Los acontecimientos recientes en Boston deberían ser una lección para los mexicanos. Frente a la barbarie terrorista y homicida nada más queda un camino: la cacería despiadada, absoluta, definitiva. No los discursos sobre la fuerza del Estado; nada más su aplicación.
Más de mil policías (la mitad de las fuerzas con las cuales las fuerzas federales mexicanas contienen y persuaden a quienes bloquean carreteras en Michoacán y Guerrero) persiguieron por más de un día entero a un solitario, asustado y pueril terrorista de bolsillo, hasta acorralarlo después de múltiples allanamientos, clausuras, cierres de negocios y convocatorias a la reclusión voluntaria de toda la población.
El pobre diablo fue capturado en una zona residencial, escondijo en un abandonado bote de pesca deportiva.
El atentado, cuyas primeras imágenes eran como las piezas sueltas de un rompecabezas fue resuelto de in mediato por un a sola razón: cuanto se debía hacer se hizo. Nada más. Se cerraron autopistas y escuelas; universidades (aquí las cierran La Familia Michoacana o los maestros de la APPO o los vándalos del CCH toman la Rectoría de la UNAM); se controlaron los aeropuertos, las marinas, los estacionamientos y se buscó casa por casa, puerta por puerta sin esperar órdenes de cateo o cumplir requisitos legaloides.
La prioridad era capturar a los terroristas. Uno ya mora en la columna del oriente. El otro será condenado a una pena mayor.
Al evaluar los efectos del acto terrorista en la maratón bostoniano, el presidente Obama dijo de ellos: a pesar de todo fallaron porque los ciudadanos no aceptar ser intimidados de esa manera. Su promesa de capturar a los culpables se cumplió en 24 horas.
¿Tiene todo esto algo digno de admiración?
Para los bostonianos no. Para los mexicanos debería. Ese es el resultado simple de hacer las cosas. Solamente hacer lo necesario cuando es necesario. Y si para eso se debe abatir a un joven en las calles de Boston o capturarlo a otro tras una fuga ridícula o buscar a Osama Bin Laden en el otro lado del mundo para asesinarlo y transmitir la operación mediante “streaming” desde el casco de los soldados para comprobación del Pentágono, pues se hace.
La diferencia entre el desarrollo y el subdesarrollo es esa a fin de cuentas. En el primer mundo las cosas se hacen: en el Tercer Mundo se analiza la razón para no hacerlas.
Obviamente se dirá, no son asuntos de la misma naturaleza, ni cabe la comparación entre peras y manzanas.
Una cosa es el terrorismo con sus componentes delictuosos y otra la protesta social.
Y es verdad, no son lo mismo, por eso lo segundo debería realizarse fuera de los terrenos del vandalismo, la destrucción, la piedra, el incendio, la exhibición de armas, el cierre de caminos, el asalto a los edificios públicos y todo el catálogo de formas extremas de presión política de cuya aplicación hemos “disfrutado” los mexicanos –de diferentes formas, como una inane evidencia de tolerancia política–, de diciembre a esta fecha, por hablar sólo de los casos recientes.
A fin de cuentas el terrorismo (si no el rudimentario y primitivo de este caso americano, si el de los grupos altamente entrenados y especializados) no es sino una forma delirante en la búsqueda de imponer una idea.
Pero cuando ni siquiera hay ideas las cosas van peor.
No es posible tolerar una invasión a la Rectoría de la UNAM explicada por el rechazo a la expulsión de quienes previamente habían invadido otro edificio. Ni el cuento del gallo capón es tan absurdo. Pero por desgracia las expulsiones serán reconsideradas y los vándalos exonerados de cualquier tipo de acto de justicia. Quizá les den una medalla o los contraten como catedráticos en la misma universidad como ocurre en la del DF.
Lo mismo va a suceder a la larga con los profesores de Guerrero y los de Oaxaca y los de Michoacán. El Estado (fallido o tullido) siempre dobla las manitas.
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Pero si ya hablamos de Michoacán, donde todos los sucesos recientes deberían mover a una honda reconsideración de si se están haciendo bien las cosas en este país, se ha construido –además del desastre político heredado– una catedral de finanzas podridas cuyas dimensiones son catastróficas.
Veamos nada más algunos datos precisamente ahora cuando el debate sobre la contratación de las deudas ocupa tanto del tiempo de los legisladores del país, como si no se pudiera aplicar el simple sentido común en lugar de caminar y caminar en la noria del disimulo y la ocurrencia.
En el año 2001, para hablar sólo del comienzo del principio del siglo y el milenio y todo lo demás, las “Obligaciones financieras” del estado de Michoacán, se elevaban a 180.5 millones de pesos. En marzo de 2012, tras los gobiernos de Lázaro Cárdenas y Leonel Godoy (ambos del segmento cardenista del PRD histórico), la deuda había subido a 16 mil 714 pesos.
–¿Y ese aumento cómo se mide?
–Pues como diría un estudiante perezoso, es como del “chingomil” por ciento.
La única pregunta cuya respuesta afirmativa justificaría ese endeudamiento es si los niveles de bienestar de la población también han crecido en esa desmesurada proporción con el paso del tiempo. Obviamente no es así.
Michoacán sigue siendo un estado miserable, empobrecido paso a paso donde la paz social es ilusoria; enorme la violencia, abundante el delito y ahora cada vez con menos posibilidades de reducir la presión demográfica (única variable siempre a la alza) mediante el “bracerismo” cada vez más limitado.
Hoy ese estado carece de orden político. Fausto Vallejo llegó tarde y físicamente mal. Sus condiciones de salud son cada vez peores y el relevo constitucional marca el retorno a las constantes de inestabilidad de tantos años en cuyo registro abundan los interinos, los suplentes y los emergentes.
La perturbación crónica de Michoacán se puede expresar en este simple dato (24 horas):
“…Por inestabilidad política, nombramientos presidenciales, enfermedad o muerte, (Michoacán) ha tenido exactamente el doble de mandatarios temporales (76) que constitucionales (38), según el conteo que Alejandro Bustos Aguilar realizó en su libro Los gobernadores de Michoacán 1824-2001 (UMSNH)…
“…El último interino michoacano fue Ausencio Chávez, quien gobernó de 1992 a 1996, tras la muerte de Eduardo Villaseñor Peña”.
El dato anterior tiene un matiz: los interinos también son constitucionales. El interinato es una forma de ejercicio del poder también prevista (como la elección directa) por la constitución. Pero en fin.
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Mucho tienen de opereta nuestros países latinoamericanos.
Las descripciones de Gabriel García Márquez de los modos de vida del gran tirano en “El otoño del patriarca” y sus ridiculeces de oropel, sus ministros disponibles para cambiar a su gusto y lágrima la trama de las telenovelas; las putas del puerto disfrazadas de impúberes dóciles a su imaginaria seducción, los edificios destechados llenos de zopilotes y gallinazos, la vaca muerta en el balcón de la patria y demás alegorías, no son sólo un triunfo de la literatura, son también una reescritura del periodismo.
La irrupción del exhibicionista Yendrick Sánchez, quien lo mismo le ha quitado el micrófono a Alejandro Sanz o la corona a Jictzad Viña, la Miss Venezuela 2005, no deja de ser tan hilarante como relevante. Causa risa por la forma tan abrupta como se rompió la solemnidad de la ceremonia palaciega y relevante de la mala calidad de la incipiente administración de Maduro cuya queja pública no pudo ser más conmovedora:
–“Me pudieron dar un tiro. La seguridad falló.”
Pero si eso podría ser nada más una parte relativamente jocosa en el libreto de la zarzuela del Orinoco, las condiciones de tensión y encono en la Venezuela actual hacen del episodio algo digno de observación en el archivo de las cosas importantes.
Quizá hoy los hombres más vigilados del continente sean Dzhokthar Tsarnaev en el norte y Yéndrick Sánchez en el sur.
Uno, como se sabe, culpable de los bombazos de la maratón (eso de sospechoso no le queda a estas alturas de la fuga y la captura)y el otro capaz de estorbar el primer acto presidencial del heredero chavista Nicolás Maduro quien es como un caldo de pollo sin pollo.
El chavismo sin Chávez nos viene a resultar tan aguado, insaboro insípido y poco nutritivo como el castrismo sin Fidel.
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Ante las críticas de los medios, Vicente Fox decía: “he aguantado la tundiza” y a sus secretarios les recomendaba “aguantar vara”. Hoy ante las críticas por perversión de los programas sociales, el presidente Peña le dice a Rosario: aguanta, aguanta.
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–¿Cuánto habrá cobrado Lula por ir a Chiapas a disfrazarse de Tzotzil en Navenchauc, Chiapas?
Quien sabe, pero por una conferencia, acto no tan distante del apadrinamiento simbólico de un programa contra el hambre similar al suyo, ha llegado a cobrar 500 mil dólares, según lo reveló la agencia argentina “Telam” en el año 2011, aún cuando oficialmente el gobierno brasileño reservó esa cobranza como “un secreto de Estado»
Brasilia, 4 de mayo (Télam).- El ex presidente brasileño Luiz Lula da Silva cobrará 500 mil dólares por una disertación ante ejecutivos de una empresa surcoreana, publicó hoy un diario local.