La ofensiva del clero en contra de la ley capitalina en lo referente a las uniones homosexuales y las adopciones por parte de esas parejas, no solamente viola la Constitución; se aparta de la prudencia y convoca a fantasmas supuestamente sepultados y a cuya resurrección el propio gobierno federal ha contribuido mediante la exaltación del mérito cristero.
La similitud entre la rebeldía de los tardíos veinte y la actual convocatoria a la desobediencia no es nada más una ilusión jacobina. En ambos casos se trata de una rebeldía.
Cuando el Papa Juan Pablo II estuvo en la Basílica de Guadalupe, estos mis oídos pecadores escucharon dentro del templo un grito aparentemente sepultado en los polvos de la historia: ¡Viva Cristo Rey! ¿Quién, entre otros, gritaba así a voz en cuello, con los ojos entornados hacia el altar?
El entonces secretario de estado, Carlos Abascal, quien fue durante años responsable de la Gobernación nacional.
Este caso, en el cual la beligerancia del arzobispado católico se ha extendido a los jerarcas de otros credos y ritos, se puede resumir en la homilía del domingo pasado y sobre todo en la intervención de su hombre de medios y vocero, Hugo Valdemar
El mensaje de Norberto Rivera, leído por, el sacerdote Valdemar, ha sido difundido y explicado por Carlos Villarroiz integrante del Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México:
“Al término de la ceremonia religiosa, el padre Hugo Valdemar Romero, Director General de Comunicación Social del Arzobispado de México, leyó un mensaje firmado por el cardenal Norberto Rivera, cuya estructura discursiva está plenamente apoyada con citas bíblicas, de modo que la mayor parte de sus citas corresponden a las Sagradas Escrituras.
“El texto hace referencia al Libro de los Hechos de los Apóstoles (5, 29) en donde se afirma que ‘no podemos obedecer a los hombres antes que a Dios’ y posteriormente, el mensaje del Cardenal Rivera evoca varios pasajes bíblicos, entre ellos, aquel en donde los apóstoles fueron perseguidos (Hechos, 5,17-29):
“…no podemos callar, pues podremos escapar de los tribunales de Dios, quien nos pedirá cuenta de nuestra cobardía por avergonzarnos de su nombre y por no defender al rebaño del lobo que mata y dispersa a las ovejas”.
“Apoyado en las Sagradas Escrituras, el texto leído en la Catedral sostiene que ‘la ley perenne es la de Dios; toda ley humana que se le contraponga será inmoral y perversa, pues al ir contra su voluntad termina por llevar a la sociedad a la degradación moral y a su ruina’”.
“México es Cristiano. México es un país que ama a la familia, es su célula fundamental y el centro de cohesión social; es por ello que vemos con profunda preocupación cómo se ataca al matrimonio, como se burlan de los valores cristianos y de nuestras creencias más sagradas.”
De esa manera los cambios jurídicos son presentados como una deliberada persecución religiosa. Así comenzaron las cosas en 1937 con la diferencia notable de la naturaleza de aquellas medidas callistas en las cuales sí había una abierta prohibición.
En el momento actual nadie ha prohibido ninguna práctica religiosa. La ley se ha hecho (mal desde mi personal punto de vista) sin consideraciones más allá de lo jurídico, pero de manera legal y democrática. Y uno de los principios de la ley, formalizada en una asamblea institucionalmente vigente y jurídicamente creada para tales fines (legislar sobre criterios de mayoría), es la universidad de su cumplimiento.
Invocar la martirizada condición de la iglesia es impulsar la reacción exagerada de los fieles a quienes se manipula desde el credo; no desde la razón. Las leyes de uniones conyugales homosexuales y la relativa a las adopciones pueden y deben ser objeto de debate; no de convocatoria a la sedición, así la llamarada de la rebeldía (especialmente por eso) provenga del púlpito.
Si ellos invocan las Sagradas Escrituras, el Estado debe invocar la Constitución (art 130):
“…Tampoco podrán (los ministros del culto) en reunión pública, en actos de culto o de propaganda religiosa, ni en publicaciones de carácter religioso, oponerse a las leyes del país o a sus instituciones…”.
CAFÉ BUGANZA
Los veracruzanos han visto de pronto una aparición extraterrestre: el Café Buganza, un producto inexistente en las tiendas o supermercados y el cual promueve una candidatura panista, mediante el aprovechamiento “pirata” del añoso logotipo del Consejo Regulador del Café-Veracruz A.C.
Ese consejo representa a los productores de café de esa entidad, cuyo producto forma parte de la identidad de los veracruzanos. Bajo esa idea se cobija un concepto comercial reconocido en cualquier parte del mundo: la denominación de origen, como la champaña o el coñac; el tequila o la Talavera, pero también una intención de propaganda política: soy tan veracruzano como el café de esta tierra.
“Una Denominación de Origen se define —dice el Consejo—, como: ‘[…] el nombre geográfico de un país, de una región o de una localidad que sirva para designar un producto originario del mismo y cuya calidad o características se deben exclusiva o esencialmente al medio geográfico, comprendidos los factores naturales y los factores humanos’”.
Y eso se lo ha fusilado Buganza de manera impía, ofreciendo además un producto cafetícola similar a su calidad política: ausente del mercado.