De La Familia Michoacana a la familia del gobernador y los gremios agrícolas, industriales y -ahora se prueba-, informativos. Hoy quedan claras las palabras escuchadas hace meses por un alto funcionario federal. Si por mí fuera, los metería a la cárcel a todos.
Muchos sabíamos del trabajo de Eliseo Caballero, pero se desconocía su segundo apellido: Templario (como dijo “Juan Tiburón con sus siete hileras de dientes”).
También supimos de una de las muertes más importantes en la destrucción del cártel criminal de los delincuentes inspirados en el rescate del Templo de Jerusalén; Nazario Moreno, El Chayo, pero al ver cómo La Tuta repartía billetes como quien juega brisca, solo fue necesario mirar a alguien al grito de “¡El chayo no ha muerto!”, si a esa palabra apocopada de “chayote” se le confiere la definición de soborno, embute, dádiva, coima o pago a periodistas metidos “hasta acá” en el innoble negocio, por servicios jamás documentados ni realmente conocidos
—¿Cuáles fueron los servicios pagados de tan evidente manera por el señor Servando Gómez a los periodistas pillados in fraganti mediante uno más de los videos con los cuales la nación (¡Salud, Monsi!) documenta su optimismo interminable? No se sabe si eran correos, “halcones”, protectores, distorsionadores de la información, manipuladores a conveniencia o simplemente asesores o relacionadores.
Pero una primera evidencia, como un conejo asustado, salta a los ojos de cualquiera: la capacidad corruptora de los delincuentes recorrió y contaminó todos los estamentos sociales en el Estado de Michoacán. ¿Quiénes estaban o siguen metidos en la gran corrupción del estado?
Todos. De La Familia Michoacana a la familia del gobernador y los gremios agrícolas, industriales y -ahora se prueba-, informativos.
Hoy quedan claras las palabras escuchadas hace meses por un alto funcionario federal. Si por mí fuera, los metería a la cárcel a todos.
Pero junto a esa evidencia hay otra noticia alarmante, quizá más todavía:
“Ciudad Hidalgo, Mich.—Tres adolescentes, de entre 16 y 17 años, fueron ultimados por elementos policiacos, al parecer, porque no atendieron su llamado a detenerse”.
“Alrededor de las 2 de la mañana de este domingo los jóvenes circulaban a bordo de un automóvil por la calle 16 de septiembre, de aquella localidad del oriente michoacano. De acuerdo a las primeras investigaciones, los jóvenes ignoraron el llamado de los policías quienes les dispararon y dieron muerte”.
Hasta este momento resultaría complicado atribuirle la ejecución de estos jóvenes, al parecer inermes y desamados, a la complicidad de los policías con algún grupo del delito organizado, pero bajo cualquier circunstancia, el hecho resulta inadmisible.
Por lo pronto, “La Procuraduría General de Justicia de Michoacán consignó esta tarde ante un Juez Penal de este Distrito Judicial, a cinco policías municipales relacionados en los hechos ocurridos la madrugada de ayer en este municipio, por lo que ya fueron ingresados al Centro de Reinserción Social de Maravatío”.
“De acuerdo con la dependencia, los elementos de la Policía Municipal incurrieron en excesos, al disparar contra los ocupantes de un vehículo, quienes presumiblemente habían detonado un arma de fuego, ocasionando el deceso de tres personas, dos de ellos menores de edad; mientras que una cuarta persona resultó ilesa”.
Por lo visto ante la impreparación de los grupos policiacos, no hacen falta leyes “Bala”. La ineptitud criminal —si ese fue el caso, más allá de indagar la procedencia de los policías implicados—, es tan perniciosa como la contaminación generalizada del crimen mismo.
rafael.cardona.sandoval@gmail.com