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Tengo para mí una idea desde hace tiempo: quizá por un espíritu de compensación ante los hechos terribles del año 73, la atención del mundo, y en especial de México hacia Chile resulta casi siempre un poco exagerada y la atención a cuanto ocurre en esa nación un tanto sobrevalorada.

La cantaleta de ciertos analistas en presentarnos a Chile como el ejemplo de una izquierda moderna y todopoderosa (hasta de entregarle el poder a la derecha como ocurrirá en pocos días) se extiende a la sobreactuada actitud en torno del milagro de esa economía cuya recuperación siempre estuvo de la mano de los economistas de Chicago financiados por la banda mundial y el corrupto “pinochetismo”.

–“No es verdad –nos dijo Hortensia Bussi a Álvaro Covacevich y a mí en nuestra última visita a su departamentito de la colonia del Valle–; el capitalismo afianzado por la dictadura no ha resuelto ni la pobreza ni el atraso de todo Chile. Eso es parte de una propaganda.”

Obviamente a esta afirmación de una difunta vendrán encima de quien desee argumentar en contra todas las estadísticas y datos de la CEPAL y otros centros de estudios económicos internacionales. No dudo de ninguna de ellas ni es mi deseo polemizar en una materia como ésta.

Sin embargo hace unos días recibí un correo con un artículo de una periodista mexicana radicada en Santiago. La conocí cuando hace muchos años ambos trabajábamos con Jacobo Zabludovsky en Telesistema Mexicano. Por aquellos años (debe haber sido 1971) Teresa le pidió a Jacobo un viaje a Chile para entrevistar a Salvador Allende. Desde entonces se le notaba el interés por los sucesos de ese remoto país. Ignoro las causas.

En un texto reciente (publicado originalmente en la revista cultural “Azularte”) la señora Gurza dice en torno del sismo de hace unos días:

“Aunque parezca increíble, conforme pasan los días aumenta la lista de poblados afectados por el terremoto de 8.8 grados de la madrugada del sábado 27 de febrero.

“Y en la medida que se conocen los datos, aumenta también el estupor de los periodistas que llegaron antes que las autoridades a la zona de la tragedia, ante la ineficiencia del Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada Chilena, que pese a haber sido advertida a tiempo por su similar norteamericano, no fue capaz de avisar al gobierno que habría tsunamis.

“Peor aún, con pueblos enteros bajo el mar y gente arrebatada por las olas, el SHOA seguía negando la posibilidad de olas de más de medio metro.

“Y quedó ya claro que la presidenta Michelle Bachelet empezó a reaccionar, hasta que vio por televisión las imágenes; así entendió la magnitud del desastre y de los saqueos; de los que por cierto hay 113 detenidos. Para decirlo en pocas palabras, tanto el SHOA de la Armada como el organismo gubernamental encargado de las emergencias, ONEMI, reprobaron.

“Acosado por colegas de diferentes medios, el Ministro de Defensa Francisco Vidal, ha aceptado que “se cometieron múltiples errores” y ha prometido que de ellos van a aprender.

“Porque la verdad, se entiende que pueda fallar un teléfono celular de un particular; pero no un aparato de comunicación de un ministerio de gobierno, y menos si es el de Defensa…”

La revelación de una presidenta cuyo conocimiento de las dimensiones de un a tragedia proviene de la televisión o de unas fuerzas armadas incapaces de comprender una alerta o siquiera de recibirla a tiempo y responder en consecuencia no hace sino poner muy en tela de duda la eficacia política de tan elogiado sistema democrático.

Ahora comprendo las imágenes de la señora Bachelet suelta en llanto ante las cámaras de la televisión. ¿Y cómo explicar la conducta de las Fueras Armadas? Una torpeza así no se veía desde la declaración de José Luis Luege quien primero culpó al gobierno del DF y después al deshielo de los volcanes de la inundación en el Valle de Chalco.

“Periodistas que llegaron antes que las autoridades a la zona de la tragedia…”, ¿le sonará familiar eso a Marcelo Ebrard cuando se le habla de Tláhuac?

Tal parece un destino sin remisión. Los latinoamericanos somos los amos de la improvisación, la negligencia y la falta de responsabilidad.

“Estamos aprendiendo,”, dice el Ministro de la Defensa de Chile el señor Francisco Vidal como si el asunto fuera para la enseñanza y no para la conmoción.

Negarlo todo aun cuando la evidencia muestre pueblos enteros bajo el agua como dice el despacho de la periodista mexicana. La fase de negación como recurso interminable del lenguaje político.

No pasa nada; no firmamos nada, diles cómo aun somos interlocutores válidos capaces de darle vuelta a la página como si el hecho de cambiar de hoja implicara el mágico cambio del texto.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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