De un tiempo a esta parte tenemos en el país la manía de discutirlo todo. Desde lo aparentemente importante hasta lo evidentemente estúpido. Todo se merece un debate, una mesa redonda, una polémica, un pequeño parlamento de lo innecesario o una enorme asamblea de lo políticamente correcto y hasta de lo incorrecto. Mesas, diálogos, terapias de grupo, pues.
De esa manera podemos llegar hasta el infinito y cuando no sabemos ya por dónde escapar en la red de las palabras sin sentido, llevamos los asuntos a la Suprema Corte de Justicia hasta para saber cómo ponemos en la carátula del reloj las manecillas del verano.
Pero entre las inefables discusiones nacionales hay un par de ellas dignas de colección. Formarían parte de la interminable antología mexicana de lo inútil, lo menso, lo bobalicón, lo falso, lo truculento, lo mendaz; lo intelectualmente rústico, a fin de cuentas.
La primera proviene del gobierno de la ciudad de México y tiene como finalidad cambiarle de nombre a un árbol.
El ahuehuete (un tocón insignificante con poca celulosa y mucho cemento Portland) de la calzada de Tacuba donde mitológicamente los conquistadores hallaron un remanso cuando los indios furiosos por poco y los destrozan y la segunda por la clasificación de una película.
Veamos esta información:
“El Gobierno del Distrito Federal apoyará jurídicamente a la organización vecinal Urbanitas, de la delegación Miguel Hidalgo, para cambiar formalmente la denominación del ‘Árbol de la Noche Triste’ por la del ‘Árbol de la Noche Victoriosa’.
“El titular de la Secretaría de Desarrollo Social local, Martí Batres Guadarrama, anunció lo anterior y explicó que el apoyo se da en el ejercicio de memoria histórica que implica el Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución Mexicana.
“En rueda de prensa, expuso que para dar cumplimiento a la petición de los vecinos de las colonias Tacuba-Popotla, y cambiar la denominación al ahuehuete histórico, se apoyarán en criterios de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO)”.
Según esto la conmemoración de los hechos ocurridos en el siglo XVI no debería relacionarse con la tristeza de los invasores sino con la victoriosa actitud de los defensores, quienes apalearon (por un rato) a los hispanos. Obviamente éstos se repusieron de la escapatoria e hicieron todo cuanto sabemos, y la efímera victoria de los mexicas no sirvió ni para una quesadilla de cuitlacoche (con “c”, por favor).
Pero lo más extraño de todo esto es cómo se aduce tan importante labor de nomenclatura con los festejos (obviamente fallidos) de la Independencia y la Revolución distantes de la victoria arbórea nada más por varios siglos.
Quien sabe cuáles mecanismos de reivindicación proletaria e indigenista se le hayan activado en la sesera a Don Martí pero todo puede esperarse cuando se trata de perder el tiempo y justificar el salario.
La segunda convocatoria a la necedad proviene del director cinematográfico Luís Estrada quien anda como la zarzamora a causa de la clasificación impuesta por Gobernación a su más reciente obra maestra: “El atentado”.
Los vigilantes de los ojos ajenos dijeron, esto vale para adultos; no para escuincles y dictaminaron en tal sentido. “C”, dijeron. Mayores de 18 años.
Estrada puso el grito en el cielo, no por la limitación en si misma sino por sus consecuencias en la taquilla. Todo lo demás es pura lengua de loro. Se trata de cuanta lana se puede recaudar si se amplía la cantidad de personas en las salas gracias a una clasificación abierta.
Y como si no hubiera cosas en verdad necesarias, urgentes y serias, la discusión ya llegó al Senado de la República. Entérese usted si no lo había hecho:
“Pese a que la cinta El infierno se encuentra en este momento dentro de las cinco películas más vistas en la última semana en nuestro país (UG) , María Rojo, senadora del PRD, pidió en la tribuna del Senado de la República, el apoyo para reclasificar el material cinematográfico de Luis Estrada.
“Por varios minutos, la senadora logró llevar a tribuna este debate ante los senadores y solicitar a la Secretaría de Gobernación, para que por conducto de la Dirección General de Radio, Televisión y Cinematografía, se reclasifique la película El infierno del director Luis Estrada, a efecto de ampliar el rango de potencial audiencia.
Anote usted cómo una senadora defiende su taquilla en la pantalla como Belisario Domínguez lo hubiera hecho frente a Huerta (si lo hubieran dejado) y cómo los padres de la patria se enganchan en semejante mamila y pierden el tiempo en discutir sobre cosas sin importancia.
COAHUILA
Rubén Moreira Valdés, aventajadísimo diputado del PRI, les recordaba a los panistas la pactada temporalidad del aumento anterior al IVA: ya se cumplió esa temporalidad. Pongamos a ese tributo en el rango que tuvo en 2009”.
Esas palabras, el desplegado de los diputados y las pancartas en la tribuna echaron a andar la locomotora del PRI en San Lázaro vieja zona de reminiscencias ferrocarrileras.
Rubén Moreira, recuerde usted ese nombre. Se va a repetir mucho.