Por: Guillermina Gómora
El Día del Presidente se acabó. A la anécdota se reduce la parafernalia en torno del 1 de septiembre que incluía: carro descapotable; lluvia de papeles verde, blanco y rojo durante el recorrido hacia Palacio Nacional; comisiones de legisladores que lo acompañaban desde la Residencia Oficial de Los Pinos a la Cámara de Diputados, al Zócalo y de regreso a su casa; “el besamanos” y las nutridas ovaciones durante la lectura del informe que duraba más de tres horas y daba cuenta de grandes logros.
Los cambios en el formato para rendir los informes de gobierno no son atribuibles a la presente administración priista. Desde el sexenio de Miguel de la Madrid comenzaron las hostilidades por parte de los partidos y grupos de oposición hasta convertir el evento en un espectáculo bochornoso que rayaba en lo circense. Como cuando el diputado del PRD Marco Rascón se colocó una mascará de cerdo para interpelar al entonces mandatario Ernesto Zedillo en 1996.
Los excesos del presidencialismo fueron acotados poco a poco por diversos grupos y circunstancias hasta lo sucedido la semana pasada, cuando por la presión de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) se modificó la sede del mensaje político del presidente Enrique Peña Nieto, que por ley debe ser el Congreso, y pasó del Auditorio Nacional al Campo Marte, para finalmente realizarse en la explanada Francisco I. Madero de Los Pinos, previa entrega (un día antes) del documento en San Lázaro por parte del secretario de Gobernación Miguel Osorio Chong.
El festejo anual más importante de la clase política mexicana, que data de la Constitución de 1917, ha sufrido diversas modificaciones. Para empezar, ya no es feriado obligado el 1 de septiembre. El Presidente dejó de acudir, o ya no lo dejan entrar, a la sesión de Congreso General en San Lázaro, para leer su Informe de Gobierno. En consecuencia, se canceló el recorrido en un auto descapotable desde la Cámara de Diputados a Palacio Nacional en medio de vallas humanas que acudían a vitorearlo y él correspondía con una sonrisa y un saludo de mano tipo Miss Universo.
Atrás quedó también el saludo en Palacio Nacional, conocido como el “besamanos”, donde los integrantes de sus gabinetes, legal y ampliado, así como representantes de diversos sectores, sindicatos y otros organismos, acudían a rendirle honores y a felicitarlo por su mensaje que daba cuenta del estado que guardaba la nación. Todo un rito de veneración a la figura presidencial.
Ceremonia que fue perdiendo su brillo en las administraciones panistas, que inauguró Vicente Fox. Al aguerrido diputado guanajuatense, que se colocaba orejas de burro, con boletas electorales en el sexenio salinista, le dieron una sopa de su propio chocolate y en su último informe presidencial, en 2006, los legisladores de izquierda le impidieron el paso, tomaron la tribuna y le gritaron: “¡Lo entregas y te vas!”, “¡Sufragio efectivo, no imposición!”, el ex mandatario sólo llegó al vestíbulo de San Lázaro, donde entregó el informe por escrito y luego por televisión dirigió un mensaje al país.
El sexenio de Felipe Calderón merece un capítulo aparte, desde su toma de protesta, casi tras banderas y en menos de cinco minutos. El segundo presidente blanquiazul, con amplia trayectoria de legislador, no volvió a poner un pie en la tribuna de la Cámara de Diputados. Sus informes fueron entregados por escrito por sus cinco secretarios de Gobernación. La entonces perredista Ruth Zavaleta, en su carácter de presidenta de la mesa directiva, le hizo el desaire en su primer año de gobierno al retirarse del salón bajo el siguiente argumento: “No puedo recibir un documento de quien proviene de un proceso electoral legalmente concluido, pero cuestionado en su legitimidad por millones de mexicanos”.
Así las cosas, queda claro que la fecha de rendir cuentas a la nación dejó de ser un día de culto y que es necesario revisar y replantear la relación entre los poderes Ejecutivo y Legislativo. Las condiciones políticas y sociales de México y el mundo han cambiado. El ritual que ha degenerado en la trivialidad, y está expuesto a grupos radicales y el capricho de ocasión, debe transformarse en un debate maduro, serio, con argumentos, en un marco de civilidad y respeto que se traduzca en proyectos de gobierno de amplio beneficio social.
Vericuentos
Senado blindado
Bajo un impresionante resguardo policiaco habrán de laborar en el Senado, para cerrar el círculo de las leyes secundarias de la reforma educativa. El coordinador de la fracción priista, Emilio Gamboa, tiene claro que será un año legislativo de grandes complicaciones y retos. Así que como dice la canción: el modo de caminar se demuestra andando y el primer paso será el de sacar adelante el dictamen de la Ley del Servicio Profesional Docente que les mandaron de San Lázaro. El senador tricolor deberá lidiar ahora con la muina del perredista Miguel Barbosa, ausente en el informe de gobierno por el madruguete que, dicen, les dieron en esta materia.
Calientan reservas panistas
Rumbo a la sucesión en la dirigencia nacional del PAN, el senador Héctor Larios no se guarda los cambios como Mejía Barón y le saca provecho a la aceptación de su movimiento “Experiencia para servir a México”. El sonorense busca optimizar las capacidades de todos los ex senadores, diputados y alcaldes que ha tenido Acción Nacional en sus 70 años de vida. En su primer encuentro nacional reunió a un centenar de panistas de cerca de 20 entidades del país, y desde esta plataforma diseña estrategias para recuperar el poder en 2018. Al parecer esta es una corriente que está de moda. Recientemente en el PRI arrancó un movimiento similar con los ex representantes populares que encabezará Humberto Roque Villanueva.