Muy poco después de la jornada carnavalesca de Playa del Carmen con Álvaro Uribe y Hugo Chávez como figuras centrales en la fiesta de las incongruencias pacificadoras, el gobierno de los Estados Unidos, con la poca delicadeza como suele aplicar a los recordatorios pertinentes a sus intereses, le dijo a México algunas cosas graves. Otras no se las dijo, se las hizo.
Janette Napolitano, la poderosa jefa de todos los servicios de seguridad americana, quien había estado pocos días atrás en la revisión e instalación de los métodos por seguir en los aeropuertos mexicanos, entre otras cosas, explicó ante una comisión del Senado de los Estados Unidos, la situación de Ciudad Juárez con muy escasas palabras. Nada más les necesarias:
“En México, por lo menos en Ciudad Juárez, el estado de derecho es inexistente”.
Como todos sabemos, horas después, el consulado de Estados Unidos en Reynosa, Tamaulipas, cerraba durante tres días como evidencia del desbarajuste total generado por una violencia más allá del control de la fuerza pública, vestida con cualquier uniforme.
Poco antes, el Departamento de Estado americano había divulgado, con toda la fuerza persuasiva disponible, sus consejos-advertencia, para mantener a sus paisanos visitantes fuera de Chihuahua, Sonora, Baja California, Durango, Sinaloa y Tamaulipas (territorialmente más de medio país), dominados por la violencia y la inseguridad.
Obviamente esas recomendaciones son alarmas rutinarias y en ocasiones poco eficaces para frenar las corrientes turísticas cuyo flujo es cada vez menor, por otra parte, pero en el panorama general de las relaciones binacionales, son elementos de agravamiento y tensión.
Lo más interesante es el desconocimiento al estado jurídico en Ciudad Juárez, especialmente cuando la presencia del Ejército en la plaza tiene como única finalidad preservar la vigencia de la ley.
Sutilmente la señora Napolitano les dice a sus conciudadanos (y a los mexicanos), los militares no garantizan (ni representan) la fuerza del Derecho. Para consumo interno de un país cuya firmeza internacional se basa en cómo su ejército sí garantiza el orden, el derecho y a la larga la democracia, eso nos coloca en los límites de Somalia.
Pero no solo la señora Janette nos mira de ese modo. Hay otros para quienes también el derecho y las fuerzas armadas juegan papeles excluyentes en el binomio de gobernabilidad y democracia.
Hace unos días Marcelo Ebrard, el jefe de gobierno del DF, le dio una entrevista al diario español El País (28.02.10). Ante el corresponsal Pablo Ordaz y a pregunta suya, dijo lo siguiente:
“…Mire, el problema de la violencia en México no lo vamos a resolver con la policía.
“…Es un error pensar eso. Estamos gastando 16 mil millones de pesos (923 millones de euros) en armas, en esta cosa de la guerra, que a mí ya el término guerra me estorba mucho, porque la guerra es la excepción del Estado de derecho…”.
La guerra es la excepción del Estado de Derecho. Toda una tesis sobre la cual se podría discutir. Pero donde ya no queda ninguna discusión es sobre si un ejército en las calles dedicado a imponer el derecho (la violación de la ley sin consecuencias es la verdadera ausencia del derecho) representa o no la posibilidad de conservar el estado jurídico.
“—¿Por qué no invertimos en apoyar, respaldar, entender a toda una generación? —Insiste Ebrard.
“Fíjese en este dato: la mitad de los jóvenes mexicanos no está yendo a la escuela. ¡La mitad! ¿Por qué no ponemos el esfuerzo en eso? Pero no, el Gobierno federal no está poniendo la atención en eso. Su estrategia es más represiva…
—¿Hasta qué punto tienen que ver los problemas de México con una aparente falta de liderazgo del presidente Felipe Calderón? —le preguntan.
—“Yo creo que es un hombre, por su propio perfil, su forma de ser, bastante encerrado. Prefiere siempre al incondicional, al más cercano, no necesariamente al más talentoso. Hoy su gabinete es menos representativo de lo que era o lo que pensábamos que podría llegar a ser.
—“Fíjese en el último suceso: el secretario de Gobernación renuncia al partido que sustenta al Gobierno (el PAN), porque se descubrió que estaba llegando a un acuerdo con otros partidos a espaldas del propio Presidente… Parece gravísimo, ¿no?
“Deja al descubierto que están en un juego defensivo, de corto plazo, sin grandes iniciativas. No hay que olvidar que Calderón llegó al poder en 2006 con la munición del miedo. Y a partir de ahí no ha sabido generar ningún tipo de liderazgo”.