Ahora, cuando se habla de la cultura y el sexenio actual, recordemos al Dante.
Así, a la mitad del camino de la vida, hundido en la azarosa selva oscura, porque había una selva en la Divina Comedia, el Presidente Peña llega y nos habla de algo muy importante. No sé si algún otro de nuestros compañeros lo vaya a tocar.
Todos van a hablar de la economía, del dinero, de la seguridad, de si «El Chapo», de si la fuga, y cuánto más, pero a mí me parece muy interesante el anuncio de la creación de una Secretaría de Cultura.
Dicen las personas cercanas al Presidente sobre una institución para englobar todos los esfuerzos en materia de cultura, promoción y divulgación necesarios para la altura de nuestra potencia cultural.
Y a mí me parece muy interesante –en el mensaje de septiembre–, ver como dos temas se mezclaron.
El tema de la educación y el tema de la cultura.
¿Qué temas puede tener la cultura que no pasen primero por la educación?
Sin la educación, la única cultura que se crea es la subcultura de la ignorancia de la cual, también en México tenemos muchas pruebas pero un país educado produce una cultura alta, una cultura sólida y una cultura defensiva.
Lo mejor para la defensa de los mexicanos en el tiempo de la globalización es la cultura.
¿Qué es cultura? La cultura es entender la vida con los valores de tu tradición, con los valores de tu pasado, con los valores de tu creatividad.
Entonces, vamos a tener, en época de recesión del gasto público una Secretaría de Cultura cuyo costo el Presidente no revela ni será oneroso, con lo cual, a mí me da a entender el cambio de nombre del Conaculta y a convertir a Rafael Tovar del presidente de un consejo a secretario de Estado.
No sé si después, el Conacyt pretenda ser la secretaría de la Ciencia y la Tecnología y asimile al Politécnico. No sé si todos los consejos se vayan a convertir en secretarías, no lo creo.
Pero aquí estamos metidos en esas interrogantes desde la sola definición. El Presidente afirma la tenacidad implacable del Gobierno para continuar con la reforma educativa, lo cual, es algo digno de reconocimiento y aplauso.
La reforma educativa, a pesar de los estorbos oaxaqueños, va marchando. Dejó en el camino un cadáver, a veces, injustamente maltratado, el de Emilio Chuayffet. Pero, finalmente, la reforma educativa es algo importante. Ahora se quiere complementar con programas de idiomas, sobre todo el inglés y tal. Muy bien.
Se van a emitir bonos de infraestructura educativa para arreglar todas las escuelas en ruinas pero, ¿cómo hacer, por ejemplo, con estas cosas que no se sabe bien a bien su destino, como por ejemplo, el canal cultural de televisión, el canal 22?, ¿va a ser de la secretaría?, ¿se le va a quedar a la SEP?, ¿qué va a pasar con todas estas áreas?
El Conservatorio Nacional de Música, ¿seguirá siendo una escuela o se convertuirá en un elemento secretarial?, ¿qué es el Conservatorio? Nada más una escuela, se la queda la SEP. Pero, ¿quién se queda con la sinfónica que ya es de músicos graduados?, ¿la secretaría o Bellas Artes? pero, ¿quién se queda con Bellas Artes?, ¿o pasa de instituto a subsecretaría? ¿Qué va a pasar con Antropología?, ¿que va a pasar con las academias de historia?, ¿con la academia de geografía y estadística?
En fin. ¿La diversidad cultural de México cabe toda en una secretaría?
Yo digo sí pero hay que saber quien va a hacer esa secretaría. Hubo un ensayo hace muchos años en el cual participaron Enrique González Pedrero y Víctor Flores Olea, un poco metió también la mano ahí el notable y grande poeta, Eduardo Lizalde.
Y se hizo todo un esquema de cómo se podía hacer una secretaría de cultura. Alguien dirá: no la necesitamos. No la necesitamos si va a dejar las cosas como están, digo, pero se debe entender bien a bien cómo va a cambiar esta ciudad de la cultura, el futuro de esta proliferación de bibliotecas y museos.
¿Para qué queremos tantos museos en México?, ¿para qué queremos tantas bibliotecas? La biblioteca de «Monsi», ¿cómo no? Y había que comprar también la biblioteca de Alí Chumacero, y comprar la biblioteca de García Torres, y de José Luis Martínez, pero acabábamos de terminar la Biblioteca Vasconcelos y tenemos la otra Biblioteca México y tenemos la Biblioteca Nacional.
Y tenemos bibliotecas en todas las casas de la cultura y uno dice -caray, este país cuántos libros tiene disponibles y nadie los lee.