No es necesario leer “Bajo el volcán”, la novela de Malcolm Lowry, (aunque en ciertos círculos superiores del Palacio Nacional alguien se la pueda adjudicar a Margarito Ledezma), para entender la profundidad del misterio mortuorio en las concepciones espirituales de los sincréticos mexicanos. 

De nada nos sirve ahora leer sobre las procesiones del día de difuntos y las “melancólicas luces de sus velas” en las milpas, porque al llegar la fecha del dos de noviembre, los muertos chicos y grande regresan del Mictlán (o el purgatorio; el cielo o el infierno mismos, según cada quien crea), envueltos en el aroma de la memoria, para hacernos cumplida visita y beber del alcohol para ellos reservado en la florida ofrenda de los pétalos amarillos y los humeantes braseros plenos de copal sobre manteles de papel picado, en cuya filigrana sutil se adivinan calaveras de emplumados sombreros.

Si no tenemos el penacho del gran Moctezuma, tenemos las plumas coquetas de la catrina de Posada, quien fue el primero en criticar hasta la muerte y más allá a los fifís de entonces, lagartijos, catrines y catrinas, opulentos socios de la clase opresora en contra del pueblo bueno, del de mero abajo, más al fondo de cómo lo miraba Mariano Azuela. 

Los mexicanos les hemos puesto plumas a las serpientes y a los tocados de los tlatoanis. También a los danzantes y concheros; huehuenches y sobadores. 

Pero entre las muchas cosas de nuestro presente, ahora vemos cómo los muertos por la epidemia planetaria (pandemia, le llama la OMS) cubren de negro nuestros días corrientes y el Supremo Gobierno, con transido semblante de acuerdo  con la ocasión, nos receta otra  jornada luctuosa nacional: tres días de duelo con banderas a medio mástil, porque no hay nación alguna capaz de superar nuestra devota dedicación a honrar a los difuntos, vista con toda claridad nuestra imposibilidad para evitarles tan rígida y definitiva condición.

Quienes saben de estadísticas podrían explicar con una curva en ascenso, cómo aumentaron  las muertes: en marzo –un día después del aniversario petrolero— teníamos un inaugural difunto. 

Hoy lo acompañan otras 80 o 90 mil almas, cifra imprecisa porque la única certeza de los datos oficiales es su inexactitud crónica, por lo cual bien podríamos afirmar cómo hemos llegado a los 100 mil cadáveres, cantidad con la cual “The New York Times” puso el grito en la página con los nombres del primer centenar de miles de gringos fallecidos. Aquí se llama “domar la pandemia”

Eso fue en mayo, con una población tres veces mayor a la mexicana. 

Hoy, cuando fácilmente nos acercamos a esa cifra (si no la hemos rebasado)  estamos como ellos hace cinco meses, con la tercera parte de sus habitantes. Y ni aquí ni allá se termina la emergencia sanitaria. Tampoco en Europa. 

Pero no todo en la vida es negrura y amargura. También hay ocasión para la dulzura y la ternura.

Chimuelo el equipo presidencial en la sensible área de la Seguridad Pública o Seguridad Ciudadana, el Señor Presidente decide enviar a una mujer de todos sus afectos y confianza al mando o al menos la coordinación policiaco militar de este país. 

Resultaría importante, dado el urgente reforzamiento femenino tan requerido en esta ardua tarea, una secretaria a la cual no le hagan el vacío sus compañeros del madrugador Gabinete de Seguridad (machos, machines, machirrines, machuchones) , los cuales han ignorado de manera persistente las opiniones, sugerencias, aportaciones, conceptos, tesis, propuestas, comentarios y disposiciones, de la señora secretaria de Gobernación,  Doña Olga Sánchez Cordero, al extremo de impulsarla a denunciar esta misoginia imperdonable, así después haya matizado su queja con la explicación de una extremada “hipersensibilidad” ante los temas femeninos, de género y de todo el conjunto de valores contemporáneos, a los cuales no me he de referir en esta ocasión.

Pero haya tenido el nombramiento de Rosa Icela relación alguna con las lamentaciones de la ministra en retiro, el hecho esta ahí para quien lo quiera asociar.

A la señora Rosa Icela Rodríguez lo mismo le van los barridos o los fregados, porque puede ser operadora de programas socio-electorales en la CDMX, secretaria de Gobierno de la capital, subsecretaria ciudadana en la SSP;  o Coordinadora de Puertos y Marina Mercante, sin conocerse en su curriculum singladura alguna. 

Pero no, ella no iba a ser la mujer del puerto por mucho tiempo (saludos Julio Bracho), ni cuando había puerto de abrigo  en la Huasteca Potosina, lo cual permitió hace años hacer Jefe de Pesca a Gonzalo N. Santos, quien no distinguía una barracuda de un cangrejo. 

No. Ella es una mujer capaz de todo cuanto se le ponga enfrente, ¿saben ustedes por qué? porque viene de abajo, porque es honesta, porque ha estado siempre y desde siempre con el movimiento ahora devenido en Transformación Nacional, porque es incorruptible y además porque ha sido periodista de “La jornada”.

Y si no,  escuche usted este panegírico presidencial:

“ ¿Quién es Rosa Icela Rodríguez, desde mi punto de vista? 

“Es una mujer que viene de abajo. Es originaria de la Huasteca potosina, de una familia humilde, que estudió, es periodista de profesión, fue reportera del periódico “La Jornada”, posteriormente estuvo conmigo en seguridad pública cuando creamos las coordinaciones en la ciudad para atender el problema de la seguridad pública…”

“ (LJ).- Fue también titular de la Se­cretaría de Desarrollo Social en el Gobierno de la Ciudad de México, y hasta hace poco, secretaria de Gobierno en la administración de Claudia Sheinbaum. Más tarde fue invitada para poner orden y acabar con la corrupción, el contrabando y la producción de droga en puertos”.

No se sabe cuánta de la droga circulante en México se produce en los puertos o si por los puertos se introduce para su posterior distribución. 

Tampoco si en un trimestre al frente de esa responsabilidad portuaria y marinera  haya logrado doña RI, poner orden y acabar con  la corrupción en tan estratégicas  áreas, ahora “concesionadas” a las Fuerzas Armadas, como explicó el ex secretario de Comunicaciones y Transportes el desencantado Javier Jiménez antes de lanzar el arpa. 

No se sabe, pero sus cuentas deben ser buenas.

Y ya si hemos mencionado a la ministra en retiro, Doña Olga SC, valgan estas líneas como agradecimiento a sus interpretaciones constitucionales. El asunto al cual se refiere no lo he encontrado en el texto vigente de la Carta Magna. Por eso se le agradece doblemente. Ella debe tener otra edición.

El asunto comenzó cuando Silvano Aureoles, gobernador de Michoacán, exhortó a los michoacanos con voto en Estados Unidos, a sufragar por Joe Biden. 

La ministra en retiro se puso de inmediato el saco de la política exterior e interior (una en cada manga),  y le dijo al insumiso gobernador cómo había violado la constitución con  su arenga político electoral.

“…Entrometerse de la manera que lo hace en los asuntos internos de otro país, en un proceso electoral externo, hacer política exterior cuando no le corresponde, le hace incurrir, a mi juicio, en ilícitos constitucionales(ilícito es un adjetivo; delito es un sustantivo) 

“…constituye un lamentable y anecdotario precedente en la historia nacional. Cuestión que me parece, por demás, grave, pues coloca al Estado mexicano en una situación muy delicada en términos de política exterior…”, 

Haciendo de lado la confusión entre anecdótico y anecdotario, el pasmado leyó el artículo 116 de la Constitución; en el cual se detallan los asuntos de los gobernadores, y nada halló sobre el voto de silencio. 

En ninguna parte dice, se prohíbe recomendar a los paisanos, el voto contra un presidente de EU en reelección, más si se trata de un amigo del C. Presidente de la República.

Silvano contestó con educación y displicencia:

“La secretaria de Gobernación, @MOlgaSCordero, respondió con inusual rapidez ante nuestro llamado a la dignidad, a nuestro llamado a no votar por …..@realDonaldTrump…

«Le recuerdo que, de manera reiterada, nuestros paisanos han sido maltratados, ofendidos y agredidos en sus derechos por @realDonaldTrump desde que era candidato en las elecciones anteriores».

Noche de difuntos en Janitzio. 

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Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

1 thought on “Con los muertos se pasan de vivos…”

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