Nadie puede ahora dudar sobre la convicción renovadora y altamente revolucionaria de este gobierno si por revolución debemos entender el vuelco de una realidad; un giro suficiente para dejar debajo de arriba y arriba lo de abajo o como dicen los estadunidesnes, “upside down” cuando quieren hablar de una realidad con las patas para arriba.
Ha querido el presidente de la República, el señor licenciado Felipe Calderón, probarnos con un simple decreto la real capacidad renovadora y transformadora del segundo gobierno de la alternancia.
A partir de esta semana el verde de la bandera sobre el pecho presidencial baja a donde estaba el rojo y el rojo sube donde estaba el esmeralda. Gran capacitad de cambio del gobierno. Casi como quitar la Tenencia sin quitarla del todo.
Pero si a usted le pasó de noche aquel profundo cambio en una cuestión verdaderamente significativa y necesaria para el país, muy por encima del tipo de cambio o las opulentas reservas del Banco de México o la tasa de desempleo cuyos cinco puntos no preocupan a nadie, excepto a los cesantes, vea usted cómo cambian las cosas en el México de la modernidad bicentenaria.
El miércoles anterior el Diario Oficial de la Federación publicó un decreto para modificar la ley sobre la bandera y el escudo nacionales. Y así quiso el señor presidente modificar la Banda Presidencial.
Artículo 34.- La Banda Presidencial constituye una forma de presentación de la Bandera Nacional y es emblema del Poder Ejecutivo Federal, por lo que sólo podrá ser portada por el Presidente de la República, y tendrá los colores de la Bandera Nacional en franjas de igual anchura colocadas longitudinalmente, CORRESPONDIENDO EL COLOR DE VERDE A LA FRANJA SUPERIOR. Llevará el Escudo Nacional sobre los tres colores, bordado en hilo dorado, a la altura del pecho del portador, y los extremos de la Banda rematarán con un fleco dorado.
Pero el ímpetu transformador ha cambiado el sitio del color rojo, cuyo significado, ya sabe nos, es la sangre heroica de nuestros próceres derramada por favor de nuestra patria libre y soberana. Y hoy las cosas son de otra manera:
Artículo 34. La banda presidencial constituye una forma de presentación de la Bandera Nacional y es emblema del Poder Ejecutivo Federal, por lo que sólo podrá ser portada por el Presidente de la República, y tendrá los colores de la Bandera Nacional en franjas de igual anchura colocadas longitudinalmente, CORRESPONDIENDO EL COLOR ROJO A LA FRANJA SUPERIOR. Llevará el Escudo Nacional sobre los tres colores, bordado en hilo dorado, a la altura del pecho del portador, y los extremos de la banda rematarán con un fleco dorado.
¿Advierte usted la profundidad simbólica e histórica de este cambio? Poner lo rojo donde estaba el verde.
Pues si usted halla algún significado en esta modificación sin duda revolucionaria de uno de los símbolos nacionales, esta simplona columna le agradecería el favor de su comentario. Yo sencillamente no hallo sentido alguno en estos brincos cromáticos, pues los colores del país ya estaban puestos y si la dicha banda se ponía verticalmente extendida, pues el verde quedaba del lado izquierdo y el rojo del derecho tal corresponde a la enseña nacional; pero si ahora, con los profundos cambios calderonianos uno la pone en tal posición el verde queda donde estaba el rojo, pero si quien la mira es quien la porta, los colores se invierten ante sus ojos, lo mismo si se otra con ella puesta frente a un espejo.
–¿Se fija usted la importancia de tales ocupaciones presidenciales? Es casi como viajar 29 mil 148 kilómetros para ir a ver un aburrido juego de futbol entre México y Sudáfrica y tratar de entregarle una medalla al señor Mandela quien ni se entera de tan comedido homenaje.
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Pero si ya estamos en este tipo de preocupaciones nacionales, precisamente cuando la patria recupera gracias las precisas gestiones del Ejecutivo durante una visita de Estado al Reino de España las primeras banderas de los mexicanos, tomadas como botín de guerra durante la triste derrota del Puente de Calderón (cualquier semejanza de apellidos es una cosa de la historia) cuyo desenlace marcó el verdadero fin de Miguel Hidalgo antes de lo ocurrido en el Baján, esta columna se permite hacer una propuesta: cambiar los lienzos de la Cámara de Diputados en San Lázaro.
Todo observador se habrá dado cuenta de cuál es la utilidad de esas banderas. No únicamente permitir el paso furtivo de un presidente con problemas para tomar posesión de su cargo; no, las banderas tienen un fin ornamental. Son dos confrontadas como en un efecto de espejo.
Si uno mira de frente la tribuna desde el centro del anfiteatro, la bandera del lado izquierdo cuelga en forma de “drapeado” (dirían los decoradores) y sus pliegues rojos se encuentran con los pliegues rojos de otra bandera quien sabe de dónde, pues de acuerdo con la ley de la enseña nacional, el color verde está del lado izquierdo y el escudo en el centro sobre el campo blanco, con el águila mirando hacia la izquierda (nunca a la derecha) pero por razones de simetría y cromatismo aquí siempre hay una bandera enrevesada.
Si ya el Ejecutivo se ha preocupado de cambiar el orden de los colores nacionales, pues bien valdría poner en orden todo esto de los símbolos, pues a fin de cuentas por la natural imitación a todo cuanto se hace en el Centro, en los congresos estatales se ha abusado de esa decoración como de espejo en la cual los colores de la bandera de la derecha simplemente no corresponden a los de la legalidad de quien es hacen leyes.
–¿Le parece a usted un vano esfuerzo todo lo dicho en esta columna? ¿Me ocupo de naderías, diría usted? Pues sí, pero no soy el único.
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Sin embargo en la chistera de los asesores presidenciales siempre hay una liebre de largas orejas con la cual sorprender a los incautos ciudadanos y de pronto el lepórido salta con la misma sonrisa del conejo blanco de Alicia y nos recuerda una vieja promesa de la campaña del Presidente Calderón: acabar con el odioso impuesto (si hubiera de otros) sobre tenencia y uso de automóviles, pero (siempre hay uno) con particularidades suficientes para sentir cómo el atole se desliza del dedo a la garganta, pues a quien compre un auto nuevo el gobierno le va a subsidiar el gravamen y por tal disposición los estados dejarán de recibir 22 mil millones de pesos por año. Algunos llaman a eso caravana con sombrero ajeno.
Pero la intención de este conejo saltarín es demasiado obvia: el gobierno panista baja, suprime o transfiere impuestos a pocos días de las elecciones, cosa de muy fácil aprovechamiento para oradores, jilgueros y candidatos en las excrementicias campañas para renovar gobiernos, ayuntamientos y congresos en los estados.
Por eso se oponen a esto algunos congresistas. Manlio Fabio Beltrones recuerda cómo este gravamen ya estaba condenado a la muerte para diciembre del año entrante cuando cada entidad decidiera cómo se hacen las cosas a futuro sobre los 22 mil millones de pesos así recaudados, lo cual, como dijo Marcelo Ebrard, es una especie de madruguete sobre lo concedido de antemano, mientras Amalia García se queja con acíbar: nadie nos consultó a los gobernadores, nadie nos dijo nada ni siquiera por cortesía política. Es un golpe tremendo a la hacienda de los estados.
Ernesto Cordero, secretario de Hacienda y Gerardo Ruiz Mateos, de Economía, dicen de las bondades de todo esto y señalan cómo se va a estimular a la industria automotriz con esta medida (ese ramo se cayó 26 por ciento en los últimos años), cuya truculencia otros denuncian claramente como una medida de populismo electoral, como ha dicho Luis Videgaray, presidente de la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados, mientras los 32 secretarios financieros de los estados ponen el grito en el cielo y firman un documento de protesta.
Pero el palo dado, ni Dios lo quita y si se trata de evitar dinero negro de los gobernadores en las campañas, como alega el Partido Acción Nacional, pues bueno es desde ahora irles cortando las alas con la vista puesta en el 2011 y el 2012.
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Líneas arriba he escrito excrementicia con todo el conocimiento de la palabra para referirme a las campañas.
No hallo término más preciso –y aquí solicito permiso para otro anglicismo–, como ese de “when sheet hits the fan”; o sea, cuando la mierda llega al ventilador, el salpicadero es generalizado.
Hay un diccionario americano, el “Urban dictionary”, cuya definición es precisa para ver cuando se debe aplicar esto de los residuos humanos y las aspas en movimiento: “Cuando un problema empeora o una información conflictiva se hace del conocimiento público; cuando algo de naturaleza supuestamente secreta se divulga hacia las personas equivocadas…”
Pues así es como ha ocurrido con esto de las campañas electorales. Recordemos cómo se ha gestado todo este estercolero.
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El escándalo se inició el 16 de junio. El diario “Excélsior” fue utilizado como espada de justicia y apenas estos tres párrafos en su primera plana sacudieron el ambiente político, encendieron el ventilador y arrojaron la primea paletada de boñiga:
“El gobernador de Veracruz, Fidel Herrera, tomó desde marzo las riendas de la campaña de Javier Duarte, aspirante a sucederlo en el cargo, así como de los candidatos a diputados locales y alcaldes de su partido, con la certeza de que «estoy ahorita en plenitud del pinche poder; tengo el gobierno en la mano».
“El mandatario priista aseguró que canalizaría dinero para sus candidaturas, les indicó a sus aspirantes a cuáles mecenas podían recurrir e incluso giró instrucciones para que un compositor se plagiara el eslogan de Dante Delgado y lo adaptara al nombre de Javier Duarte, a quien en marzo definió como un político que «anda muy reapendejado».
“Desde ayer por la tarde, a los correos electrónicos de diferentes integrantes de la clase política de Veracruz comenzaron a llegar grabaciones de pláticas sostenidas por Fidel Herrera con varios candidatos y colaboradores de su gobierno”.
Pero después vendrían las revelaciones oaxaqueñas: (19 de junio). “La coalición Unidos por la Paz y el Progreso (PRD, PAN, PT y Convergencia) presentó un video que muestra la presunta intervención del gobernador Ulises Ruiz en el proceso electoral en Oaxaca.
“El video, registrado por un teléfono móvil, presenta al mandatario oaxaqueño pidiendo “votos” para el candidato a gobernador de la alianza PRI-Verde Ecologista, Eviel Pérez”.
Después vendría la respuesta lógica por parte de los afectados: exhibir grabaciones de esta naturaleza, es probar “per se” un delito. Una falta a la ley como la atribuida, por ejemplo a la ex subsecretaria de Comunicaciones, Purificación ¿Carpinteyro quien fue expulsada del paraíso y cayó de la gracia divina junto con un acoso judicial por haber divulgado comunicaciones privadas obtenidas sin mandato judicial ni personalidad jurídica para haberlo siquiera solicitado ante un juez.
Con esos argumentos fue echada a las aspas la tercera paletada.
Después vino la imprudencia del señor César Nava quien acusó al gobernador del estado de México, Enrique Peña Nieto de ser experto en espionaje político. Con eso enseñó la oreja completa y de paso metió a su partido en un problema de imagen: los custodios de la legalidad en plena ufanía sobre los hallazgos logrados merced a violaciones flagrantes de la ley.
Peña ha respondido con un análisis de cómo inciden estas guerras sucias mediante recursos ilegales de escucha clandestina exhibidos impunemente contra los adversarios.
“…las acciones que ha tomado el partido del gobierno, dentro de la ilegalidad, al exhibir algunas grabaciones, que más allá de su contenido, han venido a empañar el clima democrático que debe prevalecer, permite advertir que la contienda política no acaba en la jornada electoral, sino que seguramente vendrán todavía impugnaciones y se entrará al terreno de los tribunales… pareciera que el fin justifica los medios, lo que me resulta verdaderamente deplorable, inaceptable”.
Los amagos de juicios políticos contra Ulises Ruiz y Fidel Herrera se quedarán en eso, como también las denuncias en contra de Nava promovidas por restos o los demás priístas, pero mientras tanto hasta un increíble pasado de seductor le vienen a exhibir al “gober precioso”, con lo cual el elenco se completa.
El salpicadero le llegó al Presidente de la Cofetel, Héctor Osuna quien intempestivamente muere bajo el hierro de una renuncia a cuya presentación se había rehusado.
A principios de junio Osuna se llenaba la boca de este modo en torno de su intento de buscar la reelección:
“Sí quiero, porque tiene que ver con lo que hemos hecho durante mucho tiempo y con lo que se ha sembrado con mucha dificultad y mucha grilla de por medio. Y es tiempo de cosecharlo, porque uno es el que da la cara y sufre el desgaste”.
–No renunciará, le preguntó “El universal” el 2 de este mes:
— “No. No quedarme sería tanto como hablar mal del trabajo del comisionado, y es un trabajo arduo y digno, además de apasionante”.
Pues si renunciar significaba hablar mal de su trabajo, ya lo ha hecho, precisamente cuando públicamente ha sido señalado como quien le entregó a “Puri” las grabaciones por las cuales Luis Téllez salió del gobierno y cuando en paralelo, se dan casos de espionaje en las telecomunicaciones del país.
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Hace unos días, en la Reunión de la Conferencia Nacional de Gobernadores, el mandatario hidalguense, Miguel Ángel Osorio Chong les confió a algunos cercanos sus temores por la lentitud en el avance de la “obra del sexenio”, la refinería del Bicentenario, en los terrenos ya escogidos cerca de Tula.
Hace un par de días se apersonaron en Hidalgo Georgina Kessel, la secretaria de Energía; Alonso Lujambio, secretario de Educación y el director del INAH, Alfonso de María y Campos, quienes se pudieron a bordar en el vacío: ninguno de los dos sabía algo muy simple: Pemex y el gobierno de Hidalgo ya formalizaron la entrega-recepción de las escrituras del polígono donde se construirá de la Refinería Bicentenario.
El único argumento ante tan palmaria ignorancia fue invocar la certeza de construir la refinería por tratarse de una palabra empeñada por el Presidente Calderón, lo cual significa nada. No saber desde la presidencia del Consejo de Administración cuando el Director de Pemex firma un compromiso y recibe un terreno de esas dimensiones, no significa ser secretaría de Energía, sino habitante de la luna como la señora Kessel.
Como dijeron los franceses cuando los echaron del mundial: ¡Mon dieu!.
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En el colmo de la fantochada el delegado del GDF en Álvaro Obregón, Euardo Santillán, se quiere dar un bañito cultural y propone un paseo con las esculturas de José Luis Cuevas en Altavista y de paso cambiarle el nombre a la avenida y nombrarla como el dibujante.
Ya la antecesora de Santillán, Guadalupe Rivera ha presentado una queja contra este desfiguro. Esta columna modestamente propone una calle para Cuevas, el Callejón del Triunfo, donde nació.