Pierdo ahora al autor de la frase. Sin embargo resulta útil pues define en el fondo y en la forma una conducta:

“Mientras su director no lo abandone, un reportero no tiene nada que temer de un jefe de Estado.”

Bien. La libertad editorial, el respaldo institucional a los periodistas como invulnerable escudo frente al poder, sus abusos o sus venganzas.

Hoy muchos dirían, mientras su ONG de cabecera no lo abandone un periodista (o alguien disfrazado de tal, encubierto en favor de otros intereses o cobijado por el cómodo ropaje de una doble función), tampoco debe temer, excepto de aquellos a quienes traiciona o con quienes hace tratos clandestinos.

Leamos esta información generada hace unos días en medio de la escandalosa confusión por un múltiple crimen (en el DF) no aclarado, entre cuyas víctimas hubo un reportero gráfico emigrado de Veracruz amistado con una “activista” (todo cabe en un activista sabiéndolo acomodar) también muerta de manera violenta junto con otras tres personas de quienes nadie se ocupa, entre ellas una sirvienta sin aprovechamiento social ni utilidad política.

“ORIZABA, Ver., 13 de agosto de 2015.- La madrugada de este jueves fueron ejecutadas seis personas en un bar de Orizaba, Veracruz, entre ellos José Márquez Balderas, alias “El Chichi”, identificado como jefe de plaza de un grupo delincuencial, así como Sergio Felipe Mendoza Morgado, Alberto Rodríguez Romero, José Eduardo Castillo Romero y una persona más sin identificar, además del reportero Juan Heriberto Santos Carrera, ex corresponsal de Televisa Veracruz.

“De acuerdo con información de “Quadratín Veracruz”, en el lugar las autoridades encontraron armas y vehículos de los occisos. Y de acuerdo a un informe del Gobierno Estatal, los ahora difuntos «se encontraban conviviendo en el momento de los hechos».

“Al momento de darse a la fuga, los agresores se enfrentaron con elementos de la Fuerza Civil, sin embargo no se logró su detención…”

Y más:

“José Abella, dueño de “El Buen Tono” (donde trabajaban dos sobrevivientes del atentado) , anunció en su cuenta de Facebook que cesará a sus dos reporteros que estuvieron anoche en Orizaba en el lugar donde abatieron al jefe de los Zetas.

“Abella señaló que “esos reporteros” sentados a la mesa con el narcotraficante José Márquez Balderas “el Chichi”, incluyendo el abatido Juan Santos Carrera, no estaban hablando de “periodismo” con el líder zeta.

“En otra publicación, también en su muro, el dueño de “El Buen Tono” arremetió contra periodistas de Televisa como López Dóriga y Loret de Mola, a quienes retó a quejarse de que en Veracruz (desde el gobierno, supongo) matan a los periodistas, luego del atentado de anoche donde los reporteros fueron encontrados en compañía del narcotraficante.

“El director General de “El Buen Tono de Veracruz”, comenta que los homicidas iban contra el corresponsal de Televisa, Juan Heriberto Santos Cabrera, reportero de “Telever” (algo así como un pagador de sobornos), pues aunque los dos reporteros de “El Buen Tono” resultaron agredidos, no tienen ningún impacto de bala.

“En entrevista para el noticiero «Ciro Gómez Leyva por la mañana», Domínguez comentó que los dos reporteros de su medio, resguardados por la policía municipal, han solicitado salir de Orizaba por el miedo que tienen luego de ser testigos de estas muertes”.

Así la frase inicial de esta columna se podría mudar:

“A condición de que su director no lo denuncie y sus (otros) patrones no lo baleen, un reportero no tiene nada que temer de un jefe de Estado”. ¿O cómo?

Más allá del repudio por la muerte de Santos Cabrera los automáticos e irreflexivos defensores de periodistas, así sin más ni más, deberían revisar sus entusiasmos y declarar con un poco más de cautela.

Ni es el león como lo pintan ni todo brillo exhibe al oro. No se llega a la moralidad sólo por asumirse periodista ni se es inmoral por dedicarse a esta profesión alguna vez tan disminuida en su buen nombre.

En el caso de este redactor cuyo lapso profesional (pronto el medio siglo) supera la edad de muchos activistas y oportunistas de la defensa de periodistas (istas, istas) a quienes nunca ha visto escribir ni siquiera la “O” con un canuto, como decían en España, podría contar las verdaderas actividades de muchos de sus conocidos de oficio a lo largo de estas cinco décadas.

Ha conocido gestores, coyotes de Migración, traficantes, protectores de “reventones” y casas de putas (algunos hasta hijos de señoras con este oficio); vendedores de influencias, “sacaplanas”, “acridios”, publirrelacionistas , chantajistas descarados; flotilleros, taxistas, fumigadores de campos agrícolas, dueños de estacionamientos, empresarios del petróleo, transportistas, traficantes de permisos, dueños de bares, vendedores de licencias, y hasta simples y devotos reporteros sin otro afán más allá de la noticia.

No diré sus nombres pero conozco la amplitud de la viña del señor. Por eso generalizar es una doble equivocación.

Sin definir la historia con toda claridad, cuento lo siguiente. No estoy borracho ni como lumbre.

Siendo director de un semanario, hace años, el jefe de Estados, me dijo, “Fulano de Tal viene a México y quiere invitarte a platicar. Era corresponsal en una importante plaza fronteriza.”

Se hizo la cita. El reportero habló de naderías y llegado un momento de confianza abrió el juego.

–Trabajo para Zutano de Cual y traigo un mensaje. El jefe ofrece amistad con la revista y pide un favor.

Se trataba del más notorio narcotraficante de esos años. Previo al “Mayo” Zambada; previo al “Chapo” o al “Azul” o a cualquiera de esos. Más poderoso, más cruel. El servicio era no hablar de él, ni publicar ni siquiera su nombre. Su generosidad quedaba exhibida en el siguiente movimiento del emisario: un paquete con 25 mil dólares ahí mismo.

–Es una prueba de amistad. Y habrá más.

–Pues dile que me la entregue personalmente”, le dije. La reunión acabó en ese instante.

–¿Y luego qué pasó?

Pues nada, aquí estoy escribiendo ese episodio. Lo cuento como una prueba de con cuánta facilidad los cárteles usan a los ubicuos reporteros. Un periodista puede entrar y salir de todas partes, hablar con quien quiera, escuchar, acarrear información, ser correo, “correveidile” o secretario.

Todo cabe en un reportero sabiéndolo acomodar.

Y eso lo sabe el crimen organizado al cual, paradójicamente, ayudan los activistas irreflexivos. ¿Cuándo será posible intervenir después de la verdad y no intentar siempre en sembrar verdades a priori?

Quizá cuando las ONG dejen de ser usadas para sacar las castañas con la mano del gato, cuando sea verdaderas organizaciones defensoras de los derechos humanos y no usen ese pretexto para hacer política contra grupos ajenos a sus patrocinios, cuando dejen de minar (en términos generales) la presencia del Estado, cuando suspendan sus promoción del juicio sumario, instantáneo y con alguna frecuencia equivocado.

O sea, nunca.

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He conocido, como dije, a muchos periodistas. Uno de los mejores es indudablemente Hugo L. Del Río. Vive en Monterrey y el domingo 23, en la Casa del Libro de allá, presentará su novela “La casa del enemigo malo”. Su invitado a la mesa es Armando (Catón) Fuentes Aguirre.

Y ya de paso, un saludo a Lola Ayala, amiga de tantos años, por el susto aeronáutico en la sierra de Chihuahua.

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A pesar de sus antecedentes como democratizador electoral Arturo Núñez enfrenta un alud de críticas en Tabasco por sus intromisiones a favor del PRD. Lo demócrata se acaba con el ejercicio del poder, según vemos.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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