Los organismos civiles de Derechos Humanos (políticamente correctos y rentables) convocaron y de aquí en adelante lo seguirán haciendo en cualquier foro, porque ya se ha desatado la ambición ante la cercanía del cambio de presidente o la reelección del actual comisionado (motejado como “Complacencia”) a quien le crecen los problemas a cada paso.
Un abrazo a Paco Calderón.
En el ya cercano noviembre se decidirá en el Senado de la República quién debe tomar las riendas de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, joven institución cuya existencia junto con el empecinamiento de decenas de grupos no gubernamentales, generó a pesar de todo, las mayores modificaciones constitucionales en cuanto a garantías individuales, desde 1917.
Si bien desde la Constitución de 1857 ya se iniciaba el gran pacto jurídico nacional con el reconocimiento de la dignidad de los hombres y mujeres (o mujeres y hombres para evitar quejas feministas) como fundamento del Estado mismo, ha sido hasta años recientes cuando se compromete algo absolutamente diferente al papel tradicional del Estado: no otorga derechos; los reconoce y garantiza.
Pero una cosa son los derechos de papel, es decir, aquellos redactados en la Constitución, y otra muy distinta su aplicación y mucho menos la garantía de pleno funcionamiento de los 12 organismos federales en la materia, cuya burocracia “protectora” le ha costado al país 28 mil 553 millones de pesos entre el 2009 y el 2013. Sólo la CNDH tuvo para este año, un presupuesto de mil 416 millones de pesos (Reforma, Sergio Aguayo) y va por más.
Frente a este panorama se deben destacar dos hechos, uno culminado, la llamada al ombudsman para comparecer en el Senado el 20 de mayo pasado (casi una reprimenda pública) y el coloquio de evaluación de Raúl Plascencia hoy en la Cámara de Diputados.
Los organismos civiles de Derechos Humanos (políticamente correctos y rentables) convocaron y de aquí en adelante lo seguirán haciendo en cualquier foro, porque ya se ha desatado la ambición ante la cercanía del cambio de presidente o la reelección del actual comisionado (motejado como “Complacencia”) a quien le crecen los problemas a cada paso.
Como sea, para esta hora ya deben estar muy empeñosos los asistentes al coloquio “Evaluación de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos” en el cual participan (menciono sólo algunos), la “Fundación para la Justicia y el Estado Democrático de Derecho”; el Centro de Derechos Humanos Fray Matías de Córdova, la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos, la Fundación Prensa y Democracia y entre otros legisladores el diputado Ricardo Mejía cuya postura hipercrítica es de sobra conocida.
SATISFACER
El verbo satisfacer se conjuga en todas sus formas y tiempos, como el verbo hacer. Eso lo sabe cualquiera.
Así pues, se dice no hallé algo que me satisficiera y no algo que me satisfaciera. como dijo Laura García en el programa La dichosa palabra del sábado pasado en el Canal 22, refiriéndose a las traducciones de la poeta Maya Angelou.
Si ese es un programa cultural y de orientación, entonces estamos lucidos, sobre todo si se compara el elenco con el de aquella desparecida Sopa de letras (Arrigo Cohen, Pancho Liguori, Pedro Brull, Carlos Laguna. Otto Raúl González y el maestro Ernesto de la Peña y otros) del cual tomaron la idea.
Pero hay niveles, hay niveles.