El Gobierno de la CDMX y ahora el de Cuauhtémoc instalaron albergues migrantes, cada quien por su lado aunque la ley los obliga a coordinarse, y la disyuntiva ahora es cómo conciliar ambos esquemas: Sheinbaum tiene el apoyo de las instancias migratorias, con las que ha trabajado para llevarse a los haitianos a Tláhuac, lejos de la mirada pública que estaba generando la Pequeña Haití, el campamento callejero de los antillanos en la Colonia Juárez. Pero la cercanía del albergue de Cuevas, en el que la alcaldesa se gastó un millón de pesos sin que quede claro si tiene atribuciones en la materia, está muy cerca de las oficinas de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Un texto de Liliana Gómez, Eunice Cruz y Arturo Ramos)

Sandra Cuevas y Claudia Sheinbaum podrán continuar sus disputas esta semana con los haitianos migrantes como una suerte de raro botín. Los antillanos están en México huyendo, primero, de la pobreza y violencia extrema en su país, y luego, en el último par de años, de la ausencia de empleo en Brasil y Chile, países de destino tradicionales. Generalmente su objetivo es llegar a los EU, pero pasan por la Ciudad de México buscando un permiso de tránsito. Tomaron como dormitorio varias veces la Plaza Giordano Bruno, en la Alcaldía Cuauhtémoc, y eso ha desatado nuevamente la disputa Cuevas-Sheinbaum.

La alcaldesa de Cuauhtémoc mandó construir un albergue para migrantes a unas cuadras de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR). Sus usuarios serían los que han pernoctado en la Plaza Giordano Bruno, pero el Gobierno de la Ciudad, con apoyo de las instancias federales de migración, instaló un albergue en Tláhuac y hace esfuerzos notables por llevarse a los antillanos que deambulan por la Cuauhtémoc. Uno de los dos albergues resultará pronto inútil. Cuevas se gastó un millón de pesos en la instalación del suyo, construido a todo carrera en el último mes.

En la Calle de Roma, Colonia Juárez y usando un terreno que la alcaldía ya poseía, el albergue de la alcaldesa está listo para abrir sus puertas, pero este martes la Giordano Bruno luce vacía. No hay migrantes en abundancia, acaso unos 10 que han decidido no ir a Tláhuac. No hay haitianos para hacer la inauguración planeada este miércoles. Aunque puede ser que en la noche, como ha pasado antes, se junte nuevamente una cantidad importante de recién llegados.

Hay otro problema, de acuerdo a la Constitución de la CDMX, “las personas migrantes y las personas sujetas de protección internacional y en otro contexto de movilidad humana, así como sus familiares, independientemente de su situación jurídica, tendrán la protección de la ley y no serán criminalizadas por su condición de migrantes. Las autoridades adoptarán las medidas necesarias para la protección efectiva de sus derechos, bajo criterios de hospitalidad, solidaridad, interculturalidad e inclusión”.

El sentido favorable al migrante está claro e involucra a todas las autoridades, pero el problema es que las acciones para hacer efectivo este derecho deberían darse coordinadamente entre el gobierno central y las alcaldías, como parte de un sistema integral de atención a grupos vulnerables, y no como una suerte de competencia, como parece ocurrir en el caso de los albergues de Tláhuac y de la Cuauhtémoc.

De hecho, una primera duda es si el gasto de un millón de pesos que realizó Cuevas está justificado por las atribuciones que tiene como alcaldesa o si fue uno de sus famosas decisiones arrebatadas que podrían traerle problema legales en el futuro inmediato. Si no tiene atribuciones para gastar en un albergue, por más bienintencionada que haya sido, el asunto ronda el peculado.

Por lo pronto, de acuerdo a datos preliminares, el millón de pesos fue para acondicionar el lugar, que ya tenía una estructura, pero al que se le integraron 12 baños, duchas cocina y zonas para dormir.

Así, todo apunta a una disputa de Sheinbaum y Cuevas por los migrantes haitianos que comenzará casi de inmediato. De hecho, durante los últimos días, personajes de civil con radios de comunicación policial permanecen en las cercanías de la Plaza Giordano Bruno e informan a “la central” de los movimientos de los migrantes. Básicamente si se quedan en la Plaza Giordano Bruno o si aceptan irse a Tláhuac. Imposible saber si son policías de investigación del Gobierno de Sheinbaum o si son de aquellos “funcionarios” de Cueva que se aparecieron el día que la jefa de Gobierno mandó quitar unas rejas que la alcaldes había ordenado poner en la Plaza. Es posible aventurar una hipótesis: hay patrullas que claramente pasan a realizar la misma tarea, así que los civiles de los radios bien podrían ser de la alcaldía.

El albergue del Gobierno de la Ciudad de México cuenta con las oficinas de migración expide rápidamente permisos de estancia a los migrantes que desean llegar a EU. Incluso desde allí se les lleva a las centrales camioneras o al aeropuerto. Ese es el gran atractivo para que los haitianos acepten ir a Tláhuac. Pero ese albergue está extremadamente lejos. El albergue de Sandra Cuevas está a un par de cuadras de COMAR, la oficina que permite trámites a los haitianos sin realizar pagos y donde existe la posibilidad de pedir refugio, es decir, papeles que les permitan trabajar en México.

Evans es un haitiano que lleva una semana vagando en las inmediaciones de la Colonia Juárez con su pareja y su pequeña de siete años; ya no duerme en la Plaza Giordano Bruno, en la Pequeña Haití, temeroso de que los lleven a Tláhuac. “Si estando cerca nos dan cita para dentro de ocho semanas, si nos alejamos se van a olvidar de nosotros”, comenta, “cuando quiero noticias voy a la Plaza, aunque siempre es la misma información, nos mandan a un albergue que está muy lejos. Nosotros no buscamos quedarnos en México, queremos avanzar, pero con permiso, dicen que allá lo dan, pero hay quienes nos han dicho que no es así”.

Esta mañana, Evans tenía la esperanza de dormir bajo un techo, había escuchado a un compatriota hablar de un nuevo albergue en la zona: “Se empezó a correr la voz entre nosotros acerca de un nuevo albergue, algunos decían que era mentira, pero preguntamos hasta que dimos con el lugar”.

La familia fue a buscar el albergue con las pocas referencias que tenían y dieron con la “Casa del Migrante Cuauhtémoc”, que abrirá en las próximas horas.

La hija de Evans ha aprendido perfeccionado su español durante su estancia en México, tenía conocimientos del idioma porque estudio sus primeros años de primaria en Chile. Hoy ayuda a su familia a comunicarse con los mexicanos y todos piden limosna sobre Paseo de la Reforma, desde la ex Glorieta de Colón hasta la Estela de Luz, en Chapultepec.

Los últimos días, la familia ha buscado diferentes espacios para dormir, tejados para pasar la noche alejados de la Pequeña Haití. Durante las noches que han pasado a la intemperie han sido desalojados en diferentes ocasiones, sobre todo en Paseo de la Reforma, por lo que buscan entre calles un lugar que no esté tan a la vista.

En tanto, a la Plaza Giordano Bruno continúan llegando migrantes; invariablemente el personal de SIBISO los recibe para conminarlos a que vayan al albergue en Tláhuac. Como la Zion de la película Matrix, la Pequela Haití ha aparecido y desaparecido hasta en tres ocasiones, repitiendo una y otra vez el proceso de instalación, desalojo y llegada de nuevos migrantes.

Lejos (en muchos sentidos) de esa realidad, dos mujeres de la política mexicana, se preparan para disputarse ese raro botín de haitianos arrojados por la violencia de su país y obligados a recorrer Sur, Centro y Norteamérica en busca de trabajo y alguna esperanza.

El albergue de Tláhuac