El proceso interno en los partidos políticos para designar a sus candidatos a las elecciones ya cercanas, permite ver algunos de los vicios más acusados de este jolgorio oneroso y poco útil llamado democracia. O partidocracia, como usted guste llamarle.
Las elecciones “democráticas” consisten hasta ahora en votar por personas cuyos partidos las han elegido anti-democráticamente; esto es sin participación de nadie excepto los integrantes del cenáculo, de los favoritos, los figurones y los padrinos.
Veamos algunos casos. Unos para el llanto y otros para el enojo; algunos para el gozo. Otros como expresión de la locura doble, “la follie a deux”, como se conoce ese padecimiento siquiátrico en pareja.
Por ejemplo, el caso del senador Armando Ríos Pitter quien se convierte en una especie de Cristóbal Colón y descubre el nuevo mundo de la política de arreglos, justos o injustos; presentables o impresentables. Sin haber sido ungido ni siquiera como pre candidato oficial y con base en sus encuestas, renuncia a una candidatura hasta ahora apenas “insinuada”.
Leámos:
–“¿Cuál es el acuerdo oscuro al que yo me refiero en el caso de Guerrero?”, cuestionó y más adelante puntualizó:
“Tener que acordar con el ex gobernador (Aguirre Rivero) y con actores que tienen fuerza para tomar la decisión de la candidatura, que pese a que se pueda tener la percepción de un mal gobierno, de omisiones graves que debieran significar señalamientos políticos o incluso cuestiones que tengan que ver con lo penal, de repente se tuviera que decir “aquí no pasa nada, nos ponemos de acuerdo y vámonos para delante”.
“La renuncia de su aspiración, dijo, es personal, motivada en lo que él cree, y es que los políticos “de nueva generación como yo, que espero representar”, estamos obligados a escuchar a la gente y tomar decisiones bajo una base ética.
“Porque si las tomamos solamente en la lógica pragmática, a ver con quién te pones de acuerdo, a ver qué me das, qué te doy, a ver qué te tapo y qué me tapas para entonces llegar a un cargo de elección popular, pues entonces no se entiende cuál es el problema y la crisis que vive de moralidad el país”.
Le dió “zacatito p’al conejito”, ha dicho la cúpula “Chucha” del PRD. Yo soy Jaguar; no gato, ha dicho él con ojos felinos.
Pero si algunos rechazan a otras las rechazan.
Así le ocurrió a Margarita Zavala cuyos méritos políticos, usted lo sabe, se derivan y explican por sus relaciones familiares y conyugales. Nada más.
Cobijada por la nómina de los ilustres del PAN (y otros no tan ilustres) Margarita se inscribió como precandidata a una diputación plurinominal; es decir, una posición del partido. Muchos la apoyaron, menos quienes podían convertir ese respaldo en algo real.
La señora se quedó para dar clases en el Instituto Asunción. (¡Ave María!)
Y en el Distrito Federal la “follie a deux” se ha convertido en la locura de muchos: el arreglo insólito de convertir a los jefes delegacionales en rebaño de renunciantes para presentar un bloque corporativo político, es algo más allá de la sensatez. Es el colmo del agandalle, la renuncia a la política como responsabilidad personal. Todo se va en la manada.
Y sólo se zafan de la convocatoria quienes no pertenecen al PRD (obvio) y dos o tres rejegos para quienes más vale pájaro en mano bajo un cielo cubierto de golondrinas.
En general todo esto es una vergüenza.