El desastre estratégico de la izquierda, expresado no sólo en la inoportunidad del infarto a López Obrador (real, fingido; magnificado o como haya sido, sin siquiera dar oportunidad a una carta, mensaje o video a sus seguidores) le ha dejado una victoria en muchos sentidos pírrica a quienes se beneficiaron de este desastre. La izquierda en México es necesaria, indispensable, dirían algunos fuera de la misma corriente ideológica, si algo le quedara de ideología al mazacote.
La historia de la izquierda no ha sido en los últimos años la pormenorizada relación de una fuerza ideológica (indispensable en la evolución cultural de México por ejemplo) sino una interminable retahíla de protestas con pretexto de la dicha ideología. Cuando se vieron obligados a defender su última frontera, se desdibujaron. No pudieron hacer nada como no fuera el ridículo. Y eso es preocupante.
¿No hay en México una izquierda capaz de actuar sin llamar de nuevo a Cuauhtémoc Cárdenas para defender el patrimonio nacional expropiado por su padre? ¿Ha sido incapaz esa corriente histórico nacionalista; proletaria y popular, de crear nuevos cuadros más allá de la delincuencia organizada de los Bejarano y similares? ¿Sólo pudieron producir a Martí Batres? También pudieron generar a un diputado “stripper” tan pudoroso como para quedarse en calzoncillos cuando su amago era de un desnudo completo. Puro cuento.
La izquierda se preparó años y años para irrumpir con fuerza en el diseño de políticas públicas. A ella se le deben las nociones más actuales de una política de “gasto social” y como su mejor ejemplo, la adopción por parte de otros gobiernos (el PRI por ejemplo) del sistema universal de pensiones para adultos mayores.
Sin embargo más allá de eso y de algunos programas cuyo efecto electoral es innegable, pues consiste –como ya otros han dicho—en una esquiva y anticipada forma de adquirir votos, no han generado nada.
Como no se pueden comprar papeletas cruzadas, se compran votantes para cruzarlas a favor del PRD. El agradecimiento puede sustituir el temor y la comodidad a la aventura. Nadie cambia de partido cuando una administración les otorga los beneficios, mayores o menores, negados parea ellos por otros gobiernos displicentes y ajenos a su necesidad.
Por otra parte y ante la anemia en la producción de figuras de primera línea, el Partido de la Revolución Democrático en el DF, su mejor posición en el mapa mexicano y casi su feudo intocable, Marcelo Ebrard aceptó la candidatura de Miguel Ángel Mancera a sabiendas de su relativa distancia con el PRD, del cual ni ha sido ni es militante activo, aun cuando se mezcla con todos los ilíquidos –pegajosos o no— de las corrientes del partido.
La capacidad de administración de Mancera se ha visto obstaculizada precisamente por una izquierda cuya finalidad debería ser su auxilio y respaldo, pero entre los grupos y las tribus se han propuesto cegar la única fuente real de poder en la ciudad de México: el flujo ordenado entre el Partido y el gobierno.
Si bien en sus primeros meses Ebrard tuvo hasta un grupo organizado en su contra del cual formaban parte Armando Quintero y Pablo Gómez; entre otros, el respaldo de Andrés Manuel y su propia habilidad, hizo posible retroalimentación —hoy desaparecida—entre el Partido y el gobierno.
Si los sabotajes contra Manera continúan, no solo en los actos políticos de las corrientes sino en las expresiones vandálicas al estilo del árbol navideño de Insurgentes y Reforma los militantes de la Revolución Democrática habrán desarrollado su criadero de cuervos y terminarán sacándole los ojos no a su gobierno sin o al partido completo con lo cual permitirán el retorno de los brujos en el DF. El PRI se ha fortalecido, especialmente con la Reforma Energética; de una manera impensada para cualquiera en tan poco tiempo.
Pero en el plano nacional el panorama es grave. Las alianzas nunca les ha servido y hoy tiene, entre otros esperpentos, el gobierno de Gabino Cué, si a ese remedo de pastorela se le puede llamar gobierno. El problema es la falta de cuadros y cuando no se tienen, no se pueden inventar, así Andrés Manuel quiera sacar a su hijo a la escena, con resultados verdaderamente patéticos. Casi tanto como la actitud de Martí Batres.
BRINCOS
El ex–Contralor Corporativo de Pemex, Antonio Domínguez Sagols, escuchó el canto de las sirenas y se supuso Subdirector Corporativo de Compras. Pero a la hora de la hora terminó como Coordinador de Asesores del Director Corporativo de Suministros.
Total, como decía el clásico, ¡Lástima Margarito!
HECTOR PABLO
Héctor Pablo Ramírez Puga, director de Liconsa, dice, los campesinos no tienen costumbre de beber leche, por eso son consumidores de refrescos. Y para eso se prepara a asestarles un golpe de mala leche con el alza de la leche popular.
Pues sí, la mala leche.