Hace muchos años José Emilio Pacheco y Arturo Ripstein transformaron una línea de Octavio Paz en el título de una interesante y bien lograda película llamada “El castillo de la pureza”, una historia de todos conocida: un hombre cuya locura lo llevó a imaginar una burbuja hermética a la maldad del mundo y prácticamente secuestró  de origen y de por vida su familia en un rígido mundo controlado nada más por sus caprichos.

Además de loco, era un moralista. Y no hay nada más peligroso en la vida. La moralina. Bueno, quizá sí; la doble moral.

Hoy en la política mexicana (esa donde la moral es el arbusto de las moras, según dijo “El alazán tostado”), los funcionarios viven en el acoso de miles de ojos cuya penetrante mirada hurga y persigue sus pesos y sus centavos por todos los rincones del país y más allá de las fronteras.

Pías organizaciones de celosos ciudadanos en busca de la importancia perdida, exigen hacer y publicar declaraciones patrimoniales, fiscales y de intereses en conflicto, si los hubiera, y en el nombre de la santísima trinidad: democracia, transparencia y rendición de cuentas, exigen en los de más cosas ajenas a su propia conducta. En el mundo ideal de estas organizaciones sólo el servicio público corrompe.

En esas condiciones los servidores públicos, en especial aquellos cuya ambición los empuja a buscar un cargo público, se enfrascan en la batalla por la medianía. Todos se dicen habitantes del “castillo de la pobreza”.

N’ombre, ¿cómo va ser? Si no tengo ni dónde caerme muerto, parecen decir desde la opulencia de su mundo encapsulado, entre ayudantes, secretarias,  séquito y “canchanchanes”. Como muestra le regalo estas declaraciones de Gustavo Madero (Reforma):

“…Madero tiene una cuenta de valores bursátiles -«de esas que cuando le depositas una parte de tu sueldo lo puede depositar para que sea ahorro fiscal y no acumulas hasta que lo retiras dentro de diez años»-, una cuenta bancaria en Estados Unidos por «menos de mil dólares» y una “afore”.

Así como acciones de una empresa, Promotora Empresarial del Norte, «donde están los negocios de mi familia, donde yo fui director cuando estuve como empresario», distribuidora de maquinaria agrícola John Deere y de aceites y lubricantes Mobil Oil, «con algunas franquicias de alimentos, bebidas y actividades inmobiliarias».

«No tenemos otro tipo de enseres que declarar: no hay ni joyas ni cuadros ni cosas por el estilo», apuntó Madero quien, acompañado por los candidatos a Gobernador en Guerrero, Nuevo León, Campeche, Querétaro y Colima, publicó sus declaraciones en la plataforma candidato transparente.mx.”

Además tiene un  departamentito en el DF, un predio en Chihuahua y pelillos a la mar cuya insignificancia lo hace ver como un hombre de raíz republicana, modesto, sencillo y por consecuencia, ético en su proceder y digno en su ejemplo. Ni más ni menos.

Claro, no llega a los, límites de miseria declarada  de Marcelo Ebrard, quien ha dicho no tener nada de nada y ser casi un franciscano pobre de solemnidad o como en algún momento de su vida declaró la actual secretaria de Desarrollo Social, Rosario Robles,  cuando le hurgaban con lupa las cuentas derivadas de su supuesta complicidad con Carlos Ahumada, tengo unos pocos pesos en cantidades de cuatro cifras en cuentas bancarias cuyos estados de cuenta ahora muestro.

Bienaventurados, dicen, los pobres porque de ellos será el reino de los cielos.

Muy lejos han quedado aquellos días de los diputados de camión (como decía Polo Sánchez Celis) cuya intención era dejar de serlo o por lo menos convertirse en dueños del autobús o los pobres políticos condenados a la mediocridad por su pobreza. Un político pobre era un pobre político.

Hoy se trata de ser todos como la tamalera, vivir mal… y vendiendo.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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