Ahora, en el pleno ejercicio de su capacidad para sembrar confusiones y cosechar titulares, anticipa los resultados forenses y dice con toda cachaza: no son los cuerpos de los normalistas, con lo cual el salivazo al cielo le cae en la cara.

La profunda crisis de Guerrero, tan honda como prolongada y quizá irremediable, recurrente, crónica y endémica, no es lo peor de nuestros días. Lo peor es su repetición, en grados mayores o menores, pero con idéntica naturaleza, en casi toda la república mexicana.

Las condiciones ya dichas —irremediables, recurrentes, crónicas y endémicas—, le ajustan a Michoacán, Oaxaca, Tamaulipas, Nuevo León, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora y donde usted quiera y mande. Cómo estarán las cosas en México cuando René Bejarano es el más audaz denunciante de la corrupción criminógena. Y lo inusitado: ni caso le hacen cuando con los pelos del animal entre los dedos dice, ahí viene el lobo.

En los días recientes el resbaladizo gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre Rivero ha oscilado entre varios puntos. Primero se escondió mientras el estallido llenaba de indignación al país. Después se plegó dócil cuando el presidente EPN, lo conminó a asumir sus responsabilidades y fingió con rostro contrito.

Más tarde ofreció su renuncia, si eso ayudaba en el proceso de investigación y solución del caso (¿cómo se soluciona la muerte, señor Aguirre?) y luego salió con la patraña mañosa de un referéndum; una revocación de su mandato, escondido tras la “legitimidad” de haber sido ungido por el pueblo, único soberano capaz de derrocarlo.

Ahora, en el pleno ejercicio de su capacidad para sembrar confusiones y cosechar titulares, anticipa los resultados forenses y dice con toda cachaza: no son los cuerpos de los normalistas, con lo cual el salivazo al cielo le cae en la cara; el balazo le perfora el zapato y la PGR lo deja como estaca de loro.

—¿Entonces no es grave la existencia de cadáveres a diestra y siniestra sino la identidad apremiante de los recientemente descubiertos?

De acuerdo con esa declaración tan estúpida y temeraria deberíamos pasar por alto el espanto cotidiano de tener por Guerrero (y otras partes del país) esas fosas ocultas a los ojos de todo mundo desde cuya escasa profundidad emergen la ley de la selva, el salvajismo, la inhumanidad y el horror de mechar la patria con muertos hijos de la violencia y el crimen por quienes nadie se preocupó siquiera por identificarlos.

Pero no importa, no son los normalistas, con lo cual se agrava el asunto, pues aun si no fueran ¿dónde demonios están entonces quienes no aparecen ni vivos ni muertos pero dejan en el camino de su misterio rastros suficientes para hallar a otros enlistados en la oscura nómina de los desaparecidos?

La carrera política de Ángel Aguirre Rivero no es la de un traidor sin escrúpulos, es el ejemplo vivo del producto de un sistema sin escrúpulos, gracias al cual y por cuyo fino arte para la complicidad, todos se sostienen, se benefician y se protegen entre sí.

Hoy dicen algunos: lo deben renunciar. Otro le exigen antes cumplimiento de la investigación. No ocurrirá ni lo uno ni lo otro, excepto si beneficia al sistema y hasta donde lo beneficie. En Guerrero la verdad y la justicia también serán sepultadas en la enorme fosa clandestina del sistema de la impunidad cavada por la complicidad.

rafael.cardona.sandoval@gmail.com

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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