Demasiado corto es este espacio para explicar cómo funciona la disciplina del Partido Revolucionario Institucional, condición indispensable para su funcionamiento a lo largo de la historia, y como se ve, valor insustituible en esta etapa, llamada rencorosamente por algunos, “La restauración”.
Sin su disciplina interna, feroz e implacable, donde sucumben afectos y sentimientos en pro de un bien mayor, el PRI no habría regresado al poder.
Este regreso –además–, ha sacado al PRI de la orfandad en la cual se debatió casi doce años. Si el presidente de la República era el concentrador y al mismo tiempo el distribuidor del poder nacional; árbitro, verdugo, abogado y proveedor, los años fuera de la presidencia fueron entre otras cosas, un experimento de supervivencia sin esa figura central; dínamo y depósito.
Hoy esa figura ha vuelto y se ha instalado como la pieza faltante de la maquinaria cuyo funcionamiento (basta ver los primeros actos públicos de Enrique Peña) apabulla por la contundencia, la precisión y la seguridad. No sólo la garantizada por el EMP, sino aquella relativa a la certeza propia.
Hoy los grupos de transición no tienen otra obligación sino cuidar al Presidente electo, Enrique Peña Nieto y pavimentar –“con nuestra propia piel, si fuera necesario” (me dijo un colaborador suyo)–, todos los senderos al fin de los cuales está la Casa Presidencial de Los Pinos.
Para entender la disciplina, cuya verdadera naturaleza va más allá de la simple y repugnante lambisconería, nos deberíamos acordar de la historia de Aarón Sáenz. Demasiado trágica por una parte y demasiado bien pagada por la otra. El reconocimiento y el pago, también son parte de la disciplina de los herederos de la Revolución donde todo se perdona excepto usurpar (o tratar de hacerlo) las facultades, potestades, privilegios y la escena del Presidente.
Por eso lo dijo Fidel Velásquez con toda claridad: quienes se mueven, no salen en la foto. Yo diría más, los apresurados e imprudentes, quienes quieren repartir lo ajeno y exhibir cargos todavía no resueltos; quienes e calientan como el granizo y se apresuran con urgencias de adolescente, se salen de la foto.
Pero eso es cuestión de aprendizaje. Por eso la carrera dentro del PRI es lenta y penosa y por eso es muy difícil para los recién llegados, especialmente si provienen de otros usos y otras costumbres, como el asambleísmo universitario o la “democracia” tribal, entender cuando se habla y cuando se guarda silencio.
En este sentido la designación de Rosario Robles dentro del equipo transitorio (lo transitorio es habitualmente distinto de lo permanente) causó mucha sorpresa dentro y fuera del partido. No todos aplaudieron, pero todos se plegaron. A fin de cuentas es una capacidad del presidente electo decidir de quien se vale y a quién llama a su equipo, por las meras razones de su voluntad.
Pero si la designación causó sorpresa, las recientes declaraciones de Rosario en torno de cómo va a modificar los programas sociales de Sedesol, tumbaron a más de uno de la silla.
El diario “El universal” publicó el lunes esta nota:
“Rosario Robles Berlanga, vicecoordinadora de Política Social del equipo del presidente electo, Enrique Peña Nieto, asegura que entre sus prioridades está mantener el programa contra la pobreza “Oportunidades”; pero bajo una nueva estrategia que realmente permita combatir la miseria y la desigualdad.
“queremos romper con esa lógica individualista, para pasar a una perspectiva de participación comunitaria de los propios beneficiarios y de corresponsabilidad, no solo en una visón asistencialista”, dijo en entrevista.
Un anuncio de esas dimensiones le queda reservado, dentro de la lógica cautelosa con la cual Peña ha dosificado sus anuncios (el ejemplo del IFAI del lunes es muy visible y cercano), al presidente electo o al presidente en funciones y no le corresponde a sus subordinados (en la lógica pétrea de la disciplina priísta) ofrece primicias para alzarse el cuello, especialmente a esos a quienes se les advirtió claramente la fugacidad de sus nombramientos en el equipo de transición.
Seguramente no hay ni el menor asomo de malicia por parte de la maestra Robles: Quizá habló emocionada por la posibilidad de recibir el importante encargo de la política social y distribuir en beneficio de los mexicanos más pobres miles y miles de millones de pesos (más de 90 mil) en afán redentor y justiciero.
Pero ella, así haya recibido la promesa, no es todavía integrante del gabinete de Peña Nieto, por una sencilla razón, porque no hay gabinete. La función del equipo de transición es garantizar el orden en la “entrega recepción”. Las definiciones nacionales; los golpes de timón, el cambio de largo alcance en las políticas públicas, vendrán después.
Y cuando vengan, con tambores y platillos los anunciará el presidente.
¡Cuidado!; de plato a la boca, se cae la sopa.