Cuando la anterior legislatura estaba a unas horas de concluir, la Cámara de Diputados recibió la minuta del Senado en la cual se esbozan las líneas generales de la Reforma Política del Distrito Federal cuya promesa transformadora, renovadora, modernizante y democrática (todo eso) es aún vaga, incierta e imprecisa. Todo eso.
La realidad, exagerada por los actores políticos es muy simple: los habitantes de la capital del país tiene una extraña condición de privilegio, la cual –paradójicamente–, es una condena, un estigma o una merma de sus derechos: viven en la sede de los poderes federales, lo cual, limita sus derechos como ciudadanos. Nada benéfico obtienen a cambio de ser “capitalinos”, ni siquiera el “fondo de capitalidad” iniciado por el gobierno de Miguel Ángel Mancera.
La minuta del Senado tiene muchos detalles discutibles. Y eso se va a hacer (ya se ha iniciado) en la Cámara de Diputados. Se va a discutir.
La finalidad principal es ver cómo se convierte al Distrito Federal en una “entidad” con idénticos derechos a los vigentes en los Estados de la República, agrupados en esa circunstancia de rimbombante nombre: pacto federal. El DF está fuera y dentro del pacto (no es un Estado, su caricatura de Congreso, la ALDF, ni siquiera cuenta cuando se realizan modificaciones constitucionales) y jurídicamente es un engendro contrahecho en lo administrativo e indescriptible en lo urbanístico.
En lo legal es un mazacote y en lo real un monstruoso hacinamiento de personas dominado por muchas excepciones y pocas reglas, violadas de manera sistemáticamente por autoridades locales cuya finalidad es electorera y tribal, en los mejores casos.
El DF está dividido en 16 delegaciones cuyo destino futuro y cercano es convertirse en “circunscripciones” o demarcaciones. Otros quieren volver a los años 30 del siglo pasado y reinstaurar la división municipal.
Pero para hacer todo lo anterior, se ha recurrido a figuras complejas, de acuerdo con lo ofrecido por el Senado: crear Consejos vecinales, elegir autoridades para las demarcaciones; ampliar de paso las burocracias y otorgarle poder a los ciudadanos sin perder el complejo equilibrio entre ser una ciudad plenamente reconocida en el derecho y la vida diaria y la sede de los poderes federales. Privilegio y estigma.
Ya algunos diputados se apresuran a exculpar el futuro resultado con la frase de toda la vida: haremos lo posible, no lo deseable, lo cual significa una curación en salud, válida quien sabe para quién, pero oportunamente expresada para cuando vengan las críticas.
Otro de los problemas es la creación de una asamblea o congreso constituyente, cuyo trabajo le de forma jurídica y constitucional al empeño reformista ¿Quiénes lo van a formar, cuántos miembros debe tener, cómo se va a seleccionar?
La propuesta de cien personas, designadas entre los partidos, el Senado, la Presidencia y la Jefatura de Gobierno, además de los ciudadanos, mezcolanza incomprensible en la cual se aparece el temido fantasma tutelar cuya presencia domina a los habitantes de la ciudad. Siempre menores de edad, dicen los demócratas.
Esta columna debería compartir algunos optimismos, pero no en este caso: mientras no hayan una nueva delimitación geográfica del verdadero territorio en el cual se asientan los poderes, todo lo demás seguirá el mismo camino absurdo de transformaciones anteriores. Puro maquillaje.
Un distrito debería estar dentro de un territorio y no ajustar un territorio debe quedar determinado al funcionamiento de un distrito. Todo lo demás será poner a los bueyes detrás fe la carreta, como dicen en Costa Rica. Si llegara a caminar atropellará a los bueyes.
CHABELO
No sé si en este país haya signos inequívocos de modernidad, pero la futura cancelación del programa infantil de “Chabelo” es prueba de cómo cambian las cosas. Despacio pero con seguridad. El problema no es suspender esa emisión sino con quién sustituir al amigo de todos los niños cuyo tipludo sonsonete acompañó cada mañana dominical a muchas generaciones de mexicanos.
MARGARITA
–¿De veras Margarita Zavala se creerá eso del camino personal en una carrera política hecha al amparo de su familia o de su marido?
Su candidatura no es sino una hábil maniobra de Felipe Calderón, para reelegirse por la vía conyugal.
Eso es todo. Lo demás, paparruchas, pamplinas, zarandajas, futesas, engañifas y cualquier otro sinónimo existente o por inventar.