No podría esta columna aspirar con ese título, nada más, a una prosa tan limpia y precisa como la de Martín Luis Guzmán, pero sí usarlo como un hecho simbólico en la breve memoria de la construcción del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, cuyo destino es tan incierto como su posible aborto, lo cual lo inhabilita hasta para tener nombre.
Se trata de una tarde, de la cual se tiene registro fotográfico, de una visita cuya alada presencia, podría dar por terminada la discusión sobre dónde hacer la nueva terminal aérea.
Como se sabe la peregrinación del pueblo mexica terminó cuando la mitología del águila y la serpiente se vio cumplida en el islote de Tenochtitlan, y así, con esa casualidad instalada en el inconsciente colectivo, los trabajadores de la cimentación en Texcoco, vieron una tarde la misma escena:
Un águila se estaba comiendo a una víbora. No estaba sobre un peñasco, ni siquiera sobre un charco. No había laguna madre ni nopales alimenticios, no había nada, sólo un aguilucho pardo cuyo pico desgarraba a una triste nauyaca en una vereda cubierta de tezontle, en la zona donde se clavan los millones de popotes por cuya permeabilidad las plataformas del aeropuerto serán como una balsa insumergible en medio de viejo lodo del lecho lacustre texcocano.
Y entonces, muchos, dijeron: ¡aquí, aquí!
Los ingenieros y sus trabajadores le tomaron fotografías al almuerzo del ave y evocaron (lo traen en la entraña), el viejo mito de Tenochtitlan, cumplido por segunda vez en nuestra accidentada historia.
Obviamente, esa circunstancia no puede ser tomada en serio, ni siquiera como un presagio, pues ya estamos muy lejos del siglo XIV cuando los primeros pobladores de la laguna ya se habían escapado de Copilco y sus víboras y apenas se preparaban para edificar la ciudad más importante de toda Mesoamérica.
Hoy el debate no para ni por las plumas ni por las escamas. Debería de pasar por la sensatez y la prudencia.
Un aeropuerto de las características de éste, así fuera en una zona de suelos duros, costaría tanto como lo ya invertido y mucho más, con el agravante del desperdicio de tiempo y recursos de lo ya construido, lo cual
—dice la edición de Crónica de ayer—, lleva ya en la parte más ardua y costosa, un 70 por ciento de avance.
La discusión —y eventual opinión popular, tan socorrida como innecesaria—debería contemplar un dato casi siempre pasado por alto en estos días previos: un aeropuerto no es un sitio para aterrizaje y despegue de aviones, nada más. Para éste se necesitan decenas de servicios complementarios y no es lo mismo poner una terminal a 50 kilómetros de la Ciudad de México, en un lugar como Tecámac, cuyo parecido con la urbanización de primera es casi una aproximación, a instalarse en la ribera de Venustiano Carranza e Iztapalapa, con proximidad y vías de comunicación.
Los aeropuertos de otros países, para quien guste de las comparaciones, tienen trenes y carreteras. Para ir a Gatwick, uno se sube con todo y maletas a la estación del Metro de Victoria, en el centro de Londres, y en 20 minutos está documentando el pasaje. Aquí hay dos estaciones de Metro cercanas: Aeropuerto y Terminal Aérea, y poco se usan por los viajeros.
“…La terminal (dice el reportaje de Crónica, será el rostro del nuevo aeropuerto para los visitantes, pues se prevé la instalación de tiendas comerciales, mostradores de las aerolíneas, restaurantes, cafeterías, salas de abordaje y un sistema innovador para el traslado de maletas, que hará que los pasajeros se despreocupen de su equipaje hasta llegar a su destino, incluso aquellos que hagan un viaje de conexión con otro país.
“Construir la Terminal Aérea representa un costo de siete mil 500 millones de pesos, ya se ha ejercido el 56 por ciento. Lo más avanzado en esta área es la cimentación, un paso importante, pues de eso depende que el suelo cuente con la capacidad de carga necesaria para soportar toda la estructura por la que pasarán 70 millones de pasajeros cada año.
“La Terminal tendrá 21 foniles (chimeneas de enfriamiento), y México será precursor de ello, pues ningún país en el mundo había construido foniles para la instalación de un aeropuerto. Por la innovación en su diseño y uso de tecnologías amigables para el medio ambiente, el aeropuerto podría competir para obtener cuatro certificaciones: Platinum y B4, reconocimientos que ningún otro aeropuerto mexicano tiene.
“Tiene 743 mil m2 de construcción, que supera a la superficie de la plancha del Zócalo capitalino. Cada día ingresan entre dos mil y cuatro mil camiones de carga con material de construcción; hace ocho meses, entraban hasta nueve mil…”
La primera decisión es si una inversión de estas características se puede desperdiciar para construir algo similar (con mayores costos, pues los dólares de ayer no son los mismos de hoy) y más lejano.
VÍCTIMAS
Ahora es Alejandro Encinas, futuro subsecretario de Derechos Humanos. quien se patina con las explicaciones: la amnistía —ha dicho—, es únicamente para las víctimas, no para quien haya cometido delitos de lesa humanidad.
Las víctimas de violaciones a Derechos Humanos o delitos, no requieren amnistía. Ésa es para los procesados. Las víctimas requieren justicia, reparación y garantías de no repetición.
Es de primer año, don Alex.
Estimado sr Cardona, q podemos esperar de individuos como Batres, Monreal (dudo de su doctorado ) y por agschon, no se diga del impresentable Noroña y el escribiente taibo burgesitos de izquierda 🤣 supuestos herederos de la pasionaria y Buñuel republicanos 🤣🤣🤣
Al menos los Comas, Bejarano y Padierna et al no encubren su su afición por los héroes gringos al amasar sus efigies en papel 😬