Los diputados cuyo voto sepultó el domingo pasado la reforma Constitucional en materia eléctrica fueron señalados, en medio de un vendaval de furia presidencial –secundado por los dirigentes de Morena (Mario y Citlalli) y todo el gabinete–, como traidores a la patria. Una grave acusación, apenas digna de algún intelectual de la caricatura.
Así fue dictado el anatema:
“…yo considero que el día de ayer se cometió un acto de traición a México por parte de un grupo de legisladores que, en vez de defender los intereses del pueblo, de la nación, en vez de defender lo público, se convirtieron en francos defensores de empresas extranjeras, que se dedican a medrar, a robar, y estos diputados los respaldaron, a los saqueadores, para decirlo con claridad.
“Muy lamentable lo que sucedió, aunque tampoco es extraño, así ha sucedido en otros tiempos de nuestra historia, los conservadores siempre han ido al extranjero o siempre han apoyado a los intereses extranjeros en contra del interés nacional…”
Evidentemente la ira no tiene relación con la patria, ni con la soberanía. Esos son lemas políticos, frases de la interminable campaña electoral.
El coraje mal disimulado y peor disfrazado de nacionalismo, fue por la derrota política interna. Nada ofende más al poderoso cuyo apetito no se sacia, como la desobediencia, la rebeldía, la indisciplina.
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Y los opositores, aupados en los lomos de la oportunidad (tampoco por defender a la patria), le abollaron la corona de invulnerabilidad al todopoderoso e inmune presidente.
Lo demás son frases de mayor o menor rusticidad, de menor o ninguna elegancia. Tanto como para desligarlas de la realidad pirotécnica del discurso y volver sobre los pasos para ofrecer una rama de olivo. La pregunta es ¿por qué?
Ahora el presidente les ofrece a los industriales fustigados a lo largo de estos años, a los propietarios de plantas de autogeneración eléctrica y a quienes operaron desde la (no juzgada aún) ilegalidad, una mesa.
¿Se negocia en una mesa la aplicación de la ley? Pues por lo visto sí, hasta con los traidores a la patria.
Así lo dijo el presidente:
“…Entonces, tenemos que hablar.
“Yo no puedo hacerme de la vista gorda (con violaciones a la ley), no lo voy a hacer, pero también no (tampoco, se dice), quiero que lo primero sea las demandas penales, lo primero es un llamado a sentarnos al diálogo.
“Estoy terminando de hacer el análisis de quiénes están en la ilegalidad completa, que violan la Constitución.
“Entonces, vamos a buscar un proceso de transición donde, desde luego, no se perjudique al pueblo, se proteja a la Comisión Federal de Electricidad y al mismo tiempo se les den opciones a quienes de manera consciente o inconsciente actuaron al margen de la ley. Entonces, vamos a llevar a cabo este acuerdo…”
Esta declaración les complica un poco el panorama a Mario y Citlalli porque si (en abierta violación legal, y sin autoridad) imponen penas extrajudiciales de infamia con la excitativa de castigar a quienes su sevicia exhiba como traidores a la nación, ahora tendrán un trabajo complementario: mostrar la efigie del presidente diciendo, y este hombre negocia, pacta, concilia, dialoga, etc., con los traidores a la patria.
Voto decisivo
Todos lo han soslayado; pero el voto decisivo en la Cámara de los Diputados no fue emitido aquí. Fue en Washington. Las visitas de Kerry, Kamala; de la secretaria de Energía, del propio Biden y las preocupaciones del Capitolio, más la invocación constante del Temec, frenaron la movilización de Morena.
No fue un triunfo de las empresas americanas (mucho menos las españolas); fue del gobierno de EU. Cuando Eisenhower, en 1953, nombró secretario de Defensa (nada más) a Charles E. Wilson, ex director de la General Motors, se acuñó esta frase:
“Lo que es bueno para la General Motors es bueno para los Estados Unidos, y viceversa”.