Por favor compañero, le iba a decir a usted de sector y de partido, pero ya no tiene caso ni una cosa ni la otra, ¿cuál sector?, ¿cuál partido?, porque ni modo decirle ahora, compañero de alianza y de oportunidad coyuntural , porque ya suena como burla, porque ya ni memoria tenemos de aquellos tiempos cuando campesinos, obreros, clases medias de empleos diversos, formaban las fuerzas vivas de nuestra organización política cuya potencia se definía en dos palabras simplemente; carro completo, decíamos y nadie se quejaba y quienes lo hacían luego lueguito obtenían algo a cambio de su docilidad absoluta a pesar del griterío justificante de una oposición capaz de todo menos de oponerse en realidad, porque todo se iba en discursos, marchas, manifestaciones y si se quejaban los opositores, por ejemplo de Acción Nacional, quienes nacieron para combatir al general Lázaro Cárdenas y sus tropicalismos socializantes, como la educación o el reparto agrario (tan mal como salieron ambas cosas al final), pues se les entregaban migajas felices, como esa de los diputados de partido; no representaban al pueblo; representaban el esfuerzo de un grupo pequeño por participar en la vida política nacional, como si todos hubieran tenido los méritos de Manuel Gómez Morín, sabio entre los sabios de México pero no todo el monte es de orégano ni son pardos todos los gatos en la noche de las oposiciones, y luego a los pobres izquierdosos, quienes oscilaban entre la obediencia al Kremlin y los sueños de Flores Magón y el proletariado sin cabeza, esos salían más baratos en apariencia: los teníamos en las nóminas de Gobernación y les dábamos un día con la estaca y otro día con la alcancía y así nos íbamos llevando la vida, ayudando a Sandino o a Fidel, asilando a Trotsky y dándole casa a los republicanos de España y jugábamos como nadie en los espejos de la habilidad, y dábamos y nos daban y el Partido mandaba y a veces se mandaba, es cierto, pero quiéranlo o no los beneficiarios de ahora, los verdaderos herederos del estado de Bienestar cuya mayor aportación fue el Seguro Social, entre otras cosas, construyendo el México del siglo XX, país cuya potencia emergente en algún momento maravilló al mundo cuyos ojos abiertos nos miraban como si fuéramos un milagro, y no; el milagro es ahora, ¿cómo han resistido todas esas instituciones al desfalco de este nuevo momento?, pero la cosa no es esa, no tiene caso hablar ahora de Morena porque ya sabemos, todos los frutos provienen del mismo árbol; a veces de ramas lejanas o a veces, muy cerca del tronco, pero ahora, dónde está aquel partido, como dice César Augusto Santiago: tras el asesinato de Colosio Zedillo, el sucesor, “dio el fundamento al deterioro del gran, partido que lo postuló y el cual ahora por fin llega a su debacle (¿por fin o falta más?), con el pleno arraigo del capitalismo financiero y la especulación y el abandono del terreno social y el equívoco de no distinguir entre el PAN y el PRI (hasta ahora), y a diseñar en la funcionalidad fracasada el actual PRIAN, cuyos perniciosos efectos no hace falta describir, quizá porque en esa forma de la ilusión democrática un día se cansó la mula o se fatigó el caballo, porque hasta el metal se cansa, como decían los ferrocarrileros y el hartazgo pudo más, y entonces empezamos a aflojar la rienda y el potro se nos desbocó pero antes de eso, ahora cuando me preguntas por el futuro, pues decirte cómo comenzamos a construir este asunto de desgracia y desventura, porque mira, deshicimos un bienhechor y tolerante estado de paternalismo político llamado por algunos dictadura como si eso no fuera una estúpida comparación con Stalin o a Franco, pero en fin, todos querían una democracia importada en lugar de mejorar la fórmula mexicana de convivencia política, heredada de las convulsiones profundas de la Revolución del siglo anterior, pero toldo esnobismo o era bienvenido y se comenzó a desmantelar lo funcional y a experimentar con lo innecesario o con las modas del neoliberalismo y sus compromisos económicos, como por ejemplo, el desmantelamiento de la vida sindical con acusaciones de corporativismo ( y así desapareció la CTM) o con la pulverización del campo o con los graves pillajes de saqueo y explotación indebida del petróleo, todo en el marco de la divinización presidencial cuyos excesos nos llevaron a donde ahora estamos para la nueva consagración del exceso pero ya dijimos, no hablemos de otras cosas, mejor quedémonos por ahora con el diagnóstico y la observación de cómo agoniza el partidazo, porque ya se trata de un cuerpo insepulto y a este paso no va a quedar de él nada, porque en menos de un suspiro (¿se acuerdan la imaginaria resurrección cuando llegó Peña, preludio del cataclismo?), las cosas no sólo volvieron a la derrota electoral sino a la derrota a secas. Un partido en la ruina , en la penuria política, en la indigencia moral; con registro perdido en la tierra cuyos antecesores convirtieron en el motor turístico del país, pues bueno ahí, se los cargó el rancho presidencial, se los llevó al Palenque del olvido ciudadano y ahí están ahora, haciendo cuentas entre lo alegre y lo idiota (solo a un idiota se le sube la derrota a la cabeza), porque en el juego de los porcentajes, las especulaciones y el regodeo sobre la paliza debería haber un asomo siquiera de dignidad y una renuncia franca, abierta, sencilla (¿dónde estás Roberto Campa?), para salvar siquiera un poquito del honor, para emular a Francisco I° y decir, todo se ha perdido, menos el honor, cosa posible cuando quien algo pierde honor ha tenido alguna vez, y no es el caso, así pues, preparemos las exequias no sólo del PRI sino de la alianza cuya liga apenas sujeta un puñado de varas de aire, pues lo único rescatable ha sido una elección en Aguascalientes y el aprovechamiento de los errores de Morena en Durango, y ahora viene el acto estelar en este circo de varias pistas, mientras el PRI dormita en el Estado de México, última moneda de su herencia, los texcocanos se aprestan a conquistar el poder en Toluca y el señor Rubén Moreira, incapaz de contener a su hermano para ayudar a su esposa en Hidalgo, verá como Riquelme se queda irremediablemente sólo, como John Wayne, con la cerreta volcada y en llamas, mientras los indios le disparan flechas por todas partes, pero en las películas de vaqueros (viva John Houston) siempre ganaba el del sombrero y perdían los de las plumas, aquí no.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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