Hace unos días la periodista Teresa Vale me hizo conocer algunos capítulos de su libro más inmediato en el cual analiza con Jaime Guerrero algunos de los mitos políticos más recientes. No haré mención de ellos para no anticipar la divulgación de un texto serio, bien investigado y mejor presentado.
Sin embargo cuando me pidió algunas líneas para prologar su ensayo, me di a la tarea y advertí lo inabarcable del tema de los mitos en México. Si se me permite una frase yo diría, México no tiene historia; tiene mitología.
Por ejemplo, María Félix fue, sin serlo, la mujer más hermosa del mundo. Pedro Infante el más simpático del orbe; el Presidente era el hombre mejor informado de México; Fidel Velásquez el mejor político de la historia y Morelos el mejor general napoleónico.
Sin el mito del parque faltante usted no andaría por aquí, mi general, lo habríamos matado en caliente. Para héroes nuestros niños; no importa quién gane, señor Scott.
Por la fuerza del verbo mítico el pulque esta apenas un grado debajo del “rib eye” y tomar agua después de la cruda te mata como a Javier Solís. Gracias a la sabiduría del enunciado imaginario, México es el cuerno de la abundancia y los cascabeles de la víbora quitan el cáncer; las mujeres persiguen a quien carga en la bolsa del pantalón un chupamirto disecado; los toros embisten con los ojos cerrados y las vacas los abren y los huevos de la caguama ofrecen vigor sexual inagotable y se curan las hemorroides con ojos de venado.
Pero en el texto entregado a la Doctora Vale con la premura de un implacable cierre editorial olvidé algo. Como dice Borges, siempre se pierde lo esencial.
Y no me referí al mito más reciente, quizá por no ser esa la materia de la obra de Guerrero y Vale. Pero para mitos, “El Chapo”.
Mito en este sentido no es sinónimo de mentira. Es en el mejor de los casos el sobredimensionamiento de un hecho real, al cual se le otorgan un valor y una influencia excesiva en nuestras vidas. Por ejemplo la capacidad de operación política actual del ex presidente Carlos Salinas de Gortari o la conducción absoluta en el mundo del crimen del señor Guzmán Loera.
Pero si los mexicanos somos mitológicos (a fuerza de ser ilógicos), cómo se explica entonces el fomento a esta leyenda desde los Estados Unidos. El cálculo de la enorme fortuna del narcotraficante y su inclusión en el rol de la revista “Forbes” no deja de ser –desde mi punto de vista–, una maniobra de distracción y a veces de presión de los verdaderos beneficiarios de la industria de la droga en el mundo: los Estados Unidos.
“El Chapo” con su negocio multimillonario ha sido comparado al menos en la tenacidad necesaria para su captura con Osama Bin Laden. Eso dijo muy seria doña Janet Napolitano. Y para nadie es un secreto el aprovechamiento mítico de la figura de Bin Laden tras la cual el gobierno de Estados Unidos apretó el puño en todo el mundo (con el genocidio iraquí incluido) como si el mundo debiera pagar por los actos terroristas de uno de sus inventos.
Si las cosas son como se dicen Don Chapo es el culpable de todo lo malo en México y su captura o mejor (según Napolitano) su eliminación física, redundaría en beneficio nacional, lo cual como todos sabemos es mentira.
Pero la coyuntura y el fomento mismo de esta imagen anti climática hacen sospechosa la promoción de sus frustradas capturas o la mayúscula operación binacional para su captura. Por primera vez todos somos Pershing y los dos países encabezamos una expedición punitiva de nulos resultados hasta ahora.
Y eso hace más sospechoso el aprovechamiento del mito.
Resulta verdaderamente imposible creer en la verosimilitud de un señor cuya “houdinesca” habilidad elude la información proporcionada por todos los reos en México y hasta los extraditados en Estados Unidos y durante una década se esconde pero se exhibe. Todos los mexicanos hemos visto o sabido del Chapo. Lo han descrito como el misterioso matón cuya pandilla irrumpió en un restaurante, retuvo los celulares, cortó los teléfonos, se sentó a cenar y después de pagar las cuentas, se marchó en una caravana de 2000 “Hummers” invisibles para la policía.
Y la mitología se va a, probar si lo aprehenden con un notorio aprovechamiento electoral a favor de sus captores, excepto si lo hace una policía estatal donde gobierne el PRI.
NALGAS
Y otro hombre de medios con obra editorial reciente me hace llegar su novela. Felipe Chao ha escrito y publicado “La perfecta de las nalgas frías”.
No la he leído pues llegó apenas ayer por la tarde, pero me llama la atención el nombre de uno de sus personajes: Lazca, pero sin relación con aquel. Este es un contrabandista búlgaro.