Hace aproximadamente un año (el 20 de enero del 2011), la prensa mexicana divulgó un suceso cuya entraña surrealista bien puede hoy considerarse elemento importante en retrato final del mejor alcalde del mundo: un camión de basura, lleno de desperdicios diversos (debidamente separados; eso sí) y cadáveres de cosas, cayó del cielo sobre varios automovilistas cuya suerte nunca podría haber sido adivinada.

Si H.P. Lovecraft escribió “El color que cayó del cielo”, una parte del imaginario “Necronomicón”, la burocracia mexicana nos regaló una página irrepetible: el camión basurero como meteorito de porquería sobre una avenida de alta velocidad.

Pero hoy las cosas son mucho más terribles de cómo las imaginaba Howard Philip, ese extravagante narrador de lo fantástico. Y son peores por una simple razón: son reales.

Gracias a la falta de investigación y consecuente planeación sobre el manejo de los desperdicios, la ciudad de México tiene casi todo, menos un lugar (o varios) para aprovechar la basura. Y aun dentro de la gravedad de esta carencia, hay algo peor: no se sabe cómo procesarla para hacer con ella algo menos nocivo ambientalmente.

En ese sentido (lo ha demostrado Iván Restrepo), la basura significa un problema social y un problema ambiental.

Sin embargo mientras estuvo abierto el Bordo de Xochiaca la ciudad más o menos podía si no resolver el problema, al menos cambiarlo de sitio. A pesar de las muchas advertencias, de la intervención de muchas dependencias (de la Comisión del agua a las autoridades estatales y municipales) se podía seguir barriendo debajo del tapete.

Hoy hemos perdido el tapete.

El fin del año, entre pretextos, molicie y una actitud complaciente (no hay crudo sin humildad), la ciudad no se alarmó demasiado a pesar del juego de tenis entre funcionarios de diversas ubicación para echarse la pelota de la irresponsabilidad cuya mayor expresión fueron los cerros de basura en la Avenida Juárez y otras zonas del recientemente jolgoriento Centro Histórico.

Pero ya se acabaron los cohetes y ahora alguien debe alzar las varas y saber dónde las pone.

En este sentido las advertencias de los expertos han sido sistemáticamente desoídas. También lo serán estas líneas del doctor Iván Restrepo, pero vale insistir en ellas para comprobar algo útil: no todos viven con los ojos cerrados. Si la política no atiende, algunos sí entienden:

“El nuevo año comienza sin que las autoridades informen con precisión sobre los sitios escogidos en el estado de México para depositar adecuadamente parte de las miles de toneladas de desechos que genera la capital del país. Si bien su recolección mejoró luego de la acumulación registrada las dos semanas recientes por falta de previsión de las áreas responsables, en varios municipios conurbados hay oposición a recibirla, como en Cuautla y Cuautitlán, que no disponen de la capacidad de almacenamiento requerida.

“Es el caso del relleno sanitario La Perseverancia, en Cuautla, donde las instancias oficiales locales se contradicen al abordar el tema de la capacidad del sitio. Ante lo que sucede, buena parte de la basura se envía a los rellenos sanitarios de Ixtapaluca y Xonacatlán, con capacidad limitada.

“Otro asunto pendiente de explicar satisfactoriamente por los funcionarios es el del saneamiento del Bordo Poniente y los procesos para convertir la basura, todo cuanto sea posible, en un bien económico en beneficio de la metrópoli y la industria, tarea en la que participan miles de familias que viven en condiciones muy desfavorables”.

Pero el asunto fundamental no es el cambio del escenario. El verdadero meollo del problema es nuestra incapacidad como país para resolver asuntos ya resueltos en otras ciudades del mundo y cuya definición más sencilla es el aprovechamiento industrial de la basura, su compactación, su confinamiento, su transformación en composta o el aprovechamiento de sus emanaciones gaseosas.

Esta no puede ser una ciudad de vanguardia (así lo sea en algunos aspectos sociales y de avance jurídico en favor de minorías y demás modernidades) mientras no hayamos resuelto dos incógnitas sobre los residuos: los líquidos del drenaje y los sólidos de la basura.

La síntesis de todo esto es ver cómo la zona de tiraderos cercana al valle de Chalco, se inunda con aguas negras.

El círculo hediondo se cierra en perjuicio de la viabilidad social y la conservación ambiental.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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