Una opinión de Arturo Ramos Ortiz
Arturo Saldivar, el ministro amigo de Palacio Nacional, sin el que muchos pasos del populista presidente Andrés Manuel López Obrador no podrían explicarse, tuvo un desliz de redes este martes en la noche cuando, con cierto aire de inocencia, indicó que él entregó (desde la presidencia del Poder Judicial) una Suprema Corte que gozaba de la simpatía de 63 por ciento de la ciudadanía.
La referencia, sólo inocente en el limbo, se da a un par de días de que una cadena de ataques verbales del presidente López Obrador terminará desembocando en la quema de una efigie de la hoy ministra presidenta Norma Piña.
La popularidad de la Corte de Saldivar, la de su presidencia, se dio en un contexto en el que el Ejecutivo Federal lo alababa continuamente. «Arturo Zaldívar es honrado y responsable, por eso no lo quieren sus mismos compañeros», decía el presidente en el año en el que, frustradamente, ambos intentaron prolongar la posición de Saldivar hasta 2024, esto a través de una reforma estrambótica, las preferidas del AMLO, que el propio Poder Judicial debió parar. «Ya no hay corrupción ni tolerada ni institucionalizada en el Poder Judicial», señalaba López Obrador durante el periodo de su ministro amigo, un gran reconocimiento pues significaba el espaldarazo de que el hombre que da por terminada la corrupción en México por decreto verbal, incluía a la Corte de Saldivar en ese paraíso. «Tengo la mejor opinión de él», fue el elogio más ligero que le prodigó.
La sucesora de Saldivar, claro, fue vilipendiada desde el primer día. “¿A poco no saben que Peña fue la que puso a Piña como ministra? Es una maravilla que defienda la autonomía del Poder Judicial y la dignidad de los jueces. La ley es la ley”.
Y desde entonces, el ataque directo a la Corte desde Palacio. La popularidad y la aceptación ciudadana de la Corte, seguramente, se ha visto reducida en el núcleo duro que compra y come a diario de la verborrea presidencial. Sí, es posible que ya no esté en el 63 por ciento de aceptación que tanto esfuerzo le costó al amigo ministro.