejar en prolongarlo, día con día, contra el viento, la marea, la tormenta real o el vendaval imaginario. El rojo de un semáforo es una afrenta personal, la epidemia una oportunidad para los países desarrollados de continuar con el expolio de los miserables; los poderosos tienen la obligación moral de ya no serlo.

La historia como revancha.

Los adversarios están en todas partes, solamente se puede confiar en el campesino agradecido, en la madre analfabeta del empobrecido campo sin labranza; nadie merece atención si no cumple el requisito de ser pobre y por consecuencia necesitar mis palabras y mis centavos, mis pensiones, mis atenciones, mi palabra redentora, mi bienaventuranza:

Bienaventurados los pobres porque ellos serán mis electores, dice “El sermón de la maraña”.

Pero la rijosidad defensiva ha legado a extremos mayores.

Primero se somete a la caballada de los gobernadores atemorizados por los procesos judiciales en contra de los insumisos (García Cabeza de Vaca es un ejemplo) y se firma un documento vacío, de imaginaria civilidad democrático-electoral, cuya vigencia no resiste ni siquiera 48 horas. 

Tras ese breve lapso, el presidente de la república, furioso, echa las cartas sobre la mesa tras la cancelación del registro de decenas de sus candidatos “Morenistas”,  remisos a la obligación de reportar gastos de precampaña (origen y destino de los fondos) u otras infracciones: es una maniobra contra “nosotros”, y en el mayestático plural se asume parte protagónica.  

Y para no dejar sitio a especulaciones, suposiciones, interpretaciones equivocadas o acusaciones sin fundamento, el Ejecutivo vuelve a sus estrategias de antes, cuando todo esto era no sólo válido sino necesario, hasta darle la vuelta a la ley con “Juanito” como títere y años después presumirlo como golpe de genio:

“–¿Cómo voy yo a quedarme callado? ¿Nada más porque soy presidente?”

Pues no, ser presidente de la República, de seguro, no tiene ninguna importancia si se compara con ser dueño de “Morena”. 

El partido –o el movimiento de masas–, supera al gobierno. No se trata, como acusaban los opositores al PRI de hace años de un “partido-gobierno”; ahora es un “gobierno-partido”. 

O quizá el Ejecutivo debió guardar discreción en sus enojos al ver caídos a Morón y Macedonio (por cierto en inglés la palabra “moron” designa al débil mental), solamente por haber firmado un documento público de no intervención en el corriente proceso electoral. Pero no se le puede pedir congruencia ni para sus propias iniciativas.

 Esta larga censura contra el INE, esta descalificación crónica y ahora agudísima, no es en todo caso un acto en defensa de un proceso, ni siquiera del partido en el poder; no, es un acto en favor del partido político de su poder y de su propiedad. Es una autodefensa reflejada en la multitudinaria herramienta para lograr sus fines.

Y esto no es ninguna novedad. Yo ya lo había leído:

“…los reaccionarios internos jamás se resignarán a su derrota; forcejearán hasta el fin. Aún después de establecidas la paz y el orden en todo el país, se entregarán a labores de zapa y provocarán disturbios en mil formas, tratarán a diario y en todo momento de restaurar su poder… esto es inevitable y está fuera de duda, nunca debemos relajar nuestra vigilancia…

“…Debemos tener confianza en las masas, debemos tener confianza en el partido. Estos son los principios fundamentales, si dudamos de ello nada podremos realizar…”

–¿Dónde lo había leído?

Pues en el librito rojo, “Citas del presidente Mao Tsetung” (Ediciones en lenguas extranjeras, Pekín.1975). Esas frases fueron pronunciadas 20 años antes de la edición. Mao se perpetuó en el poder (1949) hasta su muerte en 1976.

Por eso es fácil entender el anatema: el INE (y todo aquello fuera de la doctrina dominante), es parte de una tenebrosa maniobra política, oscura, vergonzosa (como graznó el escribano Mario Delgado), a la cual es deber de todo simpatizante oponerse .

“¿Por qué se cayó en esta decadencia, en esta crisis, en este proceso de degradación progresiva? Entre otras cosas, por la falta de democracia, por la falta de legalidad, porque no existía un auténtico Estado de derecho, es (era) un Estado de chueco.

“Entonces, los que se rasgan las vestiduras hablando de la legalidad y de democracia, de presidente autoritario, casi dictador, un presidente que censura, que no respeta la libertad de expresión, de manifestación de las ideas, son exactamente lo opuesto.

“Esa es otra característica del conservadurismo, son muy hipócritas, la doctrina verdadera del conservador es la hipocresía, les encanta tirar la piedra y esconder la mano, y callan como momias cuando les conviene y gritan como pregoneros cuando supuestamente se ven afectados en sus intereses, en sus derechos”.

NAYARIT

Trabaja el corresponsal en Nayarit. 

Quien alguna vez juró y volvió a jurar, ni loco ni de broma me pasaría yo a “Morena”, Héctor Javier Santana García se prepara para disfrutar el “chapulinazo”.

Dos veces derrotado en sus ambiciones por la presidencia municipal de Bahía de Banderas (PRI) y muy cercano colaborador de Roberto Sandoval, cuya fama no requiere memoria excesiva –como tampoco la de Edgar Veytia, sus padrinos–, ahora logra el gran salto al partido de la “pepena”.

Ahora debería buscar también, a sus sobrinos, Filiberto y Cuauhtémoc Santana, quienes están desaparecidos desde 2019 cuando fueron relacionados con el CJNG. 

Sin embargo, en la IV-T,  esos antecedentes no son un obstáculo, Más bien se consideran elementos positivos en una carta de recomendación. Casi como los distintivos de Salgado Macedonio, Napoleón Gómez Urrutia, Nestora Salgado y tantos más.

COBARDIA

Falta de valor civil, le llamaban antes. Aconsejaban:

–Nunca culpes a los demás de tus errores. Asume tu responsabilidad y el costo de no cumplir con ella. No compares tus méritos con los de otros. Nunca digas, a él le tratan con privilegios para mí desconocidos. Cumple tus obligaciones sin esperar ni regocijo ni recompensa. 

Si no sabes algo, acéptalo. Si lo sabes, ponlo en práctica.

Pero por encima de todo no te evadas detrás de la excusa falsa. Explica tus motivos para cumplir, nunca tus razones para incumplir.

Y, sobre todo, no seas cobarde ni quieras engañar a todos, todo el tiempo. Sólo, podrás engañar a los imbéciles.

Esos consejos se los debieron dar a Hugo López Gatell, el “Doctor Muerte” o “Gatinflas”, para los amigos.

Además de incompetente. –el epidemiólogo se infecta en la playa, no en la primera línea hospitalaria–, cobarde y lambiscón. Un lisonjero profesional –este o cualquiera–, es como el faldero de cola veloz. 

–¿Festinamos y exageramos los medios los 200 mil muertos de la epidemia? Informar (con sus datos, además), es distinto de festejar o propiciar. 

Y lo seguiremos dando a saber y seguiremos diciendo de quién es la incumplida responsabilidad. No nos quiera echar la culpa de su meroliquenta ineptitud.

Ya lo veremos al llegar a los 300 mil difuntos. 

Mientras tanto, sus diez recomendaciones de hogaño, se las puede usted guardar, señor “Gatinflas”, junto con sus diplomas de “científico”, ahí donde el proctólogo realiza sus inspecciones. 

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Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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