No es del todo necesario, pero vale la pena como consuelo: la ciudad de Pekín (Beijin, le dicen quienes tienen perritos “beijineses”) y su entorno, con sus seis anillos periféricos para distribuir una circulación mucho menor a la mexicana; fatigada de toda la vida por los vientos helados y las arenas del Gobi y la creciente industrialización, fue declarada peligrosa (como en los años 50 ocurrió en Londres y tiempo después en Los Angeles), y puesta en cese de actividades.
La alerta roja fue aplicada con la fórmula infalible del progreso chino: por órdenes de la autoridad. Ahí son tan poco proclives a los cuentos chinos como para no someter las decisiones de gobierno a consulta de nadie.
Se trate de construir el sistema hidráulico más grande del mundo “La presa de las tres gargantas” o llevar al extremo una alerta por contaminación severa. Las cosas se hacen porque se deben hacer y quien se oponga se opone al régimen y es tratado como un disidente, con las consecuencias previsibles: de menos, “pamba china”.
La ciudad de México, por contraste, amaneció el día de Navidad cubierta no de nieve, como en las imagines idílicas de las tarjetas postales, sino envuelta en el humo denso de incendios fabriles y quema de llantas, pirotecnia y demás contaminantes.
La autoridad se dio a la tarea de inmediato: decretó una “precontingencia” con lo cual se limitaron las actividades al aire libre (o al humo libre) y se dispuso suspender las (inexistentes) actividades industriales (era día festivo) y las labores de bacheo. Y no es broma esto ultimo.
La concentración de los contaminantes fue tan grande como para aplicar esta fase de los programas de contingencia; no de precontingencia. Esa es una forma eufónica de enmascarar los problemas. Como el señor cuyo médico le diagnostica “pre-diabetes” o le informa de un pre-infarto. Antes del texto, el pretexto. Todos los vivos estamos pre-muertos, en ese caso.
La novia coqueta está pre-casada y desde el día de la boda el futuro marido es pre-cornudo. Pre-muerto está el anciano desahuciado y es pre-madre la mujer embarazada.
Pero independientemente de esas minucias, es necesario reconocer el fracaso en el combate a la contaminación, quizá porque nunca se tuvieron las decisiones plenas en la restricción y controles en el uso de motores de combustión interna. Tampoco se metió en cintura a la industria.
Es una guerra perdida en la cual esta ciudad se enfrascó dese los tiempos de Manuel Camacho Solís.
Cuando el programa “Hoy no circula” fue diseñado, de inmediato se buscaron las excepciones: calcomanías de diferente categoría. Cero, doble cero. Se confundió la restricción con la potencia de las emisiones. Y cuando las cosas estaban mal, la Suprema Corte de Justicia hizo una de sus muchas supremas idioteces (como la mariguana lúdica y recreativa) y metió a la circulación un millón de autos aptos para una verificación de emergencia y un semestre de contaminación humeante y estorbosa.
Si en verdad se quisiera hacer algo se debería tomar una medida sumamente antipopular.
Quizá no haya gobierno capaz de soportarla, pero poner a circular los autos con placa par tres días por semana; los de placa non los demás días y los domingos declararlos el día del caos, como es ahora, disminuiría de inmediato a la mitad los autos en circulación, cada día. Y los contaminantes por consecuencia.
—¿Cuanto cuesta eso en votos adversos? No se, yo no busco votos.
Y si —además—, se quieren disminuir los nudos viales, pues a prohibir el reparto de cualquier cosa durante el día ya sean Coca-Colas y panes Servitje; agua o tanques de gas.
El horario de distribución se debería limitar entre las 23 horas de un día y las 6 horas del siguiente. Solo maniobras nocturnas, chille quien chille y lo pague quien lo deba pagar.
—¿Sería un problema de seguridad? Pues resuélvanlo, para eso hay más de 70 mil policías en la ciudad, no sólo para morder a quien hable por teléfono al volante del auto.
Pero aquí todo es materia de litigio chillón.
Ya los industriales se quejaron por la Ley de Transición Energética, la cual de todos modos fue promulgada por el Presidente Enrique Peña.
Hoy la ciudad tiene mas fuentes de contaminación y menos soluciones. El control de vehículos, la pantomima de las verificaciones y los convertidores catalíticos y todo ese asunto, no deja de ser escándalo en todas partes, hasta en los motores de la Volkswagen.
De ahí surgió el lío.