El discurso de ayer del presidente de la República, en pleno desenfreno oratorio con motivo de un aniversario del nacimiento de Simón Bolívar, a quien le sobran los adjetivos, ha confirmado la ideología del presidente: es comunista.
No porque siga las enseñanzas marxistas de la lucha de clases; tampoco porque lleve adelante las consignas de Trotsky o Lenin. No, simplemente porque en algunos temas incurre en los peores lugares comunes de los años setenta.
El lugar común es el sitio donde se reúnen quienes no tiene ideas propias. Es como una asamblea de papagayos.
Repetir el rollo del heroísmo del pueblo cubano cuya paciencia resistió sesenta y tantos años de miseria para defender la soberanía y la Revolución, , es ignorar los años satelitales del régimen castrista prendido a la ubre de la Unión Soviética.
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Resistir en el nombre de la soberanía, ha dicho Don Andrés, quien propone darle a Cuba el reconocimiento de Patrimonio de la Humanidad. Eso no significa nada. Hasta los chiles en nogada son Patrimonio Intangible de la Humanidad. Es ridículo tomarse en serio la ociosidad de la Unesco.
La Revolución Cubana nunca defendió su soberanía más allá del episodio de Playa Girón. Después les alquiló el país a los rusos y alentó la colocación de misiles en su territorio. La crisis al borde de la Tercera Guerra Mundial, se resolvió cuando los rusos quitaron sus plataformas de lanzamiento balístico de potencia nuclear, ubicadas a 90 millas de Florida.
Pero esa es historia.
Lo notable en los lugar común presidencial es citar en un mismo discurso a Carlos Pellicer y a René Pérez Joglar, de “Calle 13”,unn rapero y activista portorriqueño con una calidad musical digna del rap. Con eso se dice todo.
Ahora en el santuario ideológico musical del presidente ya Silvio Rodríguez no esta solo. Ya tiene “compañeito”. Y si se aburre llama a Eugenia León.
Pero este es el lugar común a todo color:
“…Podemos estar de acuerdo o no con la Revolución Cubana y con su gobierno, pero el haber resistido 62 años sin sometimiento, es toda una hazaña. Puede que mis palabras provoquen enojo en algunos o en muchos, pero como dice la canción de René Pérez Joglar de Calle 13: “yo siempre digo lo que pienso”.
Evitaron el sometimiento, dice el ejecutivo.
La revolución cubana cuya heroica invocación el presidente sostiene, fue un prometedor movimiento político abortado desde hace muchos años.
Yo no se de la vida en Cuba y lo sabido me lo callo. Pero Leonardo Padura sí sabe porque ahí vive, pudiéndolo hacer en cualquier otra parte del mundo. Y esto ha dicho en sus libros:
“…Nadie (cuando se fueron los rusos) resolvía sus problemas trabajando, pues el valor real de los salarios se redujo en algo así como un 90 por ciento. Mientras unos y unas se prostituían, otros robaban lo que fuera robable, otros huían del país en cualquier medio y a cualquier parte. La religiosidad y la homosexualidad, contenidas u ocultas se hicieron visibles, incluso ostentosas y, por supuesto, ascendentes, La droga, casi inexistente unos años atrás, volvía a aparecer en las calles cubanas.
“Una epidemia de avitaminosis, se destapó en el país, provocando incuso pérdida de visión y terribles dolores en el cuerpo… y el desencanto minó muchos espíritus…
“… Al final del camino la generación escondida, sin rostro, obediente y complacida, la generación que soñó con el futuro, y a la cual pertenezco, ha vuelto a ser la perdedora. Sólo que esta vez no es una derrota coyuntural, del momento, sino una debacle histórica, de la que no saldremos siquiera más sabios o más cínicos, porque ya no saldremos a ninguna parte…
Pues el futuro nuestro, el que se nos acerca, ya parece cantado con las palabras del Negro Ambrosio en la última línea de “Conversación en la Catedral”: y después, bueno, y después ya se moriría, ¿no niño?”
¡Ay!, la Revolución que se hundió en el mar de los lugares comunes.