Ni quema ni hiere esta luz como en los inviernos mexicanos hace el sol viejo, más bien se trata de una moribunda ilusión de calorcito cuya luminosidad compite, casi siempre con desventaja contra el viento en descenso de esa montaña de pinos escarchados y avenidas profundas hasta llegar a las calles llenas de barro nevado, resbalosas y espejeantes como esta “Promenade” con su provinciano concurso de pequeños almacenes y restaurantes de aromático café, tan lejana del boato de allá arriba donde los líderes del mundo se disputan los privilegios de la anticipación, del juego de adivinaciones y con sabiduría jactanciosa echan los naipes en el juego del mundo para decirnos a cada uno de nosotros por cual de los senderos vamos a caminar en el futuro del mundo.
Es la gran carpa del Foro Mundial de Davos cuyas calles pronto están llenas de agua, pues ese es el destino de toda nieve sobre los árboles, todo hielo sobre la piedra, todo carámbano cayendo quieto del alero aterido: hacerse agua, agua nada más. Y luego quizá olvido, vapor, sopor en la memoria.
El agua y la vida misma.
Y es aquí, en este foro donde el Presidente de México ha venido para dar su mensaje y de lo cual habrá información abundante por el trabajo de Cecilia Téllez, reportera magnífica de este diario, mientras el redactor ahora ocupado en mirar el ambiente de los hombres poderosos, trata de identificar a ese hombre quien de seguro es alguien de importancia mayor pues camina como suelen hacerlo los poderosos, con la cauda de una séquito, como la cola de un cometa precedido por la cara dura de los hombres de la seguridad, mientras él marcha dispensando sonrisas al viento, pues nadie le corresponde ni el gesto ni el saludo.
Los poderosos necesitan demostrar su condición a cada paso y como ahora se camina por la red mundial vemos las fotografías de Christine Lagarde, con toda la dentadura en ostentosa satisfacción mientras conversa con el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, poco antes del número estelar del encuentro, cuando lleguen Bono o Leonardo di Caprio, quien ya desde la entrega de los Globos de Oro, y quizá como ensayo de su discurso para cuando le entreguen el Oscar junto a Alejandro González Iñárritu, nos dijo de los derechos de los pueblos originarios y el irrespeto con el cual se han conducido el mundo civilizado desde siempre en una política de despojo y abuso depredador.
Pero mientras la nieve se hace agua, el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki Moon, quien desde Sarabia Saudita se encuentra con el presidente de México a cada paso, aprovecha la oportunidad y le dice, oiga usted, señor presidente, ¿me podría hacer favor de aceptarme una pequeña encomienda en el orden internacional?
–¿Y de qué estamos hablando?, le habría dicho el Ejecutivo mexicano siempre atento y comedido a las cuestiones del planeta.
–Pues de la copresidencia del Grupo de Alto Nivel Sobre el Agua…
–¿Y eso?
–Pues es un grupo cuya finalidad consiste en “movilizar” el apoyo mundial (si se moviliza el apoyo no se perderá el apoyo, piensa alguien como Arquímedes) para garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento universales y lograr las metas hidráulicas contenidas en la agenda 2030.
Pues ya se sabe quién domine el agua en el futuro dominará el mundo como antes hicieron quienes dominaban el acero, el petróleo o los alimentos y las armas. Esto ya no lo dijo Ban Ki Moon quien logra la aceptación del Presidente Peña quien su ´primer día ya coleccionas un nuevo nombramiento en la actividad internacional. Y por cierto, el citado grupo de trabajo será presidido por una señora presidenta de Mauricio (así se llama esa nación diminuta) y de cuyo nombre, como dijo Don Miguel, no quiero acordarme.
Pero muchas cosas ocurren en Davos. Todas tienen la feble contextura del papel y la evanescencia de la oratoria, pero con nieve y pico rocosos en Los Alpes, lo cual le confiere una cierta distinción de clase. No sería lo mismo hacer estas reuniones ni hablar sobre el luminoso futuro del planeta, con los autos atascados en los barrizales de Bombay, por ejemplo.
El tema general de la reunión, ya se sabe, es la Cuarta Revolución internacional, y sobre ella el Presidente Peña ha dicho:
“…en la actual era de innovación, conocida como la Cuarta Revolución Industrial, las tecnologías de última generación están transformando por completo los sectores económicos a una velocidad impresionante… debemos tomar medidas que nos permitan preparar a nuestras economías y sociedades, con especial énfasis en tres áreas clave; educación, ambiente de negocios y conectividad…”
Y en esas, en verdad, anda el mundo.
Pero en tanto eso se transforma o cambia, Peña Nieto y Johan Schneider-Ammann, presidente de la Confederación Helvética, firman una declaración conjunta sobre (fíjese usted nada más) “…el Inicio de Las Negociaciones (así con mayúsculas tipográficas; no ortográficas) para la Revisión del Tratado de Libre Comercio entre los Estados Unidos Mexicanos y los Estados de la Asociación Europea de Libre Comercio”, uno de los 40m instrumentos similares con los cuales México se mueve en el mundo.
Pero la vida sigue en este tranquuilo, lugar coyua paz solamente se trastorna cuando hay reunión es políticas. El resto del tiempo Davos regresa a su simple condición de villa alpina, con sus pequeños restaurantes y sus cafeterías, la Pizería Pulüda y el supermercado de Herr Müller; sus escaparates donde duermen viejos esquíes de la Segunda Guerra Mundial y sus almacenes y relojeraías donde los mexicanos despliegan una extraña fascikonación pioor ls relojes de cucú, esos en los cuales un pajarraco canta la hora cada hora.
Cu,cu,cuc,cu…
Y quizá eso sea la vida, quizá las cosas sencillas valgan tanto o más. No todo es resolver la política, quizá lo más bello de todo sea ver a esa señora del abrigo azul, con su bufanda roja, sus orejeras y sus botas para nieve, jalar el blanco trineo donde su niño, un chapeado y rubio joven de espiga dorada, como de tres años de edad, va plácidamente recostado viendo el cielo y las coipas de los árboles.
Quizá el mundo sea mejor si se le pudiera murar desde los ojos de un niño feliz<en el abandono del trineo cuidado por su madre.
Lo demás… es simplemente lo demás… como regresar a México en las próximas horas.